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Han vuelto mis ganas de estar bien

Ha vuelto la lluvia y con ella han vuelto también mis ganas de estar bien. Nadie sabe exactamente cómo ocurrió, pero poco a poco, sigilosamente, el calor se había apoderado de nosotros y comenzaba a tomar forma: una masa oscura cuasi-orgánica que se enquistó en nosotros y anuló nuestra capacidad de ecualizar.

Cotidianidad lluvia miedo Opinión P258
Esta es una opinión

Foto: Claudia Armas

Lo primero que noté era que se nos había tornado la voz de vuvuzela. Cada vez que queríamos emitir una opinión, un chirrido agudo salía de nuestra garganta, fua-fua-fua-fua-fuá, fua-fua-fua-fua-fuá. Bastaba con dar una vuelta por las redes sociales para salir sordos de odio. Si la interacción se daba en vivo, el estruendo era peor. En los pasillos de las oficinas, en el Transmetro, en los parques, en los mercados e incluso en misa, las personas vibraban en una frecuencia odiosa sincronizada con el calor, como las cigarras que oscilan en la corteza de los árboles cuando es verano en la costa.

La presencia calorífica no solo infectó nuestro sistema expresivo, tomó también nuestra visión, haciéndonos perder la disposición al gris. De pronto todo era blanco o todo era negro y sentíamos una imperiosa necesidad de tomar partido. Las boquitas mixtas perdieron su share de mercado y en el desayuno ya nadie pedía huevos revueltos. Íbamos del sí al no y del no al sí, sin pasar por el ¿qué tal si...?

No sé si fue casualidad o karma, lo cierto es que fue extraño que la época electoral coincidiera justamente con el calor y su daño al matiz. Me pregunto qué destino habríamos labrado de haber tenido la capacidad de observar la coyuntura bajo el color de distintas lentes.

Conforme fueron pasando los días, el calor continuó subiendo de intensidad. En el horizonte, ni una sola nube, algunos estábamos comenzando a boquear como peces que mueren lento en una cubeta blanca. Fue entonces cuando llegó el miedo, recuerdo haberlo sentido patear en la boca del estómago. Paranoicos, corrimos a escondernos en nuestras casas, autos o teléfonos inteligentes, #tengomiedo se convirtió en trending topic.

Teníamos miedo a vivir, miedo a morir, miedo a elegir, miedo a que el otro eligiera, miedo a seguir, miedo a parar. Lo más preocupante, fue cuando comenzamos a ver una amenaza en todo aquello que no reflejara una similitud en el espejismo del otro y estuvimos cerca de no reconocer nuestro propio rostro.

Angustiados, chocos y frenéticos nos agarró el aguacero. Cuando percibí el olor a tierra mojada, creí que era parte de las alucinaciones, pero al sentir los goterones sobre la piel, supe que era real y mi primera reacción fue bailar. En un instante, el sonido de la lluvia reemplazó el agudo grito del odio e hizo florecer las conversaciones. En poco tiempo, comenzamos a hablar de amor y en menos de lo esperado, empezamos a hacerlo.

El siguiente milagro fue la limpieza de la mirada ¿No les parece curioso que la ira entre por los ojos? Con la mirada clara, es más fácil discernir al otro, darle crédito por sus aciertos y tener compasión por sus fracasos. A partir del reconocimiento nos volvimos a integrar y fue más fácil perder el miedo, como un niño que bota un cinco por el agujero del bolsillo del pantalón, sin darnos cuenta.

Vamos a ser honestos, las secuelas del terrible calor permanecen aún entre nosotros: seguimos escuchando voces estridentes, se nos nubla el criterio cuando nos abraza la rabia y desconfiamos de la sombra del vecino al saludar, pero hubiera sido hermoso que nuestros males se disolvieran como azúcar en el agua.

Ha vuelto la lluvia y con ella han vuelto también mis ganas de estar bien.

Claudia Armas
/

Camaleón, migrando colores desde la publicidad hasta a la música. Bruja de marcas, estratega punk. Salgo de noche. Viva el mezcal.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Anderson Reyes /

    17/09/2015 8:05 PM

    Desde hace tiempo venía pensando algo parecido: ¿Qué habría sido de las manifestaciones si el invierno hubiera sido copioso? ¿Hubiera sido igual de potente la letanía del pueblo si la fría lluvia hubiera apagado nuestros gritos de euforia? ¿Existe una ecuación que exprese la proporcionalidad de nuestro enojo y frustracion con la alta temperatura que se sintio en esta Primavera Guatemalteca?

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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