¿Quién en su sano juicio aceptaría pasar 4 horas de tránsito, 24 horas de inseguridad y de violencia o condiciones de vida poco dignas? Menos salud mental, asegura mayor explotación laboral, menos participación política, menos cuestionamiento al sistema, más vínculos afectivos malsanos.
Yendo a lo básico de Maslow que todos conocemos, su famosa pirámide, ningún ser humano puede llegar a autorealizarse como persona plena, sin tener los servicios básicos como alimentación, salud, educación y vivienda cubiertos. Es decir, mientras Guatemala siga siendo un país desigual y pobre, con un Estado cooptado, corrupto y débil, poco podremos pedirle a la sociedad en general que disminuya la violencia, que le apueste a la vida en comunidad, que fluya la creatividad y la consciencia ecológica o a vivir desde el amor, el respeto y la paz. Y sí, ya sé que hay muchísimos guatemaltecos y guatemaltecas ilustres o que, a pesar de la precariedad o la adversidad han salido adelante. A ellos yo no les llamo “chapines chispudos” como nos quieren hacer creer, a ellos les admiro por la capacidad de resiliencia y de fortaleza emocional que demuestran. La resiliencia es entendida en psicología como la capacidad de superar un trauma, o de adaptarse a la adversidad. Quiero creer que llegará el momento en el que las adversidades a las que nos enfrentemos no se llamen Guatemala, que la resiliencia que desarrollemos se deba a la historia personal y no por las condiciones sociales del país en donde nos tocó nacer.
Lo más probable es que quienes tenemos la oportunidad de leer en internet, hayamos tenido las necesidades básicas satisfechas, que incluso tengamos la capacidad económica de costear viajes o estudios en el extranjero. Ojalá eso fuese suficiente para que seamos personas sanas mentalmente. En algún momento de mi profesión, me he cuestionado si “ir al psicólogo o al psiquiatra” no es un cuidado exclusivo para quienes son privilegiados. Después de un tiempo considero que no es únicamente un privilegio, es una responsabilidad con implicaciones sociales, a la que estamos llamados.
Hablar de salud mental es hablar del propio bienestar, de la autopercepción, de qué tan eficaz y autónoma me siento, de reconocer mis competencias, de saberme autorealizada intelectual y emocionalmente. Dejemos de ver la salud mental como la ausencia de trastornos mentales. La necesidad de alfabetizarnos en las emociones es urgente. No sólo se trata de inteligencia emocional, se trata de salud mental. Con esto quiero decir que no importa el IQ en emociones que podamos tener para evitar que aquellos con rasgos narcisistas o ególatras quieran decir que su IQ emocional es mayor al de otro; acá se trata de experimentar la salud desde la mayor integralidad posible.
En algún momento hemos experimentado el miedo al abandono que aterra a la psique cuando escuchamos un “tenemos que hablar” o cuando vemos un gesto en nuestra pareja que indica molestia. La sensación de vacío en la boca en el estómago al tener que enfrentarse a una situación no deseada. El nudo en la garganta que me impide hablar cuando el momento del adiós llega. La ira que mi dentadura conoce por el desgaste que les significa la presión mandibular o que mis manos perciben y yo me percato minutos después al darme cuenta que tengo adormecidos los dedos de tanto empuñar. La rabia profunda que nubla mi visión y me impide ver más allá del túnel y que inmediatamente me abre el llanto de “enojo” por no admitir que es de dolor. En esos segundos, todos somos iguales, negar nuestra emocionalidad es negar gran parte de nosotros mismos. Quien crea que está libre de emociones, verifique su forma de tomar decisiones y verá como a cada decisión tomada, por mucha racionalización que quiera darle, siempre tiene una emoción central que la mueve.
Y es que acá poco importa el existencialismo, la religión, los libros que llevamos leídos o las veces que vamos a la ciencia para que intente explicarnos el funcionamiento de la amígdala cerebral o la farmacodinamia de las distintas sustancias que consumimos para aliviar lo que vivimos. Acá eso no importa, porque al final todos son paliativos. Todos, desde lo espiritual hasta lo racional intentan acompañarnos en el proceso de la emoción misma, pero nada impedirá que la emoción exista. Qué tan desproporcionada aparezca es de lo que podemos hacernos responsables.
Toda emoción desproporcionada tendrá una consecuencia sistémica familiar, comunitaria, laboral o social. Nuestra poca sanidad mental, arrastra personas. Entender que la salud es un proceso social en el que todos y todas participamos es necesario para colaborar con los cambios que queremos ver en nuestro entorno.
Construir la Guatemala que queremos, necesariamente pasa por construirnos como personas sanas mentalmente. La salud mental, además de ser responsabilidad individual, debe ser prioridad de la salud pública.
José Antonio López /
Muy bien enfocado su artículo. La Salud Mental y la productividad van de la mano, pues no podemos aspirar a tener calidad de vida sin Salud Mental. Felicitaciones!!!
Yadi /
Me encantó!!! Esta nota llegó a mi en el momento que más lo necesitaba, gracias!!!
Astrid Rodas /
Excelente nota! Me encanto <3
Astrid mollinedo /
Cuanta razón hay en esta nota, ojalá que algun día no muy lejano en nuestro pais ir al psicólogo o psiquiatra sea visto como símbolo de bienestar y no de locura.
Sin salud mental no hay salud
Elmer /
Me encantó tu nota, "construir la Guatemala que queremos necesariamente tiene que pasar por construirnos como personas mentalemente sanamente"...
Justamente pensaba en el primer párrafo cuando intenté renunciar esta mañana "Menos salud mental, asegura mayor explotación laboral, menos participación política, menos cuestionamiento al sistema, más vínculos afectivos malsanos".
Marcela Eugenia Morales Camposeco /
Me gusto mucho que dijeras que es una responsabilidad social, yo asi lo veo y vafa etapa de vida te exige la salud mental. Lastimosamente la psicologia en el departamento en el que vivo ( xela )aun es como andar con la amante: " mejor si no te ven con ella" pero la amas, queres estar con ella aunque sea a escondidas...