Bueno, si prefieren, amanecemos en Salvador de Bahía y ya cansados de los ritmos del Olodum y del agua de coco, decidimos ceder a la tentación de un buen Nyembue, plato tradicional de Gabón.
O bueno, también podemos estar en Guatemala. Este fin de semana no tenemos ganas de Puerto, ni de Antigua, y menos de un centro comercial. Así que tomamos nuestro carro o un tren, ¡y rumbo a Quito se ha dicho!
¿Qué les parece? ¿Descabellado? Pues si nos ponemos a analizar un poquito, no tanto. ¿Acaso no hay similitudes entre la tierra del Sur de América y la de África? ¿O qué decir de los afrocaribeños de Bahía y los gaboneses? ¿Entre las montañas y la cultura chapina y la ecuatoriana? Pues sí que las hay, y muchas. Por el clima, por la biodiversidad, por la comida, por el modo de vida, por la historia. Y quizás, misteriosamente, por un detalle común de cientos de millones de años: La pangea.
Pangea. Del griego «pan»: todo; y «gea»: tierra. Una tierra total, una unidad terrenal que era un supercontinente fascinante. De África a América sin que un océano Pacífico nos dividiera, de Canadá a Portugal a un paso de perico. Y así.
Pangea es el nombre que le dio la Galería Saatchi de Londres a la exposición presentada sobre arte contemporáneo de África y América Latina, vecinos en otro tiempo. José Carlos Martinat, Mario Macilau, Aboudia, Rafael Gómezbarros, Antonio Malta Campos, Léonce Agbodjélou, Oscar Murillo, Fredy Alzate, Ibrahim Mahama, José Lerma, nombres que se chocan o se funden, tonalidades distintas y vivencias similares.
Quizás la obra que resuma más la exposición es la primera. «Casa Tomada», de Rafael Gómezbarros. Es una pieza grande, llena de hormigas gigantes quienes a pesar de su estatismo de instalación parecen caminar en ese orden agitado, tan propio a su especie. Es impactante.
Fabricadas con materiales diversos (resina, vidrio, madera, hierro, etc,), estas hormigas han recorrido mundo. Después del edificio de aduana de Barranquilla, y tras la Quinta de San Pedro donde estuvo el lecho de Simón Bolívar, estas hormigas tomaron posesión de la Casa Saatchi, para recordar el eterno caminar de los silenciados.
Migrantes que cruzan el planeta de forma incesante y cada vez mayor, en silencio, entre desorden y compleja organización. Un sistema universal que cada vez relaciona más a los latinoamericanos y a los africanos: experiencias comunes, sueños comunes.
La historia de las hormigas hace una referencia a una historia de Julio Cortázar (que podría estar dirigida a Guatemala) en la que los habitantes de una mansión son invadidos por presencias inatrapables que se anuncian sólo por sonidos mudos. La metáfora recuerda al espectador lo que Cortázar dijo antes de morir: a menos que un país entierre a sus muertos, siempre se quedarán como fantasmas en los áticos.
Algunas fotos de la expo, de la Galería Saatchi.
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