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El metal ya no soporta el establishment

Metal Requiem, banda chapina de dilatada carrera, vuelve a los estudios de grabación y sale con Forgotten Society, un disco más crítico, más acusatorio y más impetuoso. Pero también más maduro y pulido. Ahora la banda está dispuesta a ganarse respeto.

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Esta es una opinión

Foto: Mario Cruz

El hastío, el pesimismo y la desilusión de la política, la banca, la religión y, en sí, del sistema de valores dominantes ocupan la atención en esta nueva y quinta producción discográfica de Metal Requiem: Forgotten Society. Hay que recordar que el grupo lleva diecisiete años de vida. Como todas las bandas del género, se ha tropezado pero ha sabido continuar su camino.

La bomba de sangre de la banda es sin duda Alden Skullcrusher de León (batería). Junto a su hermano Ezra The Crow, decidieron fundar una banda que tuviera hasta el tuétano alma de trash metal. Y no importa que no hayan espacios para divulgar el género. No importa que grupos religiosos se les echen encima para condenarlos, ellos siguen.

 A tal grado es su impulso, que ha concretado varios discos. Ha viajado a varios países y le ha abierto a bandas como Metallica, Megadeth incluso a Cannibal Corpse y Marduk. Es decir, Metal Requiem no surgió ayer. Su alto estatus no nació de la noche a la mañana. Aquí hay disciplina, hay búsqueda, rebúsqueda, mirada, remiradas. Y sobre todo una comprensión clara y cada vez más auténtica del trash metal.

Soy testigo que a la banda le costó hacer cambios. Pero a partir que los efectúo todo fue a mejor. Su relativamente nuevo vocalista, Cristian Raven Orantes, que además es guitarrista abrió el camino para que el resto de integrantes aportaran, se comprometieran e identificaran más con el proyecto. Es decir, hablo de Pablo Hellhunter Rodríguez, segunda guitarra; y Daniel Demolisher González al bajo. Hoy, con esa alineación, es seguro la banda más sólida y más digna del género.

Portada en línea comic, hecha por Walter Wirtz. De carácter contestatario, como la música que representa.

Pero mi afirmación podría no tener sustento si no se escucha el nuevo disco que aparece bajo el sello Primera Generación. Cinco temas quiero destacar de los diez que incluye esta producción. La primera es Violent termination. Me atrajo esos cambios progresivos, esa energía y velocidad que a veces adopta la banda. Con un requinteo escaso, pero que en los segundos que lo hace, se entromete con efectividad. El tema está dedicado al enfermo fanatismo religioso que hoy parece rémora a la evolución de los pueblos.

La batería y el riff incandescente que abren Consumed in misery, resulta por ratos oscura quizá por las armonías de trash y death metal en las que se mueve. Lo cierto es que la batería da saltos entre agitación y vértigo. Los parones o silencios repentinos dan esa sensación de drama. También lo hace la ráfaga rauda del requinto tan inquietante como vehemente. La voz de Raven, por su parte, le abona un punto asqueante y tormentoso al tema de la religión de capilla, que parece permanecer insensible a las necesidades de sus feligreses.

En cuanto a Seeds of hate es otra pieza complicada. Ya sea por el sincopado, sea por el contracanto instrumental, sea por la velocidad. Se da un aparente caos que desencadena una energía poderosa y urgente, entre esos requinteos punzantes y un bajo y batería en equilibrio sónico marcan un ritmo cambiante, pero que al final se encuentran con las guitarras tras un segundo de silencio para enseguida retomar el muro sonoro inicial. Raven canta con agresividad, con queja, con reflexión y termina diciéndole a la banca: “Tu desgracia ha caído sobre nosotros”. El acoso y la asfixia bancaria son el tema eje de la pieza.

Otro tema, uno de los más importantes, es el que le da título a la placa: Forgotten society, dedicado a la oligarquía, a ese sector que se cree dueña del mundo y quiere disponer por el resto sin renunciar a sus privilegios. En otras palabras, al vicio del poder. Después de los 20 primeros segundos, uno cree saber de qué va la pieza a mid-tempo. Pero resulta que a la mitad sube el clímax y el doble bombo palpita a mil por hora. Aparece un requinteo potente, acelerado y con líneas difíciles, a cargo del invitado Daniel Yax (Arpía). La pieza, de riffs pegadizos, está bien estructurada y definida.

Y por último está Lack of tolerance, que cierra la placa. Esta pieza está dedicada a la tolerancia y al respeto, incluso a su laxa existencia entre padres e hijos o viceversa. Aquí hay acelerón de principio a fin. De hecho, el solo de guitarra se mete a velocidades inhumanas y obviamente siguiendo los apresuradísimos pasos de la base (bajo y batería). La voz de Raven es lamento, por eso al final sentencia: “la segregación, está llena de ignorancia/ cegada por la falta de tolerancia”. Un tema contundente y con cierta complejidad.

Si comparamos los discos anteriores de la banda con este, Forgotten society tiene un mejor concepto, claridad y madurez. La arquitectura de las piezas, infectadas de energía, llevan adrenalina, atmósferas, complicidad y estéticas que podrían convertir ya a Metal Requiem en un referente sólido en su estilo.

Jorge Sierra
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Lleva quince años dedicado al periodismo musical. Ante cada concierto, disco y encuentro con músicos lleva en mano su libreta de notas. Los programas radiales que dirige le han demandado ser un escucha de amplias miras.


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