Es una sensación de malestar e incomodidad la que me lleva a escribir sobre algo tan necesario, aunque quizás repetitivo para muchos. Para quienes aún no lo dimensionan, para aquellos que nos llaman “feminazis” y creen que denunciar abusos es disputar “peleas ajenas”.
Es un gran avance que a través de las redes sociales se ha podido visibilizar y denunciar con nombre, apellido y detalles a esos agresores físicos, sexuales y psicológicos que por mucho tiempo pasaron desapercibidos. Resulta un mayor avance, por supuesto, que casos tan evidentes de violencia física contra la mujer sean denunciados ante la justicia. A pesar de que sean juicios largos, se puede afirmar que funcionan.
Por una parte, están los casos “evidentes”. Me refiero a situaciones que pueden ser documentadas y que a los ojos de los demás se vea claramente la violencia. Por ejemplo, las fotos del agresor, los testimonios de la mujer agredida, testigos y relatos de lo sucedido.
Por otra parte, los que no son tan evidentes y no porque no sean ciertos. Son los casos que hasta hace poco se empezaron a denunciar. El machismo sigue tan arraigado que se cuestiona la veracidad de la mujer. Ante esta realidad, antes de denunciar, ella puede preguntarse ¿Quién me va a creer si llevo años aguantándome y nadie más se dio cuenta de cómo me trata mi pareja? Y es así como el ciclo resulta complicado de romper.
¿Por qué nadie habla de esos casos? Me parece que por dos motivos: por miedo y porque a menor escala la violencia está normalizada. Existe un imaginario social de que sólo existe si se ve. Por eso muchos le da más peso a la violencia física que a la psicológica. O se hacen chistes de que violencia económica de un hombre con su esposa es “pegarle con un billete de Q10”. Ese comentario lo hizo un chavo hace un tiempo al burlarse de la violencia de género.
Violencia cotidiana
La violencia existe en muchas actitudes y comportamientos en las relaciones de pareja. Y si alguien ajeno lo observa, opta por hacer como si nada o poner el caso en oración. Son estos micromachismos los que se suman a la bola de nieve que representa esta violencia de género. Una bola de nieve que se vuelve tan grande que termina por matar a la mujer. Entre estos figuran que tu pareja te diga qué vestimenta comprar o el largo de la falta de quieres usar, pedirle permiso para salir, que decida con quién te juntas y revisar tu celular. Básicamente, cualquier forma de control ejercido por el hombre sobre su pareja y no confiar en su capacidad de elegir y discernir por sí sola.
De esta normalización tan aceptada surgió un grupo de personas que defiende al agresor y quiere tapar el sol con un dedo. Muchos se denominarán feministas y en pro derechos de la mujer hasta que el agresor es parte de su círculo social.
Ningún caso parece ser suficiente para reaccionar; las personas van a ese bar en el que el dueño le rompió la cara con un bate a una mujer. El lugar se llena de martes a domingo y hasta se publicita en una valla gigante en la ciudad.
El mismo círculo
Hoy en día, la violencia no conoce de estratos sociales. El agresor puede ser un novio que nos trata bien, pero cuando se enoja nos puede pegar una cachetada y luego pedirnos perdón. Puede ser ese “cuate” de fiestas, popular y querido, que en un ataque de ira le pega a su ex pareja y le escupe.
No existe apoyo real de la sociedad hacia la mujer golpeada, algunos se refieren a ella como “perra” y “loca”. Todavía existen muchos que defienden al agresor (complicidad del machismo) y lugares que prefieren ganar dinero que restringirles los espacios. Lo único que me permito agradecerle a este grupo que surgió es que más mujeres están tomando valor para denunciar estos micro machismos. Y quizás así es como se visibilice la violencia desde su raíz.
El hombre no es naturalmente violento. No se nace con la idea de que el control hacia la mujer se ejerce violándola o diciéndole cómo debe vestirse. Las relaciones de pareja pueden ser sanas. Es posible redefinir el amor romántico.
Después de todo, el machismo es como el iceberg que se usa para representar la conciencia del ser humano. Lo que vemos del iceberg son los casos evidentes, pero si empezamos a elucidar las partes de abajo que hacen que su base sea fuerte (los micro machismos, confundir amor con control, el sexismo en el mundo laboral), el iceberg va a perder su fuerza y por ende, va a desaparecer. Otro intento superficial solo nos va a brindar soluciones a corto plazo y más indiferencia de la sociedad.
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