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Caravana de migrantes: por qué México y Estados Unidos no podrán detener el éxodo

El ser humano es nómada por naturaleza. Ha sido migrante desde mucho antes de cultivar o industrializarse y en las condiciones de Centroamérica hoy, no tiene nada que perder. Deportarlos no es la solución.

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Esta es una opinión

Caravana deja Tapachula y sigue a Tuxtla.

Foto: Sandra Sebastián

Proliferan las imágenes de policías reprimiendo migrantes en carreteras y pasos fronterizos. Las migraciones son una muestra de la dignidad humana, rebelándose al sistema económico y político, cruel y contradictorio.

La globalización económica de las últimas décadas, ha priorizado eliminar los obstáculos para el movimiento del capital. Este es un proceso de cambio desde núcleos de poder económico, que ha cambiado el mundo con nuevas oportunidades.  Quizás lo que no esperaba la élite económica, era que la gente común exigiría la misma libertad de locomoción que tienen sus flujos de inversión.

Nuestra especie ha sido nómada muchísimo más tiempo de lo que hemos sido sedentarios, agricultores o industrializados. Estar en movimiento es parte de nuestra esencia e intentar de huir de la pobreza, el miedo, la miseria, la persecución o las frustraciones es lo más natural que puede hacer un ser humano. Migramos durante los primeros años de existencia como especie y en un mundo cada vez más desigual y más interconectado, la migración se seguirá dando.

La migración contemporánea se ha explicado, en primer lugar, por factores de rechazo o atracción. Es decir, factores que expulsan a las personas de sus contextos, como la pobreza, la violencia o la persecución. Y por factores que atraen a las personas hacía otros contextos, como la esperanza de mejores condiciones de vida.

Sin embargo, entre los factores que explican la migración entra también el conocimiento sobre otras realidades. Para entender la emigración de Centroamérica, quiero argumentar que es clave tomar en cuenta la globalización. 

La intensificación en la interconexión del planeta

Si en décadas anteriores hacían falta redes de solidaridad para identificar la migración como opción, hoy día no es así. Los hijos de la élite han podido migrar desde siempre para estudiar, conocer al mundo o conocerse a sí mismos. Identificaban la migración internacional como una opción atractiva y alcanzable.

El conocimiento era accesible solo a personas con recursos. Ahora, forma parte del conocimiento general de toda la población. Todos hemos visto los anuncios, las telenovelas, las películas, los centros comerciales, los turistas, las casas de remesas y las fotos del tío en Estados Unidos, que ponen en evidencia la afluencia que existe en otras partes.

Los pobres de hoy saben muy bien que existe un mundo lleno de oportunidades fuera de San Pedro Sula, Santa María Nebaj o dónde sea que residan. Mientras las desigualdades e injusticias no se reduzcan, seguirán desafiando a las fronteras.  Van a ignorar a presidentes y poderosos que creen que con amenazas y violencia se puede matar al sueño de vivir con dignidad.   

Es iluso esperar que el intrínseco deseo migratorio del homo sapiens se deje controlar. Más aún cuando las personas que migran no tienen nada que perder. Ante esta realidad, la autoridad que quiera resguardar su relevancia debe dedicarse a buscar soluciones para facilitarles la vida a las personas que están en movimiento. Repatriar al migrante es violar la esencia nómada del ser humano.  Comparable a las peores atrocidades de la historia, como las bandas de mercenarios que traían al esclavo de regreso a la plantación de algodón.   

Aron Lindblom
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Antes era inmigrante sueco en Guatemala.


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