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¿Se puede amar una patria que no existe?

El patriotismo es una imposición, una serie de gestos falsos que sólo sirven para evadir el castigo. Septiembre en Guatemala es más una colección de símbolos militares y represivos adoptados por civiles y que erróneamente llamamos fiestas patrias.

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Esta es una opinión

Estudiantes de Quetzaltenango portan mantas en rechazo a las decisiones del Presidente Jimmy Morales, que afectan la lucha anti-corrupción.

Foto: Publinews

El patriotismo es una construcción social y se desarrolla, sobre todo, en la escuela. Implica educar al individuo en ciertos valores para que se integre a la sociedad en la que, de pura casualidad, le tocó nacer. Es el amor a la patria el que debería de motivarlo a emprender los esfuerzos necesarios para que sus logros impliquen un bienestar social, compartido con los demás individuos del grupo.

La primaria la estudié en un colegio administrado por monjas, de la orden de las Hijas de la Caridad. Este grupo de religiosas hiperpulcras (jamás vi a ninguna de ellas con su hábito sucio, a pesar de las actividades que hacían todos los días con nosotros), tenían una visión muy interesante sobre Dios y el amor al prójimo.

Nos inculcaron la importancia de valorar a las personas y respetarlas sin importar su condición. Nos enseñaron que los hombres y mujeres teníamos los mismos derechos para expresarnos y participar. Promovían una cultura de paz y, por eso, el reconocimiento de los errores y ofrecer disculpas era parte de nuestra cotidianidad. Reconocer la verdad nos hacía crecer.

La promoción del servicio también era crucial. Nos encargábamos de mantener limpios nuestros espacios, ayudar a quien lo necesitara era motivo de gratificación. Y también era a través del servicio que se reparaban las ofensas. Debíamos componer lo roto, limpiar lo que ensuciábamos y reponer lo que por nuestra responsabilidad dejaba de existir. Esas religiosas nos enseñaron a construir comunidad.

En ese contexto se celebraba, con absoluta coherencia, al país. Quince días para recorrer, desde el más grande patio del colegio, la historia, costumbres y tradiciones de Guatemala. La visión regional que tenían sobre la política y la sociedad también nos permitieron viajar por todo el istmo centroamericano; un día dedicado a cada uno de los países hermanos como una manera de tender puentes.

Entonces imaginábamos que el país era igual a la realidad que construíamos dentro de esas aulas e inmensos patios. Pensábamos que los valores que ahí aprendimos, en donde no existía la competencia sino la solidaridad, la honestidad y el apoyo mutuo, nos servirían para convivir con las demás personas que serían más o menos iguales a nosotros.

Y entonces, a los 13 años, al terminar la primaria, la debacle. Los básicos y el diversificado también los estudié en un colegio de tradición católica. Uno únicamente para varones, en donde la debilidad y el llanto era endilgada para las “mujercitas” o para los “huecos”.

Además de promover la carrera de magisterio como la opción para todos sus estudiantes, el punto central de esa institución educativa era el uniforme de gala, estilo militar, y la banda de guerra. “Si quieren participar en alguna actividad extra-aula, ahí está la banda”, nos dijo el director del plantel cuando le propusimos formar un grupo de teatro.

Fue en ese lugar en donde entendí lo que significaba el patriotismo en un país como éste, en donde nos hacen falta héroes y referentes de liberación para la construcción de la patria. En su lugar, los redoblantes y las trompetas, las banderas, la disciplina, pasar horas bajo el sol en posición de firmes, la vestimenta tipo militar para ocasiones especiales, la jerarquía y la posibilidad de la violencia para quien tiene el poder.

Se complementaba la situación con las amenazas ante la posibilidad de queja por la violencia que se ejercía contra nuestros cuerpos cuando cometíamos alguna falta. “Vayan y atrévanse a contarles a sus papás”, nos retaba uno de los maestros encargados de la disciplina. “Todas las denuncias las gana el colegio”, puntualizaba. Entonces comprendí que la impunidad genera privilegios, pero también rabia e indignación.

Esos valores se adecuaron más a la realidad de este país y reflejan el sinsentido que representa amar a Guatemala en su situación permanente y actual, caracterizada por la impunidad, la desigualdad y la exclusión. Nos obligan a abandonar el pensamiento crítico y sustituirlo por la disciplina, la obediencia y el silencio. La competencia, la jerarquía y la violencia basadas en las desigualdades no dan espacio para lo público, el apoyo y la solidaridad.

Y entonces ahí los tenemos: miles de patojos disfrazados de militares adquiriendo los valores de esta sociedad para amarla a pesar de los golpes que propina. Pero quizá exista una ruptura, algo tan hermoso como lo que viví durante mi niñez. O algo tan extraordinario como esos estudiantes de Xela que, junto con la bandera de este país, se atrevieron a portar pancartas para denunciar las acciones del tipo que desde la Presidencia les patea su presente y pone en peligro la construcción de su futuro. Quizá ahí está el inicio del camino.

Ricardo Marroquín
/

Soy periodista, comunicador social, catedrático universitario, con una maestría en Estudios Estratégicos y en proceso de elaboración de la tesis de Sociología. Soy, además de fanático de los rompecabezas de mapas antiguos, cinéfilo y lector permanente de literatura, historia, periodismo y teoría social.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Hugo /

    15/09/2018 9:12 PM

    Otra vez los intelectualoides tergiversando los conceptos por ignorancia y/o a propósito. La patria existe, que no nos guste es otra cosa y en ese caso podemos adoptar otra; el patriotismo no tiene nada que ver con lo que escribe. Le sugiero que consulte los conceptos para poder desarrollarlos correctamente. Por otro lado lamento que haya sufrido abuso en su colegio.

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    Mateo Echeverría /

    15/09/2018 2:52 AM

    Muy buen artículo Ricardo!! De lo mejor que he leído en este espacio!

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    ¡Nítido!

    Víctor López /

    14/09/2018 3:14 PM

    El verdadero patriota no se vende... OPM y baldeti no lo eran, sinibaldi con los cien millones que nos robó tampoco, ni jimy ,esta gente solo por que les conviene, apelan a ese sentimiento está gente es PATRIOTERA. El verdadero patriota es aquel que ama a su país , cuida de él,paga sus impuestos, mantiene limpia su ciudad, ser no es fácil, pero hay QUE LUCHAR por serlo...

    ¡Ay no!

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    Guillermo /

    13/09/2018 9:39 PM

    Así es precisamente como se as inculcado el "patriotismo" en Guatemala, como una imposición de símbolos vacíos, que no representan una patria (porque la patria guatemalteca aún no existe), símbolos que no representan nada más que la conciencia de los grupos sociales históricamente dominantes. Imaginen ustedes lo banal de cantar el himno nacional: "...ni tiranos que escupan tu faz.", en tiempos del tirano Rios Montt.

    La patria debe ser cobijo y bienestar para todos sus habitantes, para que sus habitantes sientan un profundo amor por ella y celo por defenderla. Pero cuando un presidente corrupto y charlatán, caricatura de dictador, rodeado y protegido por una mafia corporativa y un ejército de ocupación (que lejos de proteger el territorio nacional y sus fronteras, ha hecho alianza con el crímen organizado, el narcotrafico y la mafia política), recurre al chantaje de exaltar el "amor a la patria", es simplemente porque "el patriotismo es el último refugio de los canallas" (Samuel Johnson)

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    Erick Granados /

    13/09/2018 7:31 PM

    Este es un resumen de la ciudad muy bueno. La realidad rural e indígena tiene otra cara de sometimiento la militarizacion es el peor cancer de este pais. Las oligarquias han sabido someter deshumanizando y creando una ideologia falza para alinearnos felicitaciones por el articulo.

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    Ana Posadas /

    13/09/2018 1:32 PM

    Conmovida completamente. Como la luz al final de un oscuro tunel. Siento gran admiración por ese maestro. A quien debemos sentirnos llamados a imitar.

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    Jorge Escobar /

    13/09/2018 1:04 PM

    EXCELENTE!!!!..... lo mejor que eh leido en mucho tiempo

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    Víctor lopez /

    12/09/2018 7:56 PM

    Y por que se abandonó esa rigurosidad, esa disciplina , ahora estamos peor ... Mareros, patojas embarazadas ( la mayoría por falta de esa disciplina ) ahora los patojos insultan y mandan a los maestros. Claro que hay maestros abusivos y siempre lo habrán , ojalá volvieran los tiempos en los cuales los jovenes ( hombres y mujeres respetaran ) pero ya no... Guatemala se perdió.

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