¿Por qué hablar de los derechos de las personas mayores? Porque se habla poco de ellos y es una realidad nada placentera en nuestras sociedades. Ese descuido es una tragedia social en potencia y somos pocos los que abogamos por la atención que el tema merece.
Las personas mayores de 60 años constituyen el 14% de la población del continente. En el 2050 esta cifra aumentará al 22.3% según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). La Organización Panamericana de la Salud (OPS) indica que la proyección del número de personas mayores a 2050 será de 310 millones. Lo lamentable es que las personas mayores en la región se enfrentan a una situación de notable discriminación, desamparo y negligencia en el trato. Y, desde la perspectiva jurídica, hay una inconsistencia y falta de guía en las acciones y políticas públicas en los países de la región para su debida protección.
América es el primer continente que cuenta con un instrumento internacional: la Convención Interamericana para la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores. Allí se desarrollan los derechos básicos que se les deben reconocer y otorgar a las personas mayores.
Muchos de los principios de protección en esta Convención se basan en los estándares contenidos en la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de las Naciones Unidas. Se partió de la base de respetar esos estándares y procurar elevarlos. Esto fue una directa petición de la Sociedad Civil que participó del proceso de seguimiento de las negociaciones. Se persigue visibilizar los retos que se enfrentan durante esta etapa de la vida. Aprobar este instrumento es un excelente primer paso para combatir los estereotipos predominantes acerca de este sector de la población. Además, proporciona una mayor conciencia sobre las muchas contribuciones que hacen las personas mayores a la sociedad en su conjunto.
Desde el 2011, cuando inicié las investigaciones sobre la conveniencia o no de un instrumento regional, los números y reportes de casi la totalidad de las agencias regionales y de naciones unidas, así como la opinión de expertos en la materia apuntan a una clara situación de desprotección y vulnerabilidad de las personas mayores. Y esta realidad persiste tanto en países de mediano y bajo ingreso, como en países de ingresos altos. Sí, las diferencias entre países y regiones son claras, pero problemas como violencia, abuso, discriminación y desatención pueden verse alrededor de la mesa de todos los estados miembros de las Naciones Unidas.
La región americana no es ajena a la situación de vulnerabilidad de la persona mayor. Si bien es cierto que la población actual es mayormente joven, la pirámide poblacional cambiará radicalmente en los próximos años y pasaremos a enfrentar esa proyección de crisis poblacional y social, en una sociedad que no está preparada para recibir a números mayoritarios de “viejitos y viejitas”. Existe legislación e instituciones dedicadas al tema como lo son los Ministerios de Desarrollo Social, y otras instituciones nacionales especializadas en el tema, pero lastimosamente esto es lejos de ser suficiente.
Se ve constantemente en las noticias el clamor de los jubilados por mejores tratos y destinación de recursos. No voy a entrar en detalles de nuestra vernacular sociedad donde el taxi niega la oportunidad “por viejo”, donde “el viejo verde” no tiene derecho a ver a la muchacha, o donde “ya estás muy vieja para trabajar”. Discriminación a capa y espada señoras y señores.
Hay muchas cosas que no conocemos, y de las que no se habla. El abandono al que muchos de nuestras personas mayores experimentan es desolador. Ligado a eso una infinidad de temas como lo es el acceso adecuado a salud, nutrición, maltrato, que incluye no sólo el maltrato físico, sino el psicológico. El dejar de hacer, como lo sería alimentar, limpiar, o simplemente atender a una persona mayor, es un crimen.
Recibimos largos reportes de la OPS sobre la grave situación en el Hemisferio de los mal llamados ancianatos (lugar donde se brinda un servicio de cuidado a largo plazo) en la región, donde el mínimo derecho a la movilidad es restringido, donde no se les alimenta adecuadamente, donde se les encadena para evitar lidiar con problemas de enfermedades degenerativas como la demencia, etc. Muchos de esos lugares, lejos de ser un espacio de retiro digno en la última etapa de la vida, se convierten en tristes cárceles donde no se promueve ningún tipo de desarrollo humano de la persona mayor. Estos informes concluyen que la falta de regulación en cuanto a los protocolos que deben regir estos servicios es alarmante y una situación que se ve en casi la totalidad de los países en Latinoamérica y el Caribe.
El “Viejito o Viejita” tiene derecho al igual que todos nosotros a la educación, a la recreación, el esparcimiento y el deporte, a su privacidad e intimidad, a sus derechos sexuales, al trabajo, a la no discriminación, a la justicia, a su integración y participación comunitaria, a un medio ambiente sano, y así muchas cosas más; en fin al derecho a un envejecimiento activo y saludable en todos los ámbitos, para así asegurar una vida digna.
Empecemos pues, por reconocer que hay mucho que queda hacer. Empezando a hacer un ejercicio interno de nuestras preconcepciones y arraigos culturales podemos mejorar. La vida misma que hoy muchos de nosotros disfrutamos, fue cultivada por generaciones previas, por lo que es un deber humano reconocer a quienes ya han estado antes que nosotros y reconocer sus trabajos y energías para nuestra construcción social.
Hay que ponerle una cara al problema. Podemos comenzar a echar a andar esa energía visitando a un abuelo o abuela, tía o amigo que hoy viven en una sociedad que, debiendo celebrar sus logros, sistemáticamente restringe sus espíritus.
Nery Nuñez /
Dios bendiga a la o las personas que se preocupan de sus viejitos, a mi se me paso la vida volando, nunca pense, jamas crei llegar a esta edad!!, pero veo mucha crueldad y maldad en la humanidad, y les aseguro que muchos tambien van a llegar a viejos, y entonces??, ellos tambien tendrán que ser atendidos de buena forma. A mi me regañaron porque no podía subir el bus, porque lo sentí muy alto, pero no hubo una sola persona que me tendiera la mano, y por si fuera poco, me tocó irme parado, con el perdón de todos, pero llegue bien meado. Los jalones que pegaba el bus, me apretaban algunos pasajeros, incluyendo una bella dama, que lucía un pantalón ajustado de lona, ella si me gusto que me apretujara hasta donde quisiera, y como que se dio cuenta, que yo iba muy contento tambien por la sangoloteada que me daba. Soy viejito senil, como dijo un amigo llamado Alejandro De la Vega, que escribe aquí en el periódico. (esto me sonó al Zorro)
HOYPORHOY /
Interesante tu escrito, te felicito. Solo déjame decirte algo, acá en Guatemala tenemos derechos todos, todos, y a todos nos los vulneran. A todos. No digo que a los ancianos no, o que no requieran un cuidado y atención especial, al contrario, desde luego que merecen un trato privilegiado por parte de la sociedad; pero imagínate, si no podemos exigir derechos, si no se nos respetan los derechos a los jóvenes y a los económicamente activos, a los productivos.... ¿Qué se puede esperar para los demás? Hablo de niñez, adolescencia, tercera edad.... en fin. Una lástima nuestro país. La situación de los ancianos es lamentable. Un abrazo.