Anocheció. Estábamos en un colegio. Me encontraba con Andrea representando a la Coordinadora Estudiantil Interuniversitaria de Guatemala (CEUG), y varios amigos miembros de SomosGT, un colectivo de profesionales e intelectuales jóvenes y progresista. Ellos invitaron a Pedro Miguel, columnista fundador del diario La Jornada, en México, para que nos hablara de su experiencia y conocimiento en torno a movimientos sociales y su militancia dentro del partido Morena. Pasamos a la cafetería. Arreglaron las mesas para que estuviesen en forma de “U”. Luego, comenzó la conferencia.
El 18 de julio, nos habló de su experiencia dentro de Morena, de las diferencias entre los movimientos estudiantiles en México y Chile, del renacer de los movimientos ciudadanos en México, y de cómo los movimientos sociales logran sobrevivir y ser actores políticos incluso cuando no existe una coyuntura propicia para que afloren protestas y que estos sean visibles.
En Chile, por ejemplo, surgió la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech) hacia octubre de 1984. Su primer objetivo fue la conquista de la democracia y lo lograron. El proceso de transición comenzó con el plebiscito de 1988, donde triunfó el “No” (se discutía si Augusto Pinochet continuaría en el poder hasta 1997). Pero luego el movimiento perdió rumbo, hasta reorganizarse en 1997. La lección que nos dejó a los estudiantes es que es un proceso largo, y que el movimiento universitario se debe concebir como un espacio de formación cívica.
También nos informó sobre el trabajo que hace Morena a nivel comunitario, y cómo este los ha expuesto al peligro con narcotraficantes en las áreas rurales. Finalmente, nos recordó que un colectivo de ciudadanos comprometidos con la transformación de la realidad nacional debe tener una claridad de visión que le permita enfocarse en objetivos concretos.
Después de la foto respectiva, y de despedirnos cálidamente, me pregunté qué ha cambiado. ¿Qué transformaciones hemos visto en las últimas 14 semanas? A mi modo de ver, lo más importante es que ahora hay un proceso de construcción de organizaciones ciudadanas que buscan pasar a la acción y transformar la forma de hacer política en Guatemala. Cualquiera que sea el gobierno electo para el próximo período, se enfrentará a una ciudadanía organizada. Y creo que esta oposición informada, fiscalizadora, organizada y responsable, debe ser el objetivo de los movimientos cívicos surgidos en la coyuntura actual.
Me llena de esperanza ver que estos grupos nacen sin patrocinador o ente alguno detrás. Son personas como uno, que se hartaron de vivir eternamente desesperanzados. Que se rehúsan a vivir resignados, a pensar que su país fue, es y seguirá siendo la madre patria de la violencia e injusticia. Quienes protestamos, ya perdimos el miedo a callar. La sociedad entera tiene que perder ese miedo.
En la conferencia, Pedro Miguel hizo una reflexión que me tocó mucho: la mentalidad de una persona que conforma estos movimientos debe estar enfocada en servir a los demás, no a sí mismo. Es un pensamiento trillado y chocante para aquellos que somos fervientes individualistas. Pero tiene sentido: a mi modo de verlo, participar en la vida cívica del país es un deber, pero el bien que cosechamos para los demás, y para sí mismo, es una recompensa lo suficientemente buena en sí misma para motivarse a seguir luchando.
Cuesta, cansa, uno choca con los demás. Hay choques entre egos y entre personas que quieren usar los movimientos como plataformas para su beneficio propio. Pero es lo que hay que aguantar. Lo bueno viene después. Todo depende de nosotros. Siempre fue así, pero tardamos demasiado en darnos cuenta. Ahora toca no rendirse.
Otto Moran /
Felicitaciones