Ese día tendré que participar de una audiencia. En ella, se decidirá sobre un paso trascendental en el futuro de una niña abandonada. Supongo que ahí no habrá nada que celebrar, como en muchas de las familias de este país. Yo mismo crecí sin que mi padre estuviera cerca. Llevo treinta y un años sin verle, desde que se divorció de mi madre.
Aunque era pequeño, recuerdo la última vez que llegó a casa, se sentó en el extremo contrario de la mesa y me escuchaba. Yo tendría cerca de tres o cuatro años. La ventana de la sala estaba a su espalda, estallando en luz que venía del jardín, así que de mi padre recuerdo las sombras.
Lo salí a despedir fuera. Debe haber sido un soleado día de noviembre, porque recuerdo su rostro y tras él, el cielo azul, limpio. Es la vista que uno tiene de niño del mundo de los adultos. Luego no le volví a ver, a pesar de que mantengo contacto con mis tíos, primos y abuela.
Le quise buscar una vez para que conociera a su nieto; pero no me devolvió las llamadas. Supongo que habrá tenido cosas que hacer.
Podría tomarse esta historia como un ligero drama, pero les aseguro que no es así. Mi madre se encargó de darme una niñez feliz. Tuve mucha suerte, crecí teniendo de ejemplo la valentía con la que enfrenta la vida. Mi madre es una luchadora profesional y me entrenó para asimilar los golpes y levantarme. Es un regalo. Además tuve la cercanía de mi abuelo, un gran tipo, que me enseñó el amor por la información, por la conversación, por la cercanía con la gente y una masculinidad sin agresión.
También he de decir que la ausencia de mi padre, un varón que supongo convencional por los hechos que conozco suyos, hizo que crecer bajo la tutela de mi madre, una mujer bastante liberal, me formara sin prejuicios machistas. Y los pocos que fui adquiriendo, que habrán sido por la educación religiosa, han ido desapareciendo con el tiempo y las lecturas a las que mi madre también me llevó. Por eso dejé de utilizar mi apellido paterno, porque mi formación ha provenido de mi madre y creo justo que se la nombre cada vez que me nombran.
Eso es, esto también es un agradecimiento a ella, a su maternidad y paternidad. De los muchos que le querré hacer de por vida, porque sigue ahí, ahora que ya soy un adulto, como una amiga con la que puedo contar. Como ahora mismo que me he convertí en el padre de un maravilloso niño.
Sobre ello, pues qué decir: es una alegría. La paternidad me encontró antes de lo esperado, pero ha sido un viaje extraordinario. Quizá lo más duro ha sido la distancia física tras el divorcio. Pero por fortuna, la relación con su madre es fantástica, sé que en mucho es así porque supe escoger bien a quién querer, y en otro, porque la forma en que fui criado me hizo acoplarme a ello.
Ser padre me obligó a replantearme muchísimas cosas. Abandoné la idea de ser un nómada que va de país en país, porque nunca le podría dejar. Mi hijo es mi lugar. Es ahí donde me refugio. El saber que está creciendo en esta ciudad, en este país, me ha dado el valor para creer en el futuro y exigir uno luminoso, en el que pueda vivir sin tener miedo.
No nos vemos a diario, nos separa la ciudad completa, vivimos en extremos opuestos. Aún así me siento cercano. Es un niño maravilloso, con un corazón enorme, capaz de tanta bondad. Por eso mi esperanza en el futuro: él es mucho mejor persona que yo y el mundo tiene la fortuna de tenerlo.
Ese amor que me nace como testigo de su vida, ese cariño que fluye mientras vamos creciendo juntos, es un cuásar enorme que me estalla en el pecho. Un espectáculo luminoso capaz de llenarme para enfrentar un mundo horrible y caminar sobre él como si la sangre no me tocara.
Cuando pienso en mi hijo, además de la risa, lo recuerdo esa vez en que íbamos en el auto hacia la casa de su madre y me preguntó acerca de la reencarnación. Desde el sillón de atrás, mirándome me dijo: si todos reencarnamos, quiere decir que el mundo se está repitiendo. Me tomó por sorpresa, tenía razón y se lo hice saber, aquella era una observación muy inteligente.
Qué bueno que el mundo se repita, me dijo, porque yo siempre quiero que volvás a ser mi papá.
Es una alegría, yo también quiero que el mundo se repita: desde que él está conmigo es un lugar cada vez más feliz.
* Este artículo fue publicado originalmente el 14 de junio de 2013 en el blog anterior del autor.
Olga Villalta /
Yo crié a mi hijo sola por la muerte de su padre, pero no me creo el rollo de madre-padre. Fui nada más madre. Todo padre y madre, juntos o separados tienen obligación de acompañar a ese ser humano pequeño a crecer. Los dos pueden inculcarle valores, disciplina, gusto por la vida, momentos alegres, satisfacciones, etc. Yo creo que hay que dejar ya la dicotomía de que el padre da amor condicionado (Erich From) y la madre amor incondicional.
ANONIMO /
Como siempre: lindo leerte. Gracias por tus inspiradoras y alentadoras historias. Abrazo fuerte.
Vvx
ANONIMO /
En similares circunstancias me encuentro ahora con el papá de mi hijo. Hace quince días se fue de la casa sin explicación alguna y nuestro hijo de 3 años me pregunta por él y ya no me cree las veces que le digo que está trabajando. Tuve comunicación con él en estos días y no da señales de preocuparle la forma tan inmadura en que está actuando. Todos los gastos de la casa y de nuestro hijo los llevo yo, y más importante que los gastos, el amor, la ternura, los cuidados y las preocupaciones los llevo solo yo. Espero sacar fuerzas y ser el mejor ejemplo de madre y padre para mi pequeño retoño.
Marco Asturias /
Casi similares circunstancias rondaron alrededor de mi vida, tuve una madre que también fue más que un padre. Recuerdo tantas noches en la cabecera de mi cama, la cual compartíamos con otro mi hermano, cuando muchas veces me enfermé, siempre ella brindándome su amor y ternura, fue una madre espectacular, de mi padre ni hablar, al igual que usted estimado Julio, no tuve la dicha de tenerlo a mi lado, también lo quise buscar pero igual nunca tuvo tiempo para mi, es una herida que solo el tiempo ha ido sanando, sin embargo cada mañana ruego a Dios que lo siga bendiciendo dondequiera que se encuentre, solo espero que sea feliz.