Eduardo Juárez
Es una cicatriz más en el rostro del arte nacional. Fundador de La Retaguardia, autor publicado y paga-impuestos.


Perro, demasiado perro...
Eduardo Juárez / 24 mayo, 2016
Bajo la lluvia, con la cola entre las patas, las narices se olfatean a sí mismas, frías. Los colmillos afilados se muerden unos a otros y las colas torcidas son las que mueven a los perros, en contorsiones de felicidad, de aceptación de la vida perra... Los ojos se observan, los pensamientos se piensan jadeantes con sus lenguas de fuera, babeándonos, ladrándonos, gruñéndonos, confundiéndonos como si no fuéramos sus dueños, listos para mordernos. En vez de estar compuesto de células, nuestro cuerpo colectivo está formado de perros, algunos encerrados, otros encadenados –aullando de la desesperación y la tristeza– y otros perdidos, errando por las calles, al igual que la ciudad entera. Nuestra mente colectiva está colmada de pulgas, nuestro hocico colectivo saca espuma por la rabia. Mi falso sentido de mí mismo ladra furibundo: perro, demasiado perro; perros, demasiados perros...

Todo esto es un reality show
Eduardo Juárez / 27 abril, 2016
No hay porqué desaprovechar el talento, las capacidades innatas y las buenas apariencias en el anonimato colectivo. Por eso en La Retaguardia llevamos algún tiempo desarrollando audiciones para los reality shows que les presentamos en estas fotografías. Si ustedes quieren ser parte de este novedoso proyecto, anímense y viajen por ese espacio donde la realidad y la hiper-realidad se traslapan. Ahí, en las orillas inquietantes de la pesadilla social en que vivimos, podremos integrar el elenco de nuestro show de preferencia. Quién quita y hasta seamos los ganadores del mejor premio que jamás nos podrían dar: vivir en la realidad guatemalteca. Las audiciones seguirán llevándose a cabo en las calles por donde transitamos. ¡Convirtámonos en artistas!

Arquetipos guatemaltecos
Eduardo Juárez / 13 abril, 2016
El inconsciente colectivo es un abrazo que nos ata por toda la eternidad. Es el libro-espejo que refleja al verdadero ‘Ser’. Es el diccionario de simbología onírica que explica la pregunta ‘¿quién soy y qué jodidos hago soñando dentro de esta bolsa de piel?’ Mi corazón palpita más fuerte mientras cuelgo del espacio que está frente a mis ojos cuando deambulo por la ciudad. ¿Quién sería si no hubiera nacido? ¿Venimos o salimos de este mundo? En el inconsciente colectivo, ¿simplemente soy otro artefacto? ¿Otro astro? ¿Otro aparato? ¿Otra tierra? ¿Otro cosmos? ¿Otro cachivache? ¿Estaré dentro de una nueva mitología? ¿Dentro de un GIF con falla? ¿En una versión inflable del Paraíso? ¿O simplemente en la misma Realidad Guatemalteca, con sus arquetipos de siempre?

Ciudad sonámbula
Eduardo Juárez / 21 marzo, 2016
Confirmé mi presentimiento. Vi cómo la ciudad saltó de su cama como si nada, bien despierta, a iniciar otro día. Tomó la camioneta, caminó un largo trecho sobre La Reforma, cruzó La Terminal Market y llegó a su lugar de trabajo. Simuló cumplir su deber: vernos a los ojos a los solitarios, a los marginados, a los desesperados por seguir siendo humanos. Me di cuenta que ella también es habitante del País de los Muertos, que vive en el olvido, que arde en fiebre –en la Gran Laguna Mental– y habla el lenguaje oculto de cosas inanimadas y de los enigmas cotidianos. Me llevó de la mano –mirándome, sonriéndome–, y con su voz cansada cantó sus indiferencias y sus remordimientos. Me suplicó que no la dejara salir de su cuarto, que la amarrara a su cama para que deje de perseguir las voces de sus ciudadanos como una loca.

El Ministerio del Dolor
Eduardo Juárez / 2 marzo, 2016
El logro más palpable de los últimos gobiernos ha sido el Ministerio del Dolor. La placebo-política cumple las normas a la perfección en dicha dependencia, permitiendo así que cada ciudadano se habitúe a las torturas de la cotidianidad dentro de nuestro Estado de Corrupción. El destacado Ministerio del Dolor ha convertido a cada poblador en testigo y víctima de su eficiencia, configurándonos a todos dentro de un órgano sin personalidad ni patrimonio: dóciles, dormidos, paralizados por el miedo, sin ganas de nada, más que de dar like a su performance de autoridad. El Ministerio del Dolor subsidia mis intentos de placebo-arte, por lo cual estoy eternamente agradecido. A él le debo todo lo que soy. Gracias por cumplir, querido Ministerio.

Todos somos la ciudad
Eduardo Juárez / 17 febrero, 2016
Es interesante el deseo de desaparecer en esa misteriosa tensión de la crisis que se avecina. Uno presiente que todo acabará en una vida predecible, sin ninguna frontera que conquistar. Por los espacios donde transito, me siento fácilmente reemplazable por un montón de seres como yo. Estas fotos son testimonio de las fronteras entre muchos individuos comunes y corrientes con algo en común: todos queremos encontrar algo especial, algo extraordinario en los lugares y las personas habituales. Son las mismas fotos de siempre, las mismas bromas de mal gusto, los mismos clichés que recorren el contorno trazado por otros y que definen ese lugar que somos todos.

El mundo dentro de una camioneta
Eduardo Juárez / 20 enero, 2016
El nudo en el estómago nutre el éxtasis cognoscitivo. El cerebro voraz se obsesiona con encontrar patrones. La fascinación en medio del caos, en medio del ruido, conecta en cada segundo los puntos microscópicos de mi día con el cosmos y con los fracasos heredados por el sistema. La muerte aparentemente lenta me mantiene curioso a las perspectivas de cada instante y al ruego que cada cosa formula para que la tome en cuenta. Empotrar la realidad en una foto y con el poeta declarar: «Meter el mundo en una camioneta... ver el cielo en el alambre de púas... sostener el infinito en las manos y tomarle fotos...» Contrastar lo banal y lo maravilloso, embriagarse emocionalmente por el presente y dejarse conmover por nuestros sentidos son opciones que se nos ofrecen segundo a segundo... un segundo a la vez.

Crónicas de amor y odio desde La Terminal Market
Eduardo Juárez / 6 enero, 2016
Cada momento tiene un potencial que, por lo regular, se pierde. Los instantes se convierten en memorias o los olvidamos de inmediato. Largas temporadas se me resbalan entre las manos como granos de arena y se disuelven en el olvido. Lo trascendental se esconde por todos lados: en los ruidos del tráfico, en las miradas esquivas de mis conciudadanos, en el incesante trabajo de acarrear mi cuerpo de aquí para allá y mantenerlo funcionando, al parecer sin llegar a ningún lado. Los segundos se han vuelto días, semanas, meses, años. Somato mi mirada contra las paredes de esta ciudad indigente. La sensación de que desperdicio mi vida aumenta y siento que voy contra la corriente, apenas flotando, para pronto ahogarme. La vida sigue, a pesar de mi pobre memoria, a pesar de mi olvido, de mis pobres intentos. Lo único que rescato son estas fotos de baja calidad.
