Durante las últimas dos semanas, me he desvelado más veces que en los últimos tres años. Lo bonito ha sido salir a fumar –en las pausas– y ver el cielo. Ya regresaron las noches frías y despejadas; se viene la época más agradable del año. Orión regresó a su lugar: Alnilam, Alnitak y Mintaka brillan intensas en su cinto. Ver el cielo nocturno siempre fue para mí un pasatiempo de fin de año; algo que no sucede en los días de calor.
El cielo me recuerda que tengo que plantar mis pies firmemente en la tierra. Pese a que me gusta ser un estudiante-activista –ahora con más tiempo que nunca por mi reciente despido–, tengo una carrera que terminar. Derecho, la profesión del maquinista de Estado, aquel largo paso por leyes que leerás y no dejarás de entender por sus falencias y errores conceptuales. Mi paso por la carrera ha sido sin pena ni gloria; mis primeros acercamientos hacia la práctica profesional me convencieron que quizás no sea el camino a seguir. Tendré que hacer las tareas y los exámenes para conseguir un título que dudo que sirva, más allá de incrementar mi comprensión sobre los mecanismos formales con los que el poder del Estado se disfraza.
Desde mi despido, me he vuelto un huevón. Divago, leo y escucho música todos los días. Manejo del Centro a la Landívar, esquivando al Transmetro y a los peatones, disimulando mi mochila de todos los ladrones potenciales. Busco la misma ruta, pasando por la décima calle, bajando por la trece avenida y cruzando en la doce. El Centro me parece fascinante de día y de noche: es una oda a la negligencia y a la vida. La belleza de una ruina se yuxtapone a la miseria del pegamentero que duerme bajo ella.
Me gusta observar el Parque Central desde la ventana de la oficina. Me recuerdo con mucho cariño de nosotros marchando y cargando las mantas de Landivarianos, de USAC es Pueblo, de Acción UVG y de Movimiento Marro, tras la manta azul y blanco de la Coordinadora Estudiantil Universitaria de Guatemala. Gritábamos nuestras consignas con la alegría de un adolescente desafiando un orden que no entiende. Mirábamos hacia el frente, unidos por nuestra convicción de que sacaríamos al Presidente del Gobierno y que sacaríamos al país de su inercia. Más que nada, mientras escribo estas líneas, recuerdo –y sigo sintiendo– la alegría y el cariño que encontramos unos en otros, siendo estudiantes de la misma generación, descubriendo nuestras historias y siendo unidos por un destino en común.
Siento que durante los últimos meses mi vida se ha encausado en un rumbo hacia lo político o lo periodístico. Lo primero me atrae porque me llama la atención el ejercicio del poder; lo segundo porque me permite vivir de una curiosidad insatisfecha. Por qué mundo me decantaré, no lo sé. Pero no quiero mezclar ambos. Antes necesito ganar cuatro semestres de Derecho, cuatro largos y duros semestres que no estarán desprovistos de sus alegrías.
Voy a regresar a mi casa. Voy a ver a Orión antes de dormirme y pensar en que quizás –quizás– voy a regresar a esta columna dentro de un año y pensaré que el sufrimiento de mi año pasado, junto con la ilusión y la decepción de este año, habrá valido la pena por la fe y la comprensión que he encontrado en personas de mi generación. Ojalá sí resultemos útiles para el país.
Es un emoticon... ya me acordé que me he metido en problemas antes por ponerlo en otros lados, era shortcut del viejo MSN Messenger.
(y)