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Tres ideas de un ratón de campo como yo

Un amigo editor me dijo alguna vez que para él una buena historia era aquella de la que recordaba algún detalle aún cuando pasara mucho tiempo, era una de sus formas para decidir publicar los textos de alguien. Los leía, los guardaba y si al cabo de unos meses recordaba algo de ellos, los publicaba.

Cotidianidad n789 Opinión P369
Esta es una opinión

Fotografía: www.flickr.com/photos/amslerpix/

Esta idea de la memoria como estándar para decidir si un libro es bueno, me ha acompañado por bastante tiempo. Me parece más acertada que confiar ciegamente en el criterio de críticos o en la fama que acompaña a algunas publicaciones.

Lo uso también con películas e incluso pinturas o música que transmiten ideas importantes o preguntas -las cuales decidimos guardar en la mochila de las memorias-, con la que caminamos por la vida, y que nos hace ese conjunto de imágenes provenientes de muchas fuentes las cuales nos constituyen como seres humanos.

En un ejercicio de memoria descubrí que las historias más antiguas que me acompañan vienen de algunas caricaturas. Son memorias previas a cuando descubrí los libros gracias a Mafalda, puesto que miraba tele mucho antes de leer por mí misma.

Recuerdo con claridad la historia del ratón de campo y el ratón de ciudad, cómo el primero decide volver a su casa que no tiene las comodidades y ventajas de la casa del ratón de ciudad, pero cubre todas sus necesidades y es segura. (No encontré exactamente la que recuerdo, pero esta versión es bastante cercana).

Hay muchas formas de contar un cuento y el de los ratones le pertenece a Esopo. Su moraleja es que el ratón del campo prefiere la seguridad de su casa a la abundancia de la ciudad, cuyo precio es vivir en constante peligro.

Siempre me he considerado un ratón de campo porque crecí en una granja en medio del bosque. No puedo idealizar la vida en un lugar en el que no había agua potable y teníamos que guardar agua de lluvia para el verano, tampoco tiendas de esquina porque de hecho no había esquinas, ni caminos en invierno.

Pero de ella extraño el silencio, esa ausencia de ruido de motores y de altoparlantes que te venden verdura o te compran chatarra, esa ausencia de iglesias que creen que Dios está sordo y hay que hablarle a gritos. También extraño la oscuridad total de las noches en que no hay luna.

Pero vivimos en un país donde muchos ratones de campo prefieren el peligro de la ciudad porque la alternativa es la miseria y la muerte. No hablo solo de los que migran a Guatemala para trabajar como chicleros o empleadas domésticas, sino también de los que se van por millares a Estados Unidos.

Hay ratones de ciudad que quieren preservar los campos y se niegan a que la industrialización llegue a ellos. Tienen en mente esas caricaturas en donde se presentan las ciudades de la revolución industrial con paisajes grises, humo por todos lados y la gente viviendo una inmensa congoja por hacer un trabajo mecánico en la fábrica.

Hay ratones de ciudad que tienden a idealizar la vida enel campo porque nunca tuvieron que caminar durante horas para ir al médico o a la escuela, que no fueron al río a lavar la ropa o traer agua.

Hay ratones de ciudad, como el que presenta la versión de Plaza Sésamo, muy sobrado de sí mismo y que no tiene idea de qué es el campo ni  respeta al primo que vive allá (lo presenta con el cliché de “simple”, por no decir bobo). Cree que su modo de vida es el mejor y no entiende por qué el primo quiere volver a su casa.

También hay gatos que quieren decirle a los ratones cómo vivir y qué es mejor para ellos.

Lo bueno es que hay ratones que comprenden que el mundo hay que construirlo, que uno no debe dejarse llevar por las versiones idealizadas de la historia o los recuerdos de las caricaturas que ha visto.

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Conoció los cómics porque un día se empachó de literatura, aunque nunca dejó de creer que se puede cambiar al mundo un lector a la vez. Ama el cine y los dulces de anís.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Bea /

    04/03/2015 11:33 PM

    Qué lindo, Ade!

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    eljorgeluis /

    02/03/2015 10:50 AM

    Aunque naci en la capital, ame mis vacaciones en Jalapa, con la familia de mi mamá, recuerdo que cada vez q mis padres se iban los fines de semana a trabajar, yo les preguntaba si ese día ibamos a ir a Jalapa, para asi ir al sitio a subirme a los arboles de jocote con mis primos, aun en estos días cuando lo hago paso caminando donde ahora hay una casa en ese sitio valdio que era de la familia en el cual saltaba entre charcos y me subia a los árboles

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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