El arte contemporáneo tiene su precio, muchas veces fijado por el artista junto a la asesoría de la galería y mercader que posiciona la obra en ciertos grupos interesados en adquirirlo. Al ser el arte algo tan abstracto, es natural darse cuenta que los precios responden a especulaciones que se inclinan por la fama y la firma del autor, muchas veces sobre su calidad o importancia.
Así se ha movido el mercado artístico desde que surgió la relación del arte como producto para una clientela que paga por él. Por supuesto, ser artista es una actividad exhaustiva, muchas veces de tiempo completo que ofrece transformar ideas en piezas sublimes a través del talento, actividad que merece dignidad, respeto y reconocimiento.
¿Qué pasa cuando lo que se está vendiendo trasciende cualquier criterio? La pieza que se ha convertido en las más cara de la historia no es nada más que la titulada “Salvator Mundi” y que muchos especialistas atribuyen a Leonardo Da Vinci (1452-1519). Pero también existe una fuerte corriente académica que pone en duda la autoría de Leonardo para concederla a la escuela que él formó en la Florencia renacentista, lo que podría corresponder a algún discípulo que aprendió bien del maestro.
En contra también se encuentra el estado de deterioro con el cual fue encontrada en 2005 y restaurada para devolverle un estado que tal vez nunca tuvo. La imagen perfecta de Cristo creada para sacar el mayor provecho del mercado.
El título de la “pintura más cara del mundo", que dista mucho de honorífico, antes iba para un Picasso, su obra “Las Mujeres de Alger, Versión O” fue vendida por la casa Christie’s por US$179.4 millones, precio alcanzado luego que la misma empresa de subastas valuara la obra en $85 millones.
En el caso de Picasso hablamos de una pintura que podemos rastrear su origen, año de producción e historia de dueños y ubicaciones desde su creación. Estos datos respaldan la pieza y a su comprador, sin embargo ¿vale la pena?
No hay respuesta correcta para esta pregunta, y creo que si alguien desea invertir en comprar arte tiene derecho a hacerlo. Mi argumento va contra la manipulación que galerías y casas de subasta hacen del arte, desvirtuando su valor sublime, aislando la posibilidad de acceso al público al imponer cuánto desean ganar. Nutren un sistema perverso que lucra con el espíritu y talento de la humanidad.
Para respaldar mi argumento, otra referencia. En abril se anunció que se había encontrado una pequeña pintura inédita llamada “Joven Inmaculada” que la crítica y restauradores especializados atribuían a Diego Velázquez, “pintor de pintores”. La obra de pequeño formato se cree que pudo ser creada durante la etapa sevillana del pintor (primera fase de maduración pictórica) y todas las pistas acumulaban pocas dudas de su autoría.
Con un buen estudio de la evolución artística de uno de los más grandes maestros de la pintura universal, y responsable de cambiar la labor de pintor de “artesano” a “artista” ante los ojos cortesanos de la época, se esperaba la subasta con ansias. El mismo Museo del Prado había manifestado interés en adquirirla para incorporarla a su colección y que estuviera expuesta al público general como parte del patrimonio cultural español.
Sin embargo, fuera del medio de críticos de arte, estudiosos y aficionados, Diego Velázquez no alcanza la fama que Leonardo da Vinci tiene gracias a la publicidad mediatica de La Gioconda o el bestseller de “El Código Da Vinci”. La magníficamente bien conservada imagen de la niña de 400 años de antigüedad tuvo una puja inicial de ocho millones de euros que fueron cubiertos inmediatamente por un postor que había solicitado el lote con antelación.
El Estado español poco pudo hacer porque, se dice, el precio rebasaba la capacidad de la cartera para hacer una compra como estas. Lo único que logró fue catalogar el bien como inexportable para evitar su tráfico global. Hoy, la “Joven Inmaculada” está en algún lugar de España, oculta por quién sabe cuántos años hasta cuando volvamos a saber de su existencia y toparnos con su mirada.
Es incalculable el valor que tiene el arte, especialmente cuando este ha trascendido, pero estoy seguro que si abogamos por su acceso universal, a través de una mirada crítica y sensible, lograremos que sean los museos y Estados quienes luchen por proteger sus piezas y su valor cultural para evitar la enajenación de su historia. Conservar nuestra memoria y los objetos en donde esta reside, nos fortalece, enriquece e identifica.
Fabiola Jocol /
Siendo la versada en arte de mi casa mi madre siempre me ha cuestionado sobre el porqué el arte es tan caro, he procurado explicarle las razones históricas, prestigio del artista, epoca, técnica, tendencia, entre otras, sumado a ello su singularidad. El arte es etereo y nosotros en un impulso muy humano de querer poseer algo lo tasamos y compramos.
¿VELASKES YO SOI GUAPA?