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Los magistrados del TSE quieren llevarnos de viaje en el túnel del tiempo

Obviamente entre emitir opinión y el oficio de agorero hay enormes diferencias. Aunque a simple vista pareciera que se trata de la misma práctica, no es así. Desde la opinión uno no se dedica a profetizar males que están por llegar, como sí lo hacen vernáculos iluminados, que cada vez que tienen oportunidad refieren las señales del apocalipsis y pronta llegada del Armagedón.

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Esta es una opinión

Sandra Torres sale de una reunión con los diputados que aún se muestran leales a ella.

Foto: Carlos Sebastián

Sin embargo, y para bálsamo de la gente sensata, aquellas predicciones han acompañado a la humanidad por los siglos de los siglos sin concretarse. Basta acudir a la historia y darse cuenta que aquellos maléficos designios no son más que el producto de retorcidas interpretaciones que achacan la llegada de la devastación al pecado original. Todo lo ocurrido después solo se suma al desliz de Adán y Eva.

Dicho lo anterior, y quizá por la historia vivida en este país, llegamos –socialmente– a estar hartos de “autoridades electorales” sometidas a la dictadura militar y que veían al pueblo con un desprecio tal, que urdían sus sucias maniobras sin la menor vergüenza, obviando los elementos básicos de cualquier democracia electoral. Así que desde aquella historia y a juzgar por las ejecutorias de los nuevos magistrados electorales, su complaciente designación de funcionarios y -más premonitorio aún- la reciente disposición del Departamento de Organizaciones Políticas, asentida y justificada –públicamente- por la magistratura. Vemos con desazón este anticipo del derrumbe de la institucionalidad electoral.

Dejó –por ejemplo– un sabor amargo el hecho que durante el proceso de nominación los ahora “supremos” fueran conminados –entrevistados, fue el subterfugio– por los señores de la Novena Avenida a responder directo y viéndoles a la cara. Así, de resultar electos, “no se olvidarían” de quienes les eligieron. En términos lisos y llanos, les preguntaron si estarían dispuestos a atender los dictados de los padres de la patria. A lo cual los futuros supremos indicaron que así sería. Recojo acá los reportes de elPeriódico al narrar aquella secuela de “entrevistas”.

Otro hecho notorio que lleva a presumir que los motores de la nave están encendidos, y solo es cuestión de tiempo para iniciar un largo viaje hacia el tenebroso pasado electoral que creíamos superado. Viaje, al cual con visa múltiple y todo pagado, parecen invitarnos los nuevos supremos. Y es que, -por ejemplo- para cumplir su promesa con los diputados, los supremos dejaron en el gancho su investidura y ya electos acudieron festivos a citación de la novena, para iniciar un diálogo sobre reformas electorales. Lo de supremo quedó lejos, mas pareció un acto de sumisión y escasa altura académica, jurídica y política de los supremos.

Algo se ha dicho sobre ellos, pues ni siquiera son muy mencionados, nadie se ha tomado el suceso de su elección muy en serio, lo cual es peligroso. La sociedad lo tomó como una nueva gracejada congresal. Otro golpe traidor a la desalineada democracia política en que coexistimos. Tantos años de esfuerzo democrático para terminar entregando la conducción de uno de los pilares del sistema político a supremos de dudoso proceder y nula ejecutoria democrática. Al buscar aquellas ejecutorias de vida no encontré algo digno de contarse. Ni en la página electrónica del TSE aparece la hoja de vida de tan dilectos personajes.

Así y siguiendo con los indicios racionales que hacen prever el largo viaje al pasado, refiero hechos notorios de la vida de los supremos. Uno de ellos, fue Viceministro y luego Ministro de Trabajo, del “histórico” gobierno de Morales Cabrera. Escaso honor. Una de sus mayores ejecutorias en el cargo, fue prestarse al engaño del “País Seguro”. Correspondió al personaje, darnos atole con el dedo y propalar que a cambio de prestar nuestro territorio a la migra norteamericana, aquellos nos otorgarían una alta cantidad de visas temporales para beneficiar trabajadores agrícolas. Una real patraña.

Otro de los supremos, esta vez una señora, proviene del ejercicio político partidario en dos de los peores partidos políticos de los últimos años: Líder y Patriota, de los cuales fue dirigente local, siendo electa con aquel respaldo alcaldesa en un municipio costeño. Su ejercicio finalizó con señalamientos dolosos, que realizó la entidad “Ojo con mi pisto”. Es decir, que la idoneidad de la ahora magistrada, para ejercer el cargo queda cuando menos cuestionada. No baso mi argumento en los señalamientos, voy a la evidencia. Es decir, dudo de su imparcialidad. Aquello de magistrados –hombres y mujeres- doctos y necesariamente alejados de las lides político partidarias, quedó lejos, muy lejos.

El caso de la jurista es comparable con la situación de los candidatos a la Corte Suprema de Justicia, señalados de tener vínculos con sectores opacos de la sociedad. Lo cual los hace no idóneos a juicio del Ministerio Público. En fin, el evidente conflicto de interés de la política devenida en magistrada parece no tomarse en serio por nadie. En el Congreso le sumó votos en vez de restar. Así es la política en este país. Bizarra.

Sobre los señores exmagistrados de la Corte Suprema que ahora, lo son del Supremo Electoral, se dice que son personajes de chata ejecutoria. Ninguno ha descollado en términos académicos o jurídicos.

A Franco López, en 2009, se le recuerda porque “fue parte de los seis candidatos de la nómina de postulantes que la CICIG, dirigida por Carlos Castresana, señaló como candidatos “no idóneos” por sus vínculos con el empresario Roberto López Villatoro, conocido como el Rey del Tenis”. A eso se suma el affaire en que se vio envuelto por el ascenso que pretendió para su hija. Esta semana se publicó, que contrató a su sobrino político, para un puesto en el mismo TSE. Gallina que como huevo…

De la licenciada Irma Elizabeth Palencia, en la página electrónica de Guatemala Visible se le recuerda por haber obtenido cuarenta y cinco puntos cuando se evaluó su expediente al haberse postulado en año 2009 para el cargo de Magistrada de la Corte Suprema de Justicia. En cambio, cuando se postuló para el cargo de Magistrada de Corte de Apelaciones, mejoró –ostensiblemente- su puntaje, esta vez obtuvo cincuenta y tres puntos. Además, tuvo señalamientos de falta de probidad en el ejercicio del cargo de Secretaria Ejecutiva de la Comisión de Reforma Judicial.

No se necesita ser agorero, profeta del siglo XXI, ni merolico del Parque Central, para concluir que esta magistratura es de alto riesgo para la democracia y puede, sin empacho, conducirnos a sufrir de nuevo viejos males electorales.

Acudo a la memoria de los tiempos y me remito a los años de la dictadura militar, -que disfrazada de democracia- montó evidentes fraudes electorales, aquellos se realizaban sin rubor y a la luz del día. Los encargados de la “legal” maniobra, eran funcionarios de una entelequia llamada Registro Electoral. Contaban de forma extraña los votos emitidos, de tal cuenta que el perdedor, al final del conteo, resultaba ganador. Aquel organismo estaba presto para asignar velozmente curules y cargos municipales a conveniencia de la milicia y civiles corruptos que les acompañaban en el poder político.

Se perdían papeletas y urnas, se tachaban burdamente actas de Juntas Receptoras para cambiar datos. En fin, cualquier barrabasada. Obviamente el pueblo nunca creyó en aquellos resultados. Siempre se supo y denunció el fraude. Entonces, intervenía la milicia: para “defender democracia y voto”, que en la práctica significaba imponer al militar “ganador” y a sus achichincles en congreso y municipalidades.

Uno de los artífices de las maniobras oscuras y fraudulentas, fue un tal Walfre Orlando del Valle, quien se preciaba de huehueteco, “protegido además” por la virgen de Chiantla. Se atribuían al personaje, virtudes casi mágicas para transformar y legalizar resultados electorales adversos. Era cumplidor con sus empleadores, se le decía astuto e inescrupuloso a la hora de hacer chanchullo y defraudar la voluntad popular. Obviamente bajo protección y en la enagua de militares de mala entraña. Este sujeto vino a mi mente, cuando se conoció la resolución de la Oficina de Partidos Políticos del TSE que “devuelve” la Secretaría General, a la señora aquella, ahora apadrinada por el pacto de corruptos. Ciertamente un juzgado menor les enmendó la plana. Pero la intención es obvia.

Mi estupefacción no proviene del artilugio jurídico, esos en este país son fáciles y seguramente la resolución está apegada a derecho. Es la desfachatez lo que deja apesadumbrado. Cómo es posible que alguien con un juicio penal a cuestas, que además por la misma sindicación tiene prohibido interactuar con adláteres y correligionarios ¿pueda actuar en calidad de Secretaria General de un partido político? Realmente esto no es de Ripley. Es una maniobra oscura y como tal hay que tratarla. Es un volver a los tiempos de Walfre Orlando del Valle, cuando ley y probidad eran calificados como atributos comunistas.

Así que, si no queremos ser partícipes de este estrambótico viaje al pasado y resucitar todos los males que la “democracia” de los sesentas, setentas, ochentas y noventas trajo a este país, mejor será estar dispuesto a demandar de los magistrados al supremo, por lo menos conducta legal y ponerles diques para evitar que activen el túnel del tiempo y partan al pasado con nosotros a cuestas.

Ese túnel de vuelta a la debacle sería terrible. Para hacerse una idea solo vean lo difícil que está resultando sanear el congreso. Aquella tarea se hará imposible e ira para peor, con una magistratura de duro plumaje y con aspiraciones de devolvernos a la oscuridad de los cuarteles y la caverna. La ciudadanía –la juventud, sabia- tiene la palabra o se actúa y vela por el cumplimiento de la ley y la legitimidad electoral. Eso, o nos preparamos para transitar hacia la noche oscura.

Helmer Velásquez
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Es Abogado y Notario de Profesión. Promotor social de vocación. Con un largo recorrido en trabajos del desarrollo y la defensa de los derechos humanos y la construcción democrática de Guatemala.


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