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La vida siempre nos pide estallar

Hay atracciones más poderosas que la gravedad. Fuerzas de la naturaleza que juntan a dos cuerpos de forma inexorable y los chocan para que exploten y se amalgamen y se fundan. Quieren crear elementos nuevos que irradien más calor y energía que un núcleo atómico.

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Foto: The Vow (MGM)

A veces, a pesar de la violencia, el choque no pasa a más. El calor se dispersa y, como por acto de prestidigitación, cada persona se recupera a sí misma. Un poco cambiada, pero separada de la otra. Ya no queda nada de esa energía, que sale errante a buscar dónde más empujar.

Otras, ambos se destruyen y ya no pueden ni seguir juntos, ni caminar solos. Quedan trágicamente condenados a vivir sobre los escombros humeantes de algo que fue grandioso. Siguen rondando la tierra arrasada por una pasión que sólo dejó destrucción a su paso. Permanecen atados por los lazos del recuerdo y son incapaces de agradecer lo sucedido y trascender con lo aprendido. Ya no cazan entre sí y tampoco quieren buscar algo nuevo. Falta de valentía, demasiada nostalgia, mucha rutina que no se puede y no se quiere romper.

Pero hay algunas veces que la explosión crea universos enteros que se expanden en el infinito. Nacen estrellas, se levantan volcanes, evolucionan especies enteras.

Cuando esto sucede, ambos cuerpos son un milagro de separación y unidad, que regresan a chocar una y otra vez, aumentando el número de universos infinitos en cada encuentro.

Va más allá del amor, de la pasión, del placer. Es una necesidad imperativa de acercar dos cosas que ya se pertenecen desde antes. De desmoronarse para volverse a rehacer. De perderse en alguien más y encontrarse a sí mismos del otro lado. Y sucede desde lejos, sin distancia que valga, porque son las almas las que se llaman y la vida la que se encarga de juntarlas. Se alimentan de saberse allí y crean espacios en las mentes que sólo se pertenecen el uno al otro.

Esa misma fuerza necesariamente aleja a veces y hay ocasión de crecer separados, de montar un mundo aparte. Eso está bien. Porque, aunque arrancarse del otro duela y deje cicatrices, las cosas nunca evolucionan si permanecen estáticas y hay que encontrar cómo recargarse.

Pero para ese tipo de almas que vibran a una misma frecuencia, siempre se está fundido y hay una plenitud en compartirse. Allí es inevitable estar juntos, porque ya se vive así, con el otro como con uno mismo.

Y cada encuentro es más violento y grandioso y total, por el mismo hecho de la distancia salvada. Hay algo diferente qué conocer detrás de ojos que nos miran. Por muy corta que haya sido la ausencia, ésta duele y ese dolor también es precioso y se atesora porque nos recuerda que alguna vez estuvimos lejos.

Para eso hay manos que borran dolores y besos que se tragan las lágrimas y cuerpos que se vuelven uno y suspiros que terminan en gemidos. Bocas rozando pieles suave y tiernamente. Manos que se tocan con cautela al principio y luego se agarran como si fuéramos a naufragar y tuviéramos que aferrarnos al otro para no ahogarnos, aunque sabemos que es en ese otro en el que nos queremos perder. Hay posesiones que se marcan, que nos hacen decir que el otro es nuestro, aunque sea sólo en ese momento.

Hay ocasiones para vaciar nuestros corazones, dejarlos limpios de nuevo, expandirlos, dejar que respiren, se aligeren. Así los podemos volver a llenar, con más capacidad que antes.

Así reconocemos a los que son de nuestra misma especie: en que sentimos la explosión antes que suceda. Saber encontrarlos es la clave para no vivir acorazado, frío y solo. Verlo en unos ojos que nos atraviesan a distancia, sentir el anhelo de algo que nunca hemos tenido, llenar los espacios de la mente que dejan las cosas lejanas. Aceptar que necesitamos tomar las oportunidades de estar con los que nos atan la energía y el conocimiento, es parte del aprendizaje de estar vivo y sentir, no simplemente existir. Nos llenamos de música y palabras dulces y palpitaciones extra.

Y sentimos terror, porque sabemos que esa entrega es total, que corremos el riesgo de perdernos para siempre. No estamos acostumbrados a dejarnos ir así, la racionalidad nos quiere amarrar y queremos hacerle caso, porque así hemos vivido (sobrevivido). Y el corazón se nos esconde en el pecho como un pajarito lleno de miedo, porque no quiere que lo rompan. ¡Qué triste existencia!

Si somos sinceros, abrirnos es un acto de aceptación de nosotros mismos. Rompemos la inseguridad de no sentirnos suficientes, de no creer que nos puedan aceptar enteros. Cada año que pasa sobre nosotros nos hace más difícil el compartirnos. Nos vamos gastando a nuestro modo y quién puede entrar en eso. Perdemos la capacidad de darnos. Ya no queremos tomarnos el tiempo de conocer al otro. Si no hacemos un esfuerzo, nos vamos secando. Nos quedamos como un explosivo que ya no sirve. Tragedia.

Es un desperdicio dejar de hacerlo sólo porque, a veces, duele y, siempre, deja cicatrices.

La vida siempre nos pide estallar.

Luisa Fernanda Toledo
/

Abogada redimida. Ahora escribe para no pagar terapia.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Anibal Perez /

    18/12/2016 12:10 PM

    Es un himno corto a la vida, es una manera de escribir tan abierta que pareciera, sangra por la mucha presión vital que emana. Esta genial mujer tiene ojo para la pasión sin que eso implique, creo, reducirse al puro decir y atenerse a ver, en lontananza, como se le va la vida. Mis pesquisas de hoy (al ir a Nomada.gt) rindieron frutos inesperados y mas dulces y maduros de lo usual: Toledo es una más en mi pléyade de mujeres geniales para sentir, para vivir, para escribir...

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    S.P. /

    09/12/2016 9:51 PM

    Gracias...

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    TITAN /

    07/12/2016 1:08 PM

    "Nos quedamos como un explosivo que ya no sirve. Tragedia."

    Mejor descrito, imposible.

    Gracias por tus letras, Luisa.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Mónica Arriola Román /

    05/12/2016 9:08 AM

    ¡Es un texto genial!
    Lo leí un par de veces.
    ¡Gracias por escribir Luisa Fernanda!

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Carlos Joaquin /

    04/12/2016 4:57 PM

    Me parece un artículo genial, más interpretación: romanticismo intelectual.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Marianne Blanck /

    03/12/2016 2:28 PM

    No se como este artículo no tiene más comentarios..! es una obra de arte y la mejor definición de amor y pasión que he leído. Uno de mis mas grandes deseos es que la vida me siga enviando mensajes como este, para nunca olvidar vivir así.

    Por favor seguí escribiendo artículos como este!!! Está increíble...

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Luisa Fernanda /

    02/12/2016 9:00 PM

    Gracias por tanta alma en este artículo.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Mario Aragon /

    02/12/2016 5:49 PM

    A este artículo solo le faltan dos cosas: un par de copas de un buen vino blanco!!!

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Marleny /

    02/12/2016 5:34 PM

    Si fueramos más sinceros... buenísimo

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Angel /

    02/12/2016 3:04 PM

    Simplemente me encantó. Si tan solamente más personas se pondrían a pensar de una forma similar; no dejaríamos sangrar tanto el tiempo y energía.

    ¡Ay no!

    1

    ¡Nítido!



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