Si no me conocen, me preguntan si yo soy “esa” Luisa Fernanda Toledo que escribe en Nómada. Si me conocen, me dicen: “Te acabo de leer”. Invariablemente los intercambios que siguen son positivos, reafirmantes, me dejan queriendo escribir más. En el segundo grupo están los hombres…
Generalmente me levantan una ceja y me dicen con una voz más baja de la normal: “Leí tu último artículo”. Me encanta verlos fijamente y preguntarles si es el de mi blog de todos los días y si se enteró que a mi gato le compré un juguete nuevo. Se sofocan, se sonrojan, se les acaban las palabras. Y yo espero pacientemente a que me digan claramente que les gustó lo que escribí acerca del sexo oral, de la pornografía, de ir a un motel o de las tantas otras cosas que he contado.
También me he sorprendido con la variedad tan ¿pintoresca? de comentarios en las redes sociales en las que se difunden estos posts. Yo agradezco el interés que se toman en leerme, por supuesto. Pero sí he de admitir que he dejado de leer las “críticas”. Suficiente tengo en mi vida real.
Cuando comencé a escribir acerca de lo que para mí ha sido llevar una vida sexual dentro de un matrimonio de más de diez años con dos hijos pequeños, creí que iba a ser un tema sin complicaciones. O sea. Estoy casada. Hablo de tener sexo con mi pareja. Se supone que, aún bajo los estándares más cuadrados de nuestra sociedad, esa es precisamente la situación relacional en la que está “permitido” tener sexo. Además, como ya he dicho, tengo dos hijos que son evidencia incontestable de que, por lo menos dos veces, hemos copulado con mi marido.
Pero no. Resulta que el tema es complicado y yo soy “muy valiente” por “atreverme” a hablar de él. ¿En serio? No entiendo qué expectativas tiene entonces la sociedad en general de una mujer.
Y es un peso que no siento en mi vida normal. Yo no estoy en “el mercado” buscando pareja, cosa por la que muchas veces doy gracias casi de rodillas. Así que no me topo con toda esa bola de prejuicios enormes con los que tienen que lidiar mis amigas que sí están solteras y que quisieran encontrar alguien con quien compartir un rato agradable.
Porque, o qué barbaridad si las mujeres que no quieren una relación a largo plazo, o qué barbaridad que no quieren algo muy casual, o qué barbaridad que aceptan (casi) cualquier propuesta para conocer gente nueva que reciben, o qué barbaridad que jamás aceptan salir con nadie. Y, ¡horror de horrores!, peor si cometen el pecado imperdonable de ser directas y querer poner las cartas sobre la mesa de dónde están y hacia dónde quieren ir. Aunque sea sólo por un café.
Hablar de sexo, desde mi posición, debería ser muy cómodo. Algo así como la piscina para niños: un lugar seguro que sirve para pasarse un buen rato sin mayores peligros y para aprender a nadar antes de atreverse tirarse a lo hondo. No debería escandalizar a nadie. ¿O qué? ¿Se supone que sólo debí acostarme con mi marido con el ánimo de tener hijos? ¿Que debo ser una pieza de decoración en la casa, servirle la comida al hombre, acompañarlo a ver tele, tenerle limpios a los niños y hacerme la estatua cuando estamos en la cama? ¿Para qué creen sirve estar casado? Entre otras muchas cosas que hacen de una pareja una verdadera familia, es para tener sexo, para coger. Si tan rico que es. Y, después de más de diez años de matrimonio y veintidós años de conocernos, les puedo decir que con mi marido funcionamos como una máquina bien aceitada y nos conocemos todos los botones. Hasta descubrimos nuevos cuando encontramos un poco de energía luego de todo lo que implica vivir esta vida loca.
Tener sexo es un acto privado. Íntimo. Que (generalmente) involucra únicamente a dos personas. Pero eso no lo hace oculto, ni prohibido, ni sucio. La conversación acerca de las relaciones sexuales debería ser abierta y franca. No necesariamente detallada. Y nunca con ánimo de meterse a juzgar la vida de los demás. Sinceramente, a mí me afecta muy poco qué puedan hacer ustedes con sus parejas o falta de ellas y lo mismo debería sucederles a ustedes conmigo.
Mientras llegamos a ese nivel zen, seguiré recibiendo con gusto las sonrisas de las mujeres que me felicitan por este espacio, con diversión cómo sonrojo a los hombres que me dicen que me leen y me abstendré de poner atención los comentarios.
JUAN FRANCISC /
solo la que escribe se cree esto y unos 7 pelones más. Ya es hora que maduren mucha
HOYPORHOY /
Hola. Me gusta la gente que escribe directa, en cualquier tema. Y si es sexo más. Coincido con vos en que debería ser un tema normal, lamentablemente nos falta mucho para llegar a eso. En todo eso, me gusta tu artículo. En lo que no me gustó, es en que me digás que de quienes te leen tenés de un lado a las mujeres (que reaccionan maravilloso y te dejan con ganas de escribir más) y por el otro los hombres a los que con una sencilla frase los dejás desarmados. Perdoname pero ni las mujeres tienen la apertura que sugerís (ojalá y la tuvieran) ni todos los hombres tienen esa estrechez de mente (espero que cada vez sean menos).
Odra Garcia /
ME encanto!
Mónica Arriola Román /
Luisa, a mi me gusta leerte.
El día que ya no me guste, lo dejaré de hacer. Así de sencillo.
Lamentablemente en nuestra sociedad y a los ojos de los demás, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, quedas bien.
¡Por ahora, espero el próximo artículo!
:)
Bernardo Fuentes /
Me parece excelente tu articulo. Me gusta ver tus post y aunque solamente te leo de vez en cuando en tu blog o aqui , si me pones a pensar cuando lo leo.
Sigue asi !!!!
Bernardo
Mercedes Escoto /
Gracias, gracias, gracias!!! A seguir adelante rompiendo esquemas!
Ericka Garcia /
me encanta leerte y divertirme con tus ocurrencias, no soy casada pero tengo una linda relación de 3 años donde hemos crecido juntos en todo sentido y como dices tu "siempre que hay tiempo y entusiasmo encontramos nuevos botones". Saludos
Francisco Font /
Yo tambien me sonrrojo.... pero me gusta leerte