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Cocinando en la crisis: un viaje al lado de las estufas ahorradoras.

Más de la mitad de la población guatemalteca cocina sus alimentos con leña y la mayoría de ellos en fuego abierto. El humo, según la Organización Mundial de la Salud, aumenta en un 31% las enfermedades respiratorias que en Guatemala son la principal causa de mortalidad en niños menores de 5 años. En medio de la pandemia de COVID-19, la organización HELPS sigue instalando, en comunidades lejanas, estufas ahorradoras que evitan la contaminación con humo. Esta es una entrevista con Herber Santos, colaborador de HELPS.

COVID-19 Ideas y soluciones P369

Vecinos de un asentamiento de Mixco momentos previos a instalar las estufas ahorradoras.

¿Es sensato continuar con un proyecto como este en medio de esta pandemia? Definitivamente. Durante la pandemia las estufas ahorradoras tienen un plus. Aquí en Guatemala no se piensa mucho en eso, pero la realidad es que día a día una gran parte de la población respira el humo de fuego de leña. Al tener una estufa ahorradora con chimenea, el humo no se queda dentro de las casas, por lo que la gente respira aire más limpio. Así, el cuerpo está en mejores condiciones para enfrentar un posible contagio de COVID-19.

¿Las medidas gubernamentales de contención dificultan la distribución de las estufas? Por ser una institución de ayuda tenemos permiso de locomoción sin limitación. Aún así hay problemas en el acceso a muchas comunidades rurales porque la gente, con justa razón, está asustada. Nosotros intentamos explicar nuestro objetivo. Como organización, al igual que los donantes extranjeros y locales, queremos proteger la salud de personas vulnerables. Además respetamos los cercos totales sumado a que, en algunos lugares, hay gente armada cuidando el ingreso a las comunidades. Aún así continuamos la labor en las zonas donde sí es posible.

¿Cómo inició la implementación de estufas ahorradoras en Guatemala? Los fuegos abiertos ocasionan efectos muy dañinos, no solo en la economía de las familias por el costo de la leña sino en el medio ambiente por la tala de árboles. Sin embargo su mayor impacto es en la salud de las personas. Nosotros organizamos jornadas médicas donde se han visto casos extremos de quemaduras de hasta tercer grado a causa de fuegos abiertos. Pese al problema hay una falta total de concientización de parte de los gobiernos locales sobre métodos alternativos para cocinar. Por eso iniciamos este proyecto. Trabajamos con el modelo ONIL. Esta estufa cuesta unos 1,200 quetzales y mucha gente no tiene el nivel económico para tal inversión. En muchas ocasiones solamente podemos avanzar gracias al apoyo financiero de organizaciones extranjeras. Diferentes gobiernos guatemaltecos han demostrado interés en colaborar pero nunca se logró un programa eficaz a gran escala.

¿Cuál ha sido su experiencia en las comunidades rurales? He tenido la oportunidad de estar en muchos lugares como el Corredor Seco, Quiché o Cobán. La pobreza está a la vista. A veces me encuentro con niveles de pobreza extrema. He conocido lugares donde viven seis personas con un ingreso de 22 quetzales y con eso un día comen y el otro no. Conocí aldeas donde la higiene es cero porque no hay medios disponibles para cuidarse, la educación es nula y también hay un clima de machismo que le quita voz a la mujer y la obliga a ver cómo alimentar a seis niños sin recursos.. Esta gente está muy desprotegida. Cada día salen a buscar el sustento y ahora, en época de pandemia, hay familias que pasan días sin comer.

¿Es diferente la situación en los asentamientos de la ciudad que la realidad que se vive en el área rural? El fuego abierto es el denominador común en Guatemala. He atendido barrios urbanos donde la gran mayoría de gente utiliza leña, basura o papel para cocinar. Pienso que el impacto de la implementación de estufas ahorradoras es enorme. Reduce hasta un 70% el uso de leña, hay menos riesgo de quemaduras y los niños gozan de mejor salud. En estos tiempos de pandemia es vital que la gente esté fortalecida en su sistema inmunológico. Hay muchísimo camino por recorrer, pero se puede. La gente necesita apoyo para que puedan desarrollarse como personas.

 

Herber Santos durante las capacitaciones para explicar el uso y mantenimiento de las estufas ahorradoras.

¿A usted le preocupa trabajar en barrios considerados “zonas rojas? Lo duro es conocer lugares donde la gente está totalmente desnutrida. No tienen para comerse una tortilla y esto irá creciendo. Es un panorama triste, oscuro. Ellos están esperando y seguirán esperando ayuda. Un hombre me decía: “Estamos esperando” con una fortaleza increíble porque decía que tenía tres días sin comer. Desafortunadamente los programas estatales llegan a lugares donde la gente sí tiene necesidades, pero no donde están muriendo de hambre.

¿Qué piensa usted de las medidas de contención, sobre todo al estar tan cerca de estas realidades? La situación que estamos viendo acá está tan cerca de la capital. Es fácil decirle a la gente: “Quédese en su casa. No salga”, pero hay un montón de personas que tienen dos meses sin ingresos. ¿De qué van a vivir? ¿Qué van a comer? Hay que ver detrás del COIVD-19. ¿Cuánta gente va a morir de hambre durante la crisis?

¿Usted teme que la inseguridad en Guatemala va a aumentar? Yo pienso que la escalada de violencia va a subir. Siguen habiendo asesinatos en Guatemala. Donde tu llegas a dejar una ayuda, ya eres visto como alguien que tiene dinero y que tiene recursos. O bien, que representas a alguien que tiene mucho dinero. Con el tiempo mucha gente que no ha delinquido antes se va a ver obligada a hacerlo. Se va a ver acorralada para poder llevar alimentos y sustento a sus casas.

¿Cómo es la vida en los asentamientos que habitan estas personas? ¿Cuál ha sido su experiencia? Son demasiadas personas viviendo en un terreno pequeño. Son varias viviendas de cuatro por cuatro metros, con siete u ocho personas. Es la realidad que se vive en Guatemala. Este lugar pertenece a uno de los municipios más grandes colindantes con la capital. Estamos a veinte minutos de centros comerciales y de hoteles de lujo pero las casas aquí tienen pisos de tierra. Por todos lados hay animales de granja y la gente sobrevive como puede. Cuento diez, quince, veinte niños de menos de doce años. Señoras que trabajan, supongo que lavando o en maquilas. Ahora no tienen trabajo por la cuarentena y por ende, no tienen alimentación.

¿Cómo responden las familias beneficiarias de las capacitaciones que ustedes imparten sobre la instalación y mantenimiento de las estufas? Al inicio las diferentes partes de la estufa les parecieron extrañas pero conforme la estufa se fue armando, creció la expectativa. Una vez instalada causó muy buena impresión en ellos. Creo que genera esperanza. Una abuela recibió una estufa bonita y está agradecida. Dice que nunca antes ha recibido tal apoyo. A estos lugares llega muy poca ayuda, o no llega. Yo espero que la estufa tenga impacto en sus vidas para que reduzcan esos Q6 que a diario gastan en leña y ahora sean solo Q3.

Andreas Boueke
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Reportero radiofónico que detesta teléfonos móviles, sociólogo, ciclista, alemán pesado (dice Magalí, su preciosa esposa chapina), residente en Guatemala desde hace ya treinta años.


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