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Aquí también dolió, solidaridad desde Los Ángeles

Los migrantes quisieran un mecanismo para que sus remesas se pudieran convertir en vivienda digna.

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Esta es una opinión

Migrantes recolectan ayuda para los sobrevivientes del Volcán de Fuego.

Foto: Ana Carpio.

En la iglesia evangélica Betania, ubicada en el centro-sur de Los Ángeles, California, alrededor de 15 guatemaltecos de “Red Migrante” organizan las donaciones que la comunidad del área ha llevado durante los últimos días en respuesta a la tragedia causada por la erupción del Volcán de Fuego en su país.

La actividad se interrumpe de pronto. Una mujer de unos 45 años llora desconsoladamente en brazos de una de las voluntarias. Entre sollozos cuenta: “A las 14:52 todavía una sobrinita nos estaba mandando videos. Yo les dije corran. Váyanse”.

Es Enma Pamal, inmigrante guatemalteca que vino a EEUU hace 25 años. Su familia -–dice– era famosa en “Los Lotes”, la pequeña aldea que fue literalmente borrada del mapa a eso de las 15:00 horas del domingo 3 de junio, pocos minutos despúes de que ella recibiera en su celular los videos enviados por su pequeña sobrina, hoy desaparecida.

“Eramos la familia más grande de ahí”, continúa. “Todos nos conocían, somos como cuarenta. Dieciocho, de los más cercanos, murieron. Mi papá, mi mamá, hermanos, sobrinos. Sólo se han logrado recuperar dos cuerpos”.

Mientras la escuchan, varios miembros de la organización toman nota de lo que dice. Ruedan más lágrimas. Inquieren. Enma necesita dos pasajes para Guatemala, uno para ella y otro para su hija adolescente, a la que no quiere dejar sola en Los Ángeles. Quiere irse, enterrar a sus familiares, abrazar a los sobrevivientes, pedir que continúe la búsqueda. No puede estar aquí ni un minuto más. Como pudo, intentó que el lunes siguiente a la erupción fuese un día normal, aun esperando la milagrosa aparición de sus seres queridos, pero sólo logró completar cuatro horas en su habitual trabajo de ocho como mesera de un restaurante.

La tarde avanza y varias llamadas más tarde, los boletos de avión están listos y en primera clase. La aerolínea dio un precio especial y la comunidad de inmigrantes pagará el costo.

Tímidamente me acerco para hacer algunas preguntas que tengo atascadas en la garganta. “Enma, usted que creció ahí, ¿se acuerda de si alguna vez alguien les habló de prevención de desastres, sobre qué debían hacer en caso de una emergencia?”.

Me mira adolorida. “Nadie nunca nos dijo nada. Cincuenta años o más tiene ese Volcán de estar echando humo y la gente se confió. Imagínese, si Ricardo Arjona tiene una escuelita ahí cerca, si además los millonarios hicieron ese hotel en el lugar, uno de pobre, le ofrecen un lote barato y lo agarra”.

Mientras la escucho, alcanzo a oír tambiem las noticias que fluyen inclementes a través de los celulares: El volcán volvió a activarse. Los albergues no se dan abasto. Se suspenderá la búsqueda de cuerpos. “Antes –me dice Elizabeth Molina, que tiene 32 años de vivir aquí– teníamos que esperar a salir del trabajo y llegar a casa para enterarnos de que pasaba, y era poca la información que recibíamos”.

Me entero también que Enma no es la única inmigrante que perdió a buena parte de su familia durante esta tragedia.

Se improvisa un almuerzo de sabor y olor guatemalteco. Mientras comen, los voluntarios continúan pendientes de sus teléfonos y comentan que les preocupa que la ayuda sea robada. Concluyen que lo importante es hacer su parte; luego, “que sea lo que Dios quiera”. Me cuentan sobre la frustración de no poder viajar, un lujo reservado sólo para quienes cuentan con la documentación necesaria: una greencard y un pasaporte.

Walter Batres, director de "Red Migrante", afirma que es difícil cuantificar cuánto apoyo será enviado. Esta organización de migrantes, que no es la única, tiene alrededor de 5,000 integrantes distribuidos en todos los estados de la Unión Americana, menos Alaska, Hawái, North Dakota y Maine. Cada uno coordina su manera de hacer los envíos. Existen además inmigrantes que donan sin que ninguna organización funcione como intermediaria.

El domingo 10, desde Los Ángeles se enviaron por avión las primeras 200 libras de medicina y productos de higiene personal. La próxima semana se espera hacer llegar un contenedor con ropa y víveres, pero aun falta establecer que línea área puede hacerlo y negociar un precio especial por tratarse de una emergencia. Hay varias actividades de recaudación programadas durante las próximas semanas en lugares que, como esta Iglesia, ceden sus instalaciones para recibir las donaciones.

Para saber de primera mano que necesidades son más importantes de cubrir, los inmigrantes se comunican con periodistas en Guatemala que realizan cobertura noticiosa en los albergues y hospitales donde se recuperan los sobrevivientes. “Tenemos 10 comisiones. Estos comunicadores son miembros de la de Comunicación. Son nuestros ojos y oídos allá".

Batres lamenta que que no se haya podido aun implementar una iniciativa que tenía como objetivo utilizar las remesas para la construcción de infraestructura en el coordinación con las distintas comunas del país. Los inmigrantes aportarían el dinero, las municipalidades la maquinaria y la comunidad la mano de obra. Piensa que en momentos como éste, sería el mecanismo ideal para apoyar la reconstrucción de las aldeas afectadas. Por ahora, el dinero para empujar el desarrollo, seguirá llegando directamente a cada familia.

Pero no para la de Enma Pamal. Antes de irme de la Iglesia, la escucho contar que su sueño era construir una casa muy grande, para que todos vivieran en ella.

Esa remesa tendrá que encontrar otro destino.

Ana Carpio
/

Periodista y productora audiovisual, con 25 años de experiencia en el campo de la comunicación. Observadora, curiosa y terriblemente empática. Creo que la verdad es gris, no negra ni blanca. Me intriga la naturaleza humana y amo escribir.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Brayan Vitola /

    13/06/2018 9:22 AM

    Las ONG'S que son la base fundamental de el desarrollo comunitario aquí en USA deben de ser las encargadas de ese desarrollo primordial urgente en Guatemala.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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