Es una explicación que a la vez es la solución. Casi nada, lo sé. Y lo mejor es que compartiré con ustedes este descubrimiento para que no sigan buscando en lugares equivocados, para que dejen de comerse la cabeza y no continúen construyendo teorías complejas: “Lo opuesto a la adicción no es la sobriedad. Es la conexión humana“.
¡Es la conexión humana! ¿Cómo se les queda el cuerpo?
Ese momento de lucidez me encontró escuchando a Janis Joplin y su desgarradora "Cry baby“ en una tarde de domingo mientras leía un artículo de Johann Hari sobre la probable causa de las adicciones a las drogas.
Hari dice: “El profesor Peter Cohen defiende que los seres humanos tienen una necesidad profunda de apego y de crear vínculos. Es así como obtenemos satisfacción. Si no podemos conectar con las personas, conectaremos con cualquier cosa que encontremos, el zumbido de una ruleta o el pinchazo de una jeringuilla. Afirma que deberíamos dejar de hablar sobre ´adicción´ en general para empezar a llamarlo ´apego´. Un adicto a la heroína se ha adherido a ella porque no ha podido vincularse con otra cosa hasta ese punto. Por tanto, lo opuesto a la adicción no es la sobriedad. Es la conexión humana”.
Leyéndolo varias imágenes de mi padre pasaron delante de mis ojos: él desayunando antes de ir a trabajar, él sonriendo, él llegando a casa tras una noche que habrá pasado dios sabe dónde y la cara de mi madre, fiel reflejo de mi alma que tiembla entre el alivio por saber que sigue vivo y la rabia porque él se había emborrachado de nuevo tras habernos prometido que no lo haría. Él abrazándome en el aeropuerto cuando voy a visitarles, jugando con nuestra perra y riéndose. Él en la mesa de una fiesta levantando las manos para empezar a cantar como señal de que tras varias copas ya ha pasado ese límite de no parar hasta caerse dormido en cualquier lugar y yo mientras esperándole en mi cama, preocupada, atormentada, despertándome por cada ruido, deseando que por fin sea él llegando a casa...
Lo he vivido de mil maneras. He sentido rabia, compasión e indiferencia hacia él, le he rogado, le he chantajeado, le he gritado. Y he llorado. He llorado mucho, muchísimo. Hasta que crecí lo suficiente y me fui de casa. Me alejé (ojos que no ven, corazón que no siente).
“Estudios muestran que las personas se traumatizan cuando enfrentan sucesos de la vida incontrolables y son impotentes para modificar el resultado de dichos sucesos. La respuesta básica psicológica al trauma es una reacción inicial de protesta que incluye enojo, hostilidad verbal o actingout; mientras que la siguiente fase de entumecimiento puede ser un estado de abstinencia emocional o interpersonal de la participación activa en el propio medio,” dice un informe de “FamilyTherapyToday”.
Pero yo a veces he querido que mi padre se muriera...
Tiene familia, me digo, tiene amigos, salud y trabajo; aparentemente disfruta de una vida buena. La gente le quiere, es bondadoso, generoso, es responsable y cariñoso. Si es verdad lo que plantea el artículo, ¿cómo no puede conectarse alguien tan maravilloso con nadie? Repito, ¿con nadie? ¿Es una incapacidad nuestra, los y las que le rodeamos o es una inhabilidad interior suya?
¿Hasta dónde llega nuestra responsabilidad de ayudar, de cuidar, de amar y hasta dónde la suya de amarse y cuidarse él primero?
“Amar a un adicto es realmente duro“, escribe Johann Hari. “Cuando miraba a los adictos a los que quiero, siempre estaba tentado de seguir los consejos para un amor difícil promovidos por los realities como Intervention (dile al adicto que se reponga o deshazte de él). Su mensaje es que deberíamos evitar a los adictos que no lo van a dejar. Es la lógica de la guerra contra las drogas, importada a nuestras vidas privadas. No obstante, aprendí que así solo acrecentará su adicción y acabarás perdiéndolos. Llegué a casa decidido a unirme más que nunca a los adictos que conocía, para hacerles saber que los quiero de forma incondicional, independientemente de si lo dejan o si no pueden dejarlo“.
Y así, hace años y tras varios desencuentros, desplantes y reproches, le dije: “Te quiero, papá”.
Independientemente de si lo deja o no puede dejarlo jamás.
di_sale /
Excelente artículo Anna. Hace falta periodismo como el tuyo, que rica lectura. Gracias por compartir este enfoque que muchas veces en nuestro análisis (redundantemente lógico) ólvidamos factores no tan científicos como el contacto húmano y únicamente vemos factores científicos como la adicción puramente biológica.
Javier /
Gracias Anna-María por compartir, por conmover, por escribir de esa manera que hace que quien te lee sienta, se emocione, se transforme un poco y hasta cambie. Como dice Guillermo M. bien por tí que lograste a pesar de todo aceptar y amar a esa persona. Yo a veces dudo que eso sea posible cuando el camino del padre no para solo lejano sino opuesto, contradictorio en si mismo, injusto y hasta cruel con uno y con su familia. Pero si, se trata de aceptación, de cambio y de crecimiento al fin y al cabo. Seguiremos en el proceso.
Guillermo Maldonado C. /
Bien por ti que al fin lograsteis conectarte y aceptar tal cual es a vuestro padre. Allá él si hace lo propio, por aquello de la reciprocidad o correspondencia. Pero con esto de las adicciones hay otras desconexiones más desconcertantes en plena era de la informática: la adicción a la imagen traducida en realidad virtual. La adicción al amor siempre ha sido gozosa, llena de ternura y, según se vea desde otro punto de vista algo problemática, pero esta realidad virtual es ¡una tremenda y descomunal desconexión con las partes de algo o de un todo! Bueno así parece, no sé.
Mynor /
Muy interesante, coincido con este punto de vista, porque también lo viví.
Mi padre vivió 15 años como dependiente del licor y 23 años como alcohólico anónimo. Algo que me llamó la atención es que, a pesar de lograr sobriedad durante los últimos años de su vida, su carácter no mejoró mucho.
Y es que comprendí que no era tanto la botella, eran muchas veces su soledad la que le ponia mal, porque su infancia fue difícil y no dejaba que uno penetrara en su intimidad. Creo que le faltaba mucho más que dejar el licor, sin embargo, creo que a pesar de todo, los doce pasos le ayudó a intentar vivir en paz consigo mismo.
Claudia Castro Ruiz /
Una delicia de lectura, profundo e íntimo. Además muy vigente con respecto a la reflexión en la adultez del niño hijo de la familia alcohólica.
Gracias por prestar palabras!
ANONIMO /
Bravo!!!! Lo del vínculo es muy profundo.
Gabriel Gutierrez /
Excelente aporte! "la conexión Humana" wow nunca lo vi así, y de verdad hace mucho sentido.. mas bien gracias aunque es breve me sirvió para responder preguntas que tenia guardadas.
saludos!