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Dueñas de sí mismas y de su destino

No hay nada como abrir un periódico un 8 de marzo. Sus páginas están cargadas de anuncios y de ofertas por el Día de la Mujer. Una lavadora con descuento aquí, unos zapatos –quizá “antifeministas”– allá. Las agencias de publicidad no tienen empacho en aprovecharse de una fecha que debería ser reivindicativa. Pero no. Abrís los periódicos y ves un fiel reflejo de cómo la sociedad concibe a la mujer: como ama de casa, como buena madre, como persona digna de respeto en virtud de su relación con un hombre. Si de por sí este machismo no se percibe como algo digno de cambiarse por su “poca importancia”, pues es sólo la puntita del iceberg de una sociedad que continuamente violenta a la mujer.

Cotidianidad Opinión P258
Esta es una opinión

Foto: Flickr, Claudio Olivares Medina

El Grupo Guatemalteco de Mujeres (GGM) tomó la tarea de compilar las estadísticas de femicidios del año 2000 hasta junio de 2015. Hasta esa fecha, en nuestro país murieron 8,921 mujeres de manera violenta. El año más violento para la mujer fue en 2008, cuando 803 mujeres fueron asesinadas. Me gustaría pensar que esta tendencia ha bajado, pero no es así. Según el GGM, basándose en las cifras del Instituto Nacional de Ciencias Forenses, en el mes de enero de 2016, de un total de 396 muertes violentas, 52 fueron de mujeres. De estas 52, 36 fueron muertas por heridas de arma de fuego, 5 por heridas de arma blanca, 4 fueron asfixiadas, 5 fueron decapitadas y 2 fueron muertas por otros medios. Independientemente de lo horripilante que resulta que asesinen a cualquier persona, asusta mucho que exista semejante ensañamiento en contra de la mujer (cinco decapitaciones, ¡cinco!). Y eso que estas estadísticas son de asesinatos, no de violencia doméstica, violaciones, etcétera.

Veo esos datos, y escucho las historias sobre violencia doméstica que me cuentan mis compañeros y compañeras que tramitan divorcios voluntarios y juicios orales de fijación de pensión alimenticia en el Bufete Popular, y es evidente que acá estamos muy lejos de creernos la paja de que somos una sociedad que “respeta a la mujer”. A muchos les gusta pensar que la violencia no existe; que, si existe, es en entornos familiares distintos al suyo. Pero observen con cuidado y verán que hay comportamientos que replican la violencia, y son bastante comunes: el no dejar que una mujer salga sola, por ejemplo. Habrán visto un post que se volvió viral en Facebook, sobre el asesinato de María Menegazzo y María José Coni, turistas argentinas que fueron asesinadas en un pueblo de la costa ecuatoriana. El post destroza la idea tradicional que las mujeres deben viajar acompañadas de un hombre para estar seguras. Esa concepción social es sólo una de muchas que replicamos en Guatemala.

Otra cuestión que se está empezando a abordar como sociedad es el tema de la representación de la mujer en el Congreso de la República, introduciendo cuotas de género para lograr una representación proporcional a la población. Se ha argumentado que estas cuotas no son “meritocráticas”, pues fuerzan a un partido a incluir en su listado a mujeres que posiblemente “no adquirieron los méritos para estar allí”. Pregunto: más allá de tener plata para comprarle la candidatura al secretario general del partido y financiarlo, ¿acaso hay otro criterio que contempla un partido político tradicional para incluir a un candidato en su listado? Ah, bien meritorio, ¿verdad? Si bien el país no necesariamente excluye a la mujer de la política, es muchísimo más difícil llegar en un sistema que beneficia al hombre, en especial al hombre ladino. Por eso, en lo que se transforma al sistema político para que incentive la rendición de cuentas de los partidos a su electorado, y la participación activa de este, las cuotas serán necesarias para asegurar la participación de la mujer en la vida política del país.

Pero bueno, estos son varios puntos en que el país necesita mejorar. Esto no quiere decir que no existan cambios perceptibles. Existen medios de comunicación que ayudan a reivindicar el papel de la mujer en la sociedad. Existe una pequeña masa crítica entre los estudiantes universitarios que ve que el papel de la mujer en la sociedad debe redefinirse. Veo a mis amigas de CEUG, quienes abrieron un blog para exponer la visión femenina de la experiencia estudiantil. Veo también a artistas como Rebeca Lane, quienes crean arte con una visión provocadora y crítica. Veo mayor aceptación por el papel de la mujer como dueña de sí misma, y no sometida al dominio de ninguna otra persona. En esta fecha recuerdo a mi abuela, quien me contó que quiso estudiar medicina, pero no se lo permitieron sus padres porque “no era una carrera de señoritas”. Los tiempos han cambiado desde entonces, pero lentamente. Poco a poco, creo que iremos llegando a ser un país que acepte a la mujer, no como un ama de casa, madre o hermana, sino como una persona capaz de tomar sus propias decisiones, vivir de la forma que guste, y que sus elecciones no sean juzgadas por el hecho exclusivo de ser mujer.

Martín Berganza D.
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Nacido en el 93. Estudiante de cuarto año de Derecho, muy a su pesar. Mantiene una relación amor-odio con su país, siempre con una intensa curiosidad y deseo de entenderlo. Adora la literatura y la historia. Intenta aprender a vivir. @MB1193.


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