No olvido que en un bus llegó la delegación de Comalapa, conformada por el colectivo Kamin –de los hermanos Ángel y Fernando Poyón–, los chicos Calí del grupo de Música Maya Aj y los imprescindibles compañeros del grupo Sobrevivencia, una banda de rock alternativo en donde Sara colaboraba en ese momento. La recuerdo callada, meditabunda, guitara al hombro, pero muy atenta a lo que ocurría.
Recuerdo que los organizadores del evento dónde cantaría Sara estábamos en las prisas que conlleva organizar un concierto en la calle: que si llegan policías municipales, que si los cables se han roto, que si el equipo de sonido no prende... Pero en cuanto ella empezó a cantar, era inevitable suspender lo que se estuviera haciendo para poner atención. Ella fue toda una revelación. Con su voz de jilguero nos erizó a todos y nos puso a cantar juntos. La gente que se aglomeró en el Parque Central de Totonicapán se fundía en aplausos luego de cada canción y a gritos pedían “otra, otra”, hasta que el concierto tuvo que acabar.
Luego de ese día, hemos construido una fuerte amistad, unida por el amor a la música, al arte y el compromiso de transformar la realidad. Al concierto en Toto le siguieron muchos eventos más, ya que Sara ha sido parte fundante –junto a otros artistas y gestores culturales– de los “Festivales Solidarios”, un espacio que busca por medio del arte y la música denunciar la prisión política que sufren líderes comunitarios y autoridades indígenas miembros de la resistencia de sus comunidades al despojo de sus vidas. Los Festivales Solidarios se constituyen en un espacio para la protesta creativa.
Algunos años han pasado ya desde que emprendimos esta aventura y junto a Sara hemos tenido días duros, hemos despedido amigos y compañeros, hemos visto salir y ponerse el sol en la carretera, hemos visto la represión hacia gente que queremos; pero a pesar de todo eso, mantenemos firme el anhelo de construir otro mundo, distinto a este, con más solidaridad, amor, comunidad.
Por eso es tan emocionante ver florecer tantos años de trabajo, porque Sara es una mujer activa, trabajadora y, sobre todo, creadoramente comprometida, que hace con este nuevo sencillo «Resistir» un aporte muy importante a la cultura guatemalteca, porque entraña un compromiso con la identidad y las raíces, mientras hace un llamado a no dejar que muera lo bueno y lo bello que hay en nosotros.
Más que una canción, «Resistir» es un llamado a que las y los guatemaltecos asumamos lo propio, pero no desde las etiquetas folclorizantes, sino a manera de ir descubriendo en lo propio esta potencialidad para leer los signos de los tiempos; lo que los jóvenes mayas decimos hoy; lo que los jóvenes mayas dijeron ayer; para que tomando lo vital de esos tiempos podamos hacer un discernimiento crítico muy significativo en la reconstrucción de esta sociedad tan golpeada por el racismo. Desde la letra y melodía de esta canción, se puede sentir la vitalidad de las luchas de los pueblos y cómo estas se multiplican en fuerza creadora.
Resistir es impedir que se muera la esperanza, porque hoy y ante un país donde se discrimina y reprime a los pueblos, amar, defender la vida y la alegría es nuestro mayor acto de resistencia.
* Este texto fue escrito para la presentación de «Resistir», nuevo sencillo de la cantautora Sara Curruchich.
Filóchofo /
Buen artículo Andrea, las composiciones de Sara las hemos estado esperando desde hace muchos años, voces comprometidas y valientes con las luchas diarias de las comunidades. Valientes porque se requiere mucho coraje abrir puertas que históricamente han estado cerradas en ese campo para la población maya.