La historia y el tiempo dan la razón. El sábado 27 de octubre fueron beatificados Fray Tullio (Marcello) Maruzzo (Rappo) OFM y Luis Obdulio Arroyo Navarro Terciario franciscano, martirizados por los finqueros de Morales, por defender a los campesinos de los abusos que sufrían.
El 9 de noviembre también fue aceptada la causa del Hermano Santiago (James) Miller martirizado el 13 de febrero de 1982, a los 37 años en Huehuetenango. Se espera que en breve sea programada la fecha para la beatificación. Este se une al ya beato Stanley Rhoter (padre Aplas) beatificado en EE.UU. en 2017.
La lista es larga y recuerdo el listado que se entregó al papa Juan Pablo II en la tercera visita, incluía al padre Hermógenes López Coarchita y al catequista Vicente Menchú -padre de la premio Nobel- entre otros tantos.
¿Qué se necesita tener en la cabeza para asesinar a personas que buscan el bien común?
Bajo el régimen del terror que se instaló durante el conflicto armado interno, cualquiera que defendiera los derechos humanos era acusado de “comunista”. Se les mató por estar “metidos en babosadas” -como decían en esa época para justificar y minimizar los asesinatos selectivos durante el CAI-
Se les acusó de ser subversivos, de apoyar a la guerrilla y otra serie de cosas más. Son mártires del CAI. Ellos junto a otras 250 mil víctimas dieron su sangre para generar una Guatemala distinta.
A mediados de este mes, participé en una Ceremonia Maya en Iximché. En el momento de llamar a los muertos -Nahual Keme- los Ajq’ij empezaron a poner candelas para muchas personas. Entre ellos se llamó a Oliverio Castañeda de León, Augusto Monterroso, Vicente Menchú, Mario Alioto López Sánchez, María Mejía, Mamá Maquín, monseñor Gerardi entre mártires del conflicto.
¿Por qué son tan necesarios estos reconocimientos? para recordar su memoria y decirles que el derramamiento de su sangre no fue en vano. Fertiliza la tierra y nos dan fruto. Desde la cosmovisión se dice que ellos están para guiar nuestro pasos en la tierra y acompañarnos en nuestras luchas cotidianas.
Sentí una nostalgia increíble según se les llamaba. Se les decía en kaqchikel: "Abuelo (nombre), aquí estamos, no les olvidamos, compartan con nosotros en este Sagrado Fuego, tome un fresco –se ofrendaba agua o licor al fuego-, una luz –se depositaba una candela-; les damos gracias por su sacrificio, seguimos su ejemplo y dennos la fuerza para luchar por el bien de la comunidad".
Uno a uno se les llamó. Se les invito a celebrar con nosotros la vida, se les contó las luchas actuales por la defensa del territorio. Al final se les despidió y se les agradeció nuevamente para dejarlos descansar.
¿Qué sentirán los asesinos de tanta gente inocente? Al final, los autores materiales e intelectuales al final fueron derrotados por sus muertos. Porque ellos, sus luchas, sus recuerdos y su testimonio sigue presente y vivo.
¿Quién ganó al final?
¡Gana la vida!
Hoy les deseo a los asesinos materiales e intelectuales, paz y expiación –justicia humana- por tanto mal hecho a los campesinos. Por mantener las estructuras de pobreza, exclusión y racismo. Que busquen el perdón de sus faltas y entre todos trabajemos por construir como diría Monseñor Gerardi: “Una Guatemala distinta”.
Roxana /
Qué artículo tan acertado, excelente.