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El oro sería la regla, si no fuera por la corrupción

Todos nos emocionamos cuando vimos la proeza de Jorge Vega, que derrotó a dos estadounidenses (y al resto de participantes del continente) y se quedó con el oro en gimnasia en los Juegos Panamericanos de Toronto. Pero recordando mis tiempos de nadador federado y la (enésima) derrota de la selección de futbol contra un país beisbolero, decidí dejar de lado los temas económicos y políticos para argumentar por qué, sin la corrupción, las medallas de oro deberían ser la regla en nuestro país.

Cotidianidad n246 Opinión P258
Esta es una opinión

Jorge Vega, esta semana en Toronto.

Foto: Soy502.com

(Aquí, el video de Jorge Vega, para quienes todavía no lo hayan visto.)

Me dediqué a la natación competitiva desde los 10 años de edad. Entre los 14 y los 18 años, antes de salir a estudiar al extranjero, fui seleccionado nacional. Recuerdo claramente las condiciones bajo las que entrenábamos. Utilizábamos dos piscinas en la capital: la de la zona 4, ubicada frente al Estadio Mateo Flores, y la de la zona 15, contigua al Colegio Valle Verde. El agua en ambas piscinas se mantenía fría - tan fría que, durante los meses más helados del año, mi hermano y yo tomábamos té caliente, en vez de agua o Gatorade, para hidratarnos. Y no es que no se pudiera calentar el agua. Me consta que una de las piscinas, la de la zona 15, contaba con todo el equipo necesario para asegurar una temperatura adecuada. Pero, por una u otra razón, la Federación de Natación nunca lograba mantener ese equipo funcionando por más de una semana seguida.

De aquellos días guardo otros recuerdos, muchos de ellos ilustrativos de la corrupción e incompetencia que existía en la Federación. Está, por ejemplo, el caso de nuestro “campamento de entrenamiento” en Retalhuleu. En aquella ocasión, por “reducir los costos,” nos alojaron en un hotel cuyo baño no tenía puerta, y en cuyos cuartos co-habitábamos cuatro o cinco nadadores. Peor aún, la comida que nos proveían era de tan mala calidad que, al cabo de unos cuantos días, todo el equipo terminó en el hospital con infecciones intestinales, poniéndole punto final anticipado al experimento.

O por qué no mencionar el intento de embaucar a un pobre entrenador venezolano. Después de perder a al menos otros dos entrenadores por diversos “desacuerdos,” los dirigentes de la Federación le prometieron al nuevo entrenador que, como responsable del seleccionado nacional, tendría una vivienda y salario adecuado. El venezolano, tal vez pecando de ingenuidad, les tomó la palabra y abandonó su trabajo en Estados Unidos para mudarse a nuestro país. Las altas expectativas, sin embargo, se vieron reducidas por la realidad chapina: las condiciones en que lo alojaron de inicio fueron tan decepcionantes que, en menos de cinco días, había renunciado.

Decepcionantes también eran las comisiones que la Federación enviaba a las principales competencias internacionales (por ejemplo, campeonatos mundiales, olimpiadas). Porque, como todos sabíamos, en aquellas comisiones viajaban un máximo de dos o tres nadadores, un entrenador, y un sinnúmero de dirigentes y sus familiares. Los dirigentes y sus familiares rara vez presenciaban a las competencias, prefiriendo dedicarse al turismo y la compras. Era común, incluso, que alargaran sus estadías en los diferentes sitios visitados, abandonando a los nadadores y entrenadores a su suerte.

Estas, por supuesto, son solamente algunas anécdotas de un exnadador. Pero, a mi parecer, revelan un patrón de comportamiento que, por años, ha sido común no solamente en la Federación de Natación, sino que en muchas otras Federaciones del deporte nacional. Es un patrón depredador que sacrifica el bienestar de los deportistas en el altar de la avaricia directiva, que desperdicia el potencial del atleta nacional a cambio del lucro federativo a corto plazo, y que mantiene al deporte nacional sumido en la más absoluta mediocridad.

Sus resultados emergen de manera más evidente en los deportes más populares del país, como el futbol, donde un empate a 0 con México – conseguido por una selección colgada de su propia portería – se celebra como un campeonato mundial. Pero también los veremos en los Juegos Panamericanos: surgirán, sin duda, unas cuantas estrellas individuales (los fenómenos naturales), pero la carencia de verdaderos equipos, formados por numerosos atletas de alto nivel, brillará por su ausencia (con la probable excepción del equipo de marcha).

La comparación con Cuba, un país cuya población y PIB per cápita es similar al de Guatemala, es útil: mientras la isla se coloca siempre entre las primeras posiciones de los medalleros Panamericanos y Olímpicos, nuestro país, en un buen año, supera con dificultad a los rivales centroamericanos (todos países bastante más pequeños en población). ¿Por qué tan enorme diferencia? ¿Son los cubamos naturalmente mejores atletas? ¿O es que nuestras Federaciones y organizaciones deportivas autónomas, carcomidas por la corrupción e inoperancia, fracasan en su misión de promover el deporte nacional? Mi opinión, claro está, se inclina por esta segunda explicación.

Por ello, en estos tiempos en que la corrupción e incompetencia estatal surgen como temas relevantes, llamo a los entes de investigación criminal y las cortes a que volteen sus ojos a las distintas instancias deportivas del país, y a los patrones de comportamiento depredadores que en ellas convergen. Es hora de limpiar a las Federaciones, a la CDAG y al COG de individuos cuyo interés principal no es promover el deporte, sino favorecer sus particulares intereses materiales y políticos. Un sector deportivo pujante y exitoso no es solamente fuente de orgullo nacional. Es también un vehículo de cohesión social, inclusión y formación de una ciudadanía sana y activa. Es hora de comenzar a reconstruirlo.

Alberto Fuentes
/

Latinoamericano, estudiante del desarrollo social y económico de los países del Sur. Realizo investigaciones sobre el sector empresarial y sus relaciones con el Estado, la sociedad civil y, especialmente, l@s trabajadores.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Carlos /

    16/07/2015 2:48 PM

    Excelente artículo!
    Y que decir de la participación de los parientes o allegados? "Seleccionan" a los referidos por influyentes, políticos o patrocinadores.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Carlos Sandoval /

    16/07/2015 12:46 PM

    Excelente artículo, retrata de cuerpo entero las grandes falencias y actos de corrupción generalizados en todos los deportes. Nuestro ajedrez no se queda atrás en este retrato.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Jose /

    16/07/2015 11:22 AM

    Totalmente de acuerdo, a mi me paso en la federación de baloncesto, recuerdo que la duela tenía hoyos o a veces cuando llovía se mojaba la duela por las goteras del recinto, también recuerdo algunos torneos departamentales en donde el hospedaje era lo peor y de la comida ni hablar.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Andrea /

    16/07/2015 9:58 AM

    ¡Gracias por escribir esto! Me consta que el deporte en este país es otro chiste y otro gran caso de corrupción. Espero que en algún momento finalmente se logre limpiar toda esta suciedad que impide que los atletas se desarrollen apropiadamente.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Leonardo /

    16/07/2015 8:52 AM

    Creo que no pudiste mencionar mejor la situación de los atletas nacionales. Que impotencia se siente el no poder cambiar de alguna forma este tipo de mediocridad de los dirigentes de las federaciones deportivas del país. Gracias por el articulo.
    Saludos.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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