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Sincretismo, evangélicos y
‘smoke on the water’

Bienvenidos a la laguna de Chicabal, un idílico y majestuoso centro de peregrinación prehispánico ubicado en el cráter de un volcán donde confluyen la hibridación cultural, el fomento turístico, la penetración evangélica y las influencias foráneas.

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Smoke on the water:

la danza del pájaro serpiente

Es domingo. El zumbido lejano de algunas motosierras se confunde con el viento, que trae del pueblo ecos de templos evangélicos amplificados por altoparlantes. Se escuchan letanías de alabanza y tremebundas referencias bíblicas que hablan de plagas, de ira, de temor, de arrepentimiento, del fin que está cerca. La penetración neo-pentecostal es creciente de treinta años para acá en la ruralidad guatemalteca y casi puede palparse en las empinadas laderas de San Martín Chile Verde, Quetzaltenango, subiendo por el caserío Toj Mech rumbo a la laguna sagrada de Chicabal.

«Puras babosadas», comenta sobre el carácter sagrado de la laguna Josías Gómez, un albañil mam bilingüe, cristiano de nacimiento, oriundo de Concepción Chiquirichapa, municipio vecino. «Para mí que son puras babosadas. Los brujos piensan que, al venir ellos, viene la lluvia y por eso traen flores, pero sólo dios es el que pone y quita la lluvia, no los brujos, ni las flores. Supuestamente vienen a pedir lluvias, pero la lluvia ya vino».

Miles de indígenas que año con año acuden en peregrinación desacreditan tácitamente las opiniones de Josías. En efecto, todos los jueves de Ascensión, 40 días después del fin de la Semana Santa, tiene lugar aquí la última rogativa por la lluvia. La laguna de Chicabal recibe entonces una tumultuosa y colorida romería de devotos provenientes de lugares tan apartados como Suchitepéquez, Retalhuleu, Huehuetenango, San Marcos, Quiché, Totonicapán, Chimaltenango y Sololá.

Llegan en grupos de diez a veinte personas, encaramados en palanganas de picops. Suben a pie el último tramo, cargando consigo las ollas y tiliches para la comida. Bajan a la orilla, realizan ceremonias esperando que la providencia conceda buenas cosechas, dejan ofrendas de flores, hacen fuego, queman pom, calientan el almuerzo, comparten en familia y se van.

 

“… dejan ofrendas de flores, hacen fuego, queman pom…”

Dejan ofrendas de flores, hacen fuego, queman pom.

Hervidero de influencias culturales

¿Ceremonias mayas en honor a la ascensión de Jesús? Precisamente. Cuando los curas sustituían dioses vernáculos por santos y vírgenes católicos para catequizar a los nativos durante la conquista, transpolaron  «un mundo sublime en donde lo que fue sagrado ahora se convierte en brujería, lo que fue comunicación con el macrocosmos se convierte en diabolicismo y lo que constituyó la unidad de un pueblo se presenta como el elemento divisorio», explica la antropóloga Barbara Tedlock.

No obstante, el sincretismo ha sido y sigue siendo un método conciliador y necesario para mantener la cordura en un pueblo basado en la religión, subraya el sociólogo Mario Roberto Morales. «Como cuando los indígenas que rezan en la iglesia de Chichicastenango lo hacen mirando hacia el suelo por estar construida sobre una pirámide, o como cuando los fieles del Maximón de Atitlán igual lo visitan a él de noche y en secreto, que a Jehová en avivamientos públicos de día, y también a Cristo en la soledad de la iglesia católica por las tardes. Es decir que ellos mismos negocian su identidad religiosa según las necesidades que les plantea la circunstancia concreta en que se encuentran, quedando bien con todos los dioses que pueblan su intenso imaginario, tal como lo hacían sus ancestros precolombinos».

A este menjurje se une otro elemento a la vez cultural y semi-religioso, también venido de fuera y defendido como propio –aunque no necesariamente híbrido: el futbol.

 

Campo de futbol en Laguna Seca

El campo de futbol en la Laguna Seca.

De hecho, al llegar a la Laguna Seca (punto desde donde se ubica el registro de ingreso al sitio) lo que más llama la atención es el tamaño de la cancha donde invariablemente se ve a gente jugando. Y de hecho, más adelante, habiendo alcanzado ya la meseta debajo del cráter me encuentro con Josías, el albañil, pelota en mano, agitado tras sudar una chamusca con sus amigos.

Mientras conversamos, un amigo suyo chapotea en el agua cazando peces con la ayuda de un palo filudo. Ya lleva dos. Pregunto si sabían que es prohibido meterse al agua. «No», responde Josías. «O sea de que sí es prohibido, pero para él [señala con la boca a su amigo] no».

Sagrada y rentable

Los administradores del sitio, organizados en la Asociación de Agricultores Ecológicos (ASAECO), se encargan del ornato, señalización y mantenimiento del lugar, financiándose con la venta de boletos y el apoyo de la cooperación internacional. Según Juan García, unas seis mil personas (entre nacionales y extranjeros) visitaron el sitio el año pasado.

Fabricio Aguilar, con quien me encuentro también aquí mismo, visitando la laguna, resulta ser uno de los promotores decisivos del modelo actual implementado en Chicabal. Conoció este sitio hace 45 años. Nos decían que la laguna se movía de posición, y que si no ibas con fe, no la encontrabas. Y a veces no la encontrábamos, porque el camino era mucho más cerrado”.

Un día de 1993 fue y vio que en la parte sur habían talado «como diez hectáreas». Se puso a llorar. «Entonces decidimos comenzar el proceso de recuperación. La gente estaba necia con que querían sembrar papa y zanahoria. A ellos no les entraba en la cabeza que era un lugar sagrado, porque eran evangélicos».

Cuenta que los campesinos de Toj Mech habían metido ya un tubo para extraer el agua de la laguna y así regar sus cultivos. El proceso de concienciación fue difícil, dice, «pero se pudo». Con un grupo de compañeros, aupados por la cooperación suiza, formaron Helvetas Pro Bosques. Fueron a la alcaldía de San Martín y ahí les dijeron que el volcán no era del municipio sino propiedad de una finca. La parte sur estaba hipotecada.

Al propietario, Luís Gil Castillo, lo convencieron con un modelo de desarrollo eco-turístico. Algunos pobladores de San Martín estaban buscando asesoría, «pero tenían en mente construir un balneario tipo Los Aposentos, con lanchitas y todo». Por aquel entonces Aguilar cursaba una maestría en gerencia para el desarrollo. «Ahí fue donde yo hice mi tesis», dice. «Y te seguiría explicando pero me tengo que ir, porque a la una es el partido entre Municipal y Comunicaciones».

Lo maya, lo cristiano, lo mexicano, lo gringo…

Enfilando ya el camino de regreso, subiendo la cuesta del cráter me topo con Juan López, de 22 años, oriundo de San Martín. Lleva pantalones flojos y una gorra de los Yankees ladeada, a la usanza de los cantantes de hip-hop. El hablado espánglish lo delata: regresó hace tres meses de Florida, en donde vivió siete años. «Está cabrón allá», dice.

«A Chicabal viene gente de todos lados, no sólo mam. Aquí les gusta porque es más limpio; en cambio otros lugares, como Atitlán, no hay tanta ceremonia porque ya entró el drenaje», comenta, en referencia al montón de tuberías de aguas negras que desembocan en el lago. Al llegar a la Laguna Seca hace lugar en la cabina para llevarme en su picop. Del retrovisor cuelgan tiras de nylon, y en ellas va prendida con gancho una medalla con la imagen de la virgen de Guadalupe.

La influencia tanto de Estados Unidos como de México, como consecuencia del flujo migratorio de guatemaltecos hacie el Norte, es casi ubicua: los ringtones de los teléfonos celulares, las vistosas casas kitsch construidas con dinero de remesas, la ropa de paca con que se visten los jóvenes, sus peinados. Incluso pude ver a una anciana que se cubría la espalda usando, a manera de rebozo, una toalla impresa con la bandera de los Estados Unidos.

 

“… una anciana que se cubría la espalda usando, a manera de sa’t, una toalla impresa con la bandera de los Estados Unidos”

Una mujer se cubre la espalda usando, a manera de rebozo, una toalla con la bandera estadounidense.

Una llovizna cae sobre San Martín Chiquito. Los voceros de Jehová compiten en estridencia para atraer a la feligresía, alternando sus sermones ora en mam, ora en español. Camino abajo está el museo Tkub ‘lachej. Cruzo el puente colgante de madera que pasa sobre un riachuelo de aguas negras. La carretera está a cincuenta metros.

Me acuerdo de Juanito: aquí también ya «entró el drenaje». Me acuerdo de Josías y sus «puras babosadas». Y me acuerdo de Fabricio: ¿cómo habrá quedado partido?

A Marcela Gereda.

(Daniel Perera, Alejandro Flores, Julio Serrano Echeverría, Virginia Flores, Fabricio Aguilar, Marcela Gereda y Carlos Sebastián colaboraron con apoyo visual para este reportaje. Rocío Argueta estuvo a cargo de montar el video).

 

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Andrés Zepeda
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Abogado de causas perdidas, cronista de acontecimientos irrelevantes, terrorista cultural, músico frustrado, comunicador en ciernes, polemista, videasta y ciudadano ejemplar, entre otras cosas peores.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Devi Looper
    Dieguito Tobar /
    18/08/2014 11:12 AM

    My bonito.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Enrique Duarte /

    18/08/2014 10:32 AM

    Es interesante comprender que las religiones, todas ellas, son las que han pérdido las ideas de un Dios único pero con muchas formas de acuerdo a las culturas y tradiciones de cada una de las poblaciones del mundo. Por ejemplo, Jesus no era religioso El dejó un modelo, por medio de La Biblia, de una forma de vivir en paz y de santidad en lo interno y en su entorno.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Almudena /

    14/08/2014 10:22 AM

    Me recordó el último recorrido que hice a dicho lugar, antes pues no habían tantos "gringos" que fuesen, era más para el pueblo, era un convivir con la laguna, escuchar su espíritu, sentirlo, saber que está en el cerro.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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