Tener actos sexuales versus experiencias sexuales sería como la diferencia entre hartar y comer. Hartar como un hecho impulsivo, comer como uno anticipado. Algo de la experiencia sexual tendría que estar atravesada por este encuentro con alguien más, no anónimo, que con características propias esté deseoso, consciente y presente en una situación que por definición nos encuentra en alguna medida expuestos (al estar desnudos o al menos presentes). Aquí también incluiría la diferencia entre “tener ganas” versus desear.
Si tener actos como objeto sexual es el equivalente a hartar y tener experiencias sexuales como sujeto es como comer, quisiera plantear que el encuentro entre dos sujetos construyendo intimidad sería alcanzar el nivel de nutrirse. La intimidad se alcanza en el plus de una sensualidad ejercida en confianza, en un encuentro con otro sujeto. Una relación estable y constante, talvez hasta comprometida, no es garante de una experiencia sexual, pero sí es la mejor manera de alcanzar intimidad, aunque para nada la más fácil.
Me llamó la atención la diferencia de cuórum que tuvo la columna de la sexualidad femenina (I), versus la de la masculina (II). Hay una asimetría en la cantidad disponible de pornografía para hombres versus la femenina. Hablar de la sexualidad de la mujer sigue siendo de objeto de discusión, pero el hombre no está sujeto a la misma. (Vean este video de Julie Oliverth en TED, “Es tiempo de que la pornografía cambie”).
¿Qué queda entonces de encuentros estereotipados entre hombre y mujer? A uno no se le permite mostrar vulnerabilidad y a la otra tampoco mostrar deseo tan fácilmente. Un ejemplo que uso a menudo en mis clases es que si le tuviera que explicar a un marciano las técnicas de seducción permitidas a las mujeres, le tendríamos que decir que si alguien nos gusta, no debemos llamar, buscar o manifestar interés; extraña manera de relacionarnos. No podemos contestar a la primera, no debemos llamar al día siguiente. Debemos esperar paciente y resentidamente que el potencial “desgraciado” nos llame; y cuando lo haga debemos pretender un desinterés que pareciera garante que nos logre apreciar: “hágase la difícil m’hija”. Confusa tarea para ambos: uno tiene que ser activo y persistente (pero no mucho), la otra pasiva y al borde de sufrir.
Tácitamente, desde lo femenino, querer a alguien que no nos quiere es habitar una postura adecuada socialmente en esto de seducir. El balance está establecido, si al día siguiente de algún encuentro sexual la mujer está dolida (no adolorida, aclaro), entonces estará en la posición esperada. Nada de “lo hice porque se me dio la gana”. La sexualidad en la mujer pareciera estar ligada inexorablemente al “amar”, y allí encontrará su autorización. La pregunta sería: ¿amar cómo?
Estos fantasmas se nos atraviesan en el encuentro con una potencial pareja. Pareciera que, como diría la canción, “amar y querer no es igual: amar es sufrir, querer es soñar”. Habría que cuestionar seriamente que Romeo y Julieta viva en nuestro imaginario como el ideal de amor romántico. En dicho trágico ideal, ambos terminan muertos en un desencuentro de pasión vivida en tres días. ¿Cómo quedó el amar tan asociado al dolor?
Subjetivar el amor en el encuentro “entre dos” es un tema que trasciende el tema de la sexualidad propuesto. Quedará entonces escribir otras columnas con el tema del amor. Hasta que las palabras me encuentren, dejo una invitación: en esto de la sexualidad optemos por ser sujetos y no objetos de la misma, formemos activamente el deseo y con el deseo encontraremos el placer.
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Esta es la tercera y última entrega de esta serie. La primera se publicó el 17 de agosto y la segunda, el 31 de agosto de 2015.
Claudia Castro Ruiz /
Gracias Lissa, mientras sigamos hablando de sexualidad, de forma expuesta, haremos lo nuestro.
Lissa Nicholls (Lissa Ortiz) /
Excelente saga sobre la sexualidad, muy bueno! Aún cuando para unos, el tema sobre la sexualidad nos viene de una forma liberal, para otros todavía es un tabú.
Un tabú en nuestra sociedad, que es necesario desquebrajar, que no hay nada de qué avergonzarse. Ya que la sexualidad, tanto en hombres como en mujeres, debe verse como algo natural y hermosa que nos ha dado la Madre Naturaleza. Algo que debe explorar y disfrutarse, por supuesto con responsabilidad de la misma. Algo que debe entenderse y fundirse en lo más profundo de la relación entre pareja, para que ambos alcancen el clímax de la alegría y el gozo.
Temas que abordé cuando impartía clases en un colegio ONG, donde tuve que quebrantar ese tabú generacional hacia la sexualidad, donde tuve que ir más allá de lo que dictan los libros, para así convertir a la juventud en personas responsables y partícipes, o sujetos como bien dices Claudia, de su sexualidad...