Se pasa por la mancha gris que es Chisec y se continúa, en un paisaje en donde la planicie predomina y se comienzan a ver las primeras grandes extensiones de palma. El camino continúa, deteriorándose paulatinamente hasta arribar al límite del Parque Nacional Laguna Lachuá. Dos ríos se cruzan entre el camino, que deja de ser carretera, hasta llegar al estacionamiento y a la entrada del parque.
Al llegar al parque, es imposible no alzar la vista hacia los árboles. Un muro imponente, verde, oscuro, cacofónico, se planta frente a la calle. Te golpea: al fin y al cabo, no ves árboles de esa altura en la capital, quizás sólo en la costa, cerca del puerto. Te recordás que estás en una selva tropical, pura y dura. Y que, como indican los letreros, estás en uno de los humedales que se encuentran protegidos como sitios RAMSAR, dada su importancia para la concentración y conservación de biodiversidad. Como capitalino, es difícil no recordar todos los textos que lee uno en el colegio que hablan del país como extremadamente biodiverso (con enfisema, omiten los textos), y ver que tenían razón. Entre el trajín diario, las guerritas en Tuiter y las demás distracciones que este cuasi fin de los tiempos tiene para nosotros, nos olvidamos de la cantidad de vida que alberga el país y eso que es sólo un rincón.
Los ríos que se encuentran al principio del Parque Nacional son el primer indicador de que se visita un humedal. Unos cuantos pasos en el camino que lleva desde la entrada del parque hasta la laguna y la magnitud de la palabra “humedal” se hace patente para la persona común: el camino de cuatro kilómetros atraviesa una serie de riachuelos y pantanillos, algunos con el agua cristalina, hasta llegar a la laguna. Los cuatro kilómetros se transcurren con suavidad, aunque con bastante calor y humedad. Aún con el cansancio del recorrido encima, es difícil que esto haga ceder la primera impresión de asombro que se tiene al llegar. Cuando eso por fin sucede, y uno ya sólo no quiere seguir en el maldito camino infestado de zancudos, se abre la jungla hacia un claro. El claro es gigantesco: al otro lado, se ven copas de árboles y el comienzo de una sierra. Entre el fin del claro y su inicio, un ojo de agua turquesa, quieta, se posa al medio. Lachuá.
Visité Lachuá para el 15 de septiembre del año pasado. La laguna estaba entre mis planes desde hacía ya algún tiempo, pero no se había presentado la oportunidad de ir. Con unos amigos, hicimos el recorrido – algo accidentado – pero se logró. La vida moderna, el acceso de todo el conocimiento humano a través de internet, ha hecho que uno pierda la capacidad de asombro. Entonces comprenderán cuán maravilloso fue para mí el haber estado en un lugar que sólo me provocó llevarme las manos a la cabeza, ver hacia arriba y los lados, sonreír y abrir la boca, y nada más ser capaz de exclamar “¡Puta madre!” de lo abrumador.
Lachuá es, en una palabra, maravillosa. No puedo dejar de hacer énfasis en ello. Encima, es un lugar que me trae sólo buenos recuerdos. Y bueno, pienso en esa visita y leo los artículos que me informan que el río Icbolay, uno de los afluentes de la Laguna Lachuá, pretende ser desviado por la entidad Proyecto de Desarrollo Integral Pontilá, Sociedad Anónima, para crear una nueva central hidroeléctrica con capacidad de 40 megavatios de generación. La central hidroeléctrica sería construida en las inmediaciones de la comunidad de Rocjá Pontilá. La comunidad subsiste en área limítrofe, disputada con el área protegida. Dada la falta de infraestructura e inversión en educación y salud, la comunidad se encuentra aislada y en condiciones precarias.
Por todas estas circunstancias, lo del proyecto de generación hídrica de cuarenta megavatios suena sospechoso. La entidad presentó tres estudios de impacto ambiental, uno cada vez peor que el siguiente. En uno de ellos, presentado a la Escuela de Biología de la Universidad de San Carlos, hasta se encontraban pasajes copiados de otros estudios. Tan burdos y hechizos fueron los estudios que, en vez de negar rotundamente la construcción del proyecto, sucedió algo curioso: se decidió cambiar al equipo técnico encargado de efectuar las evaluaciones. Después de esto, ¡sorpresa! se aprobó el estudio el día 4 de noviembre del año pasado.
Ante los reclamos de los grupos ambientalistas en oposición al proyecto, surgen voces del sector empresarial a favor de las hidroeléctricas, en general, como discurso para justificar a las mismas. Independientemente de la opinión que se tenga ante el tema de la generación de energía hidroeléctrica, hago estas preguntas: ¿Un proyecto cuyo estudio de impacto ambiental fue rechazado tres (3) veces no levanta suspicacia? ¿No creen sospechoso que se cambie a los encargados de evaluar el estudio e, inmediatamente después, se consiga uno favorable? ¿No es eso raro?
Hay decenas de argumentos que puedo usar para que les interese mover un dedo por esa laguna. No se los voy a dar. Sólo vayan. Vayan y pregúntense si realmente vale la pena el negocio extraño de Rocjá Pontilá, y si el mundo estaría mejor sin la laguna. Espero que puedan sentir el delicado despertar del amor por un lugar y, sobre todo, que sean capaces de sentir angustia y tristeza por la destrucción que podría acaecer sobre él.
Miriam /
Justo eso es lo que necesitamos, salir de la burbuja de cemento y visitar las áreas protegidas y otros sitios de interés. Si no conocemos, no nos interesamos, y no cuidamos y esa indiferencia es lo que nos mata.
Jose Noe Grijalva /
Que hermoso lugar y es la obligación de nosotros cuidarlo y preservarlo porque no solo es un tesoro por su paisaje si no porque es fuente del agua.
Brillit Figuero /
Me encanto imaginarme el camino y no nos podemos quedar de brazos cruzados y dejar que desaparezca ya el lago de Amatitlan nos reclama su contaminación no debemos permitir que sigan acabando nuestras fuentes de vida con nuestros recursos naturales.
Cristian E. /
Concuerdo con las expresiones de la llegada a ese lugar es sencillamente espectacular! Recuerdo la primera vez que llegue… cuando estaba frente a la laguna dije: Valió la pena tanto caminar… Fue y será uno mis lugares favoritos en el mundo, lastimosamente y afortunadamente al mismo tiempo no se tiene como punto comercial ya que si fuera así estaría este tipo de “Proyectos” bajo la mirada de muchos y existirían movimientos para que el lugar permanezca en el tiempo.