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Cuando la respuesta es “no”

Hay una escena en“Inside Llewyn Davis” donde el protagonista (ese Llewyn Davis interpretado por Oscar Isaac) canta en una audición improvisada para el señor Grossman, un productor de Chicago. Llewyn Davis decide cantar “Death of a Queen Jane” delante de hombre que en ese preciso momento y con solo soltar un sí o un no tiene el poder sobre su futuro.

Cotidianidad Inside Llewyn Davis Opinión Óscar Isaac P369
Esta es una opinión

Oscar Isaac interpreta a Llewyn Davis en el film recreado en los años 60.

Inside Llewyn Davis

No hay nadie más en ese club vacío, a penumbras, esperando llenarse de vida más tarde mientras la voz del protagonista flota, vuela, alcanza, toca, gira en el aire y el señor Grossman le mira inmutable, sin ofrecer pizca de empatía ni compasión, sin ofrecerle nada que se parezca a una reacción humana. Es el preludio de la escena más desgarradora de la cinta, la que lo resume todo, la que lo explica en cuatro frases y en cuatro silencios.

La respuesta es un no.

Es probablemente la escena más importante de la película, la más bella en su dureza.

Te hace preguntar, casi gritar a cuatro vientos, cómo alguien que canta de esta manera, interpretando su canción con todo el dolor y el placer que abarca su talento, no llega a tener una vida digna. Una vida con al menos una cama propia y un abrigo de invierno. ¿Cómo es posible, pensable, tolerable siquiera?

El protagonista se lo pregunta durante toda la película. Se resiste a abandonar, a dejar que no le tomen en serio aunque ya ve que es casi una batalla perdida. Se resiste a creer que será así para siempre mientras la gran parte de las y los espectadores lo ven lógico, esperable. Así es la ley natural de una sociedad burgués y él es un perdedor. Uno que no merece ni siquiera compasión por lo de “para la mayoría social, el artista es un bohemio sospechoso, amoral, estéril” de que habla un artículo publicado hace tiempo en El País “La domesticación del romanticismo”.

Este antagonismo romántico que enfrenta opciones vitales incompatibles se encuentra representado en esta película, demostrado, justificado, explicado. Efectivamente, no hay otra posibilidad, otra opción para la inmensa mayoría de las y los aspirantes a vivir según dicta su corazón, según valores de la belleza, de la eternidad y/o de la propia piel.

“Hay, pues, que elegir entre una normalidad sana pero estúpida y una individualidad auténtica pero excéntrica, maldita y socialmente fracasada,” resume el artículo como si respondiese a Llewyn Davis. Como si nos respondiese a ti y a mí y a tanta gente.

Pero… ¿de verdad no la hay?

En el artículo ofrecen como solución la “domesticación del yo romántico” que no significa otra cosa que civilizarnos, educar nuestro corazón, ponerle límites para que sea apto para vivir en una sociedad humana y que no nos exige mucho. En cierto sentido es hasta lo más fácil por lo esperado de unos seres razonables. Sin embargo, esta aproximación se podría ver como el próximo intento de condenarte a la mediocridad, a la uniformidad, a un determinado comportamiento donde solamente cierto tipo de locuras, nunca demasiado excéntricas por la incomodidad que provocan, y solamente cierto tipo de desviaciones, nunca llegando demasiado lejos para que no se escapen del control social, sean toleradas y por tanto, reconocidas, premiadas, queridas.

Y nos adaptamos. Nos enamoramos de la seductora trivialidad y de las delicias de la vulgaridad porque recompensa, porque es fácil. Olvidando las palabras de Krishnamurti que nos recordó: "No es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”.

Así es la vida de Llewyn Davis, la vida de tantas y tantos. Así de fatigosa por la fragilidad de tu fe en que un día el mundo se parará para mirarte, para escucharte, para leerte y se dará cuenta que eres excepcional. Despiadada por la constante exposición de tu vulnerabilidad que el arte te exige porque solo así respira, solo así nace y vive aun sabiéndose mortal. Porque con cada “no”, con cada indiferencia, con cada rechazo el arte se muere un poco. Y tú con él. Los optimistas dirán que para resurgir, para volver a nacer. Los cínicos te recomiendan aprender a vivir bajo la tierra.

Inside Llewyn Davis” es una película de una delicada, casi frágil preciosidad, divertida a ratos, absurda e hilarante por momentos y tan real como profunda en conjunto. Una película bella en forma y dura en contenido. Las conversaciones, las reacciones sin sobreactuaciones, sin exageraciones, aparentemente naturales ya que no sorprenderían en la vida aunque sí, en una película hecha en Hollywood. Porque si fuera una de tantas otras la cinta seguiría un desarrollo del problema, un clímax orquestado y un final feliz, estaría colmada de obviedades, de explicaciones literales, de referencias pretenciosas que no dejan espacios para pensar, para respirar, para ser.

Si fuera una de estas películas el protagonista hubiera girado el volante hacia la derecha y hubiera entrado en ciudad de Akron y no seguido de largo sin darle demasiadas vueltas. Hubiera llevado el gato rojo consigo en vez de dejarlo con un heroinómano gordo y feo, porque existen heroinómanos gordos y feos con asistentes bellísimos. Y si esa película hubiera sido una de tantas esas al protagonista le hubieran dicho que sí, hubiera triunfado antes o después. Quizá no en Chicago (aunque para llegar a Chicago, ese viaje insoportable bien mereció un sí) pero al menos en el bar de siempre donde hubiera venido alguien de Sony Records, alguien de algún sitio importante con sillones de cuero y ventanales enormes que presentan a Nueva York como si fuera un maldito postal y no una ciudad donde la vida ocurre de verdad, para darle ese sí. O como mínimo la canción que graba con su amigo Jim, y que a él le parece ridícula, le trajera un poco de alivio financiero ya que espiritual es evidentemente impensable. Pero no. No es una cinta de estas.

No podría serlo porque para la mayoría que quiere dedicarse a la música, al arte, a la literatura la vida no lo es. Y por eso es hermosa y dolorosa y divertida. Todo a la vez. Como la vida.

Sí, como la vida.

Anna Maria Penu
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Escritora, politóloga, feminista europea en cuya piel América Central está empezando dejar sus huellas. Se nota en mi mirada, en mi manera de estar en el mundo. Aquí escribo con humor, con dolor y ternura. Escribo para seguir caminando.


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