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María sobrevivió al coyote y la frontera

María es del mismo pueblo de Emelin Cabrera, la niña guatemalteca que habló ante la ONU. Tiene la mirada profunda, la sonrisa inquieta y unas ganas inmensas de estudiar, de explorar el mundo, de vivir. Ella es determinante con sus aspiraciones, es un ejemplo de lucha, de cambio y de liderazgo; de ser víctima de trata pasó a ser consejera voluntaria en una organización que ayuda a otros adolescentes –migrantes también.

Cotidianidad Opinión P369
Esta es una opinión

María es una joven afortunada, y ahora comparte esa fortuna con otros jóvenes como ella.

Foto: Conié Reynoso

Esta joven llegó a Estados Unidos hace tres años. Un coyote la trajo al Estado de Virginia con un hombre que le triplicaba la edad. Hoy su historia es otra, pero también sufrió abusos y el engaño al que muchas chicas de su edad son sometidas durante el trayecto a este país.

Conocí a María por una chica cubana-americana, que durante su práctica de postgrado en trabajo social ha convivido con ella y otros jóvenes latinos, varios de ellos guatemaltecos.

María fue alcohólica y víctima de trata. Eso ha vivido con apenas 18 años. En Chiquirichapa, lo normal es emigrar al norte cuando se ha alcanzado la edad límite: los quince años. Muchos y muchas, sin hablar casi nada más que el Mam o sin haber terminado la primaria, van camino al norte.

Las adolescentes emigran a sabiendas de los peligros que encontrarán en el camino. Las violaciones y los abusos ‘son normales’, es parte del pago al coyote –lo asumen–, pero pocas tienen la suerte de María y pueden denunciar en Estados Unidos el engaño al que son sometidas por los coyotes.

María salió de Guatemala creyendo que en el norte encontraría una nueva vida, junto a un hombre que la sacaría de apuros. El mismo que le presentó el coyote antes del viaje. A los 12 años conoció la bebida y junto a otras chicas del pueblo cayeron presas del alcohol. Su papa falleció y su madre vivía por temporadas en la casa de su segundo esposo. Ella y sus hermanos se quedaban solos en casa, fue así como poco a poco hizo de las calles su hogar.

En su pueblo muchos jóvenes tienen problemas de alcoholismo, hombres y mujeres por igual. La gente se acostumbra a ver a los adolescentes de 13 o 14 años borrachos en la calle, nadie les pregunta del porqué del vicio o si tienen algún problema. La misma Emelin Cabrera se dio a conocer luego de que pidió al alcalde que creara un programa para que las niñas permanecieran más tiempo en la escuela y evitar que cayeran en este tipo de adicciones y abusos.

Cansada de vivir sumida en el alcoholismo, un día llegó la oportunidad para que María se fuera a los Estados Unidos. Habló con su mamá y ésta consiguió que le prestaran Q40 mil para pagarle al coyote. Un conocido de la familia.

El famoso coyote le presentó a María un amigo por teléfono antes de la travesía, “Parecía joven”, dice María, “Yo me ilusioné y conversaba con él”. Durante el tortuoso trayecto por México, la única esperanza de ella era conocer a su novio, pero al llegar a su destino la chica quedó impactada: el hombre le triplicaba la edad y era casado. Él le había comprado ropa y había alquilado una habitación para que ella viviera en la casa de otra migrante.

María no quería pensar en la noche cuando el hombre regresaría, pero no tenía amigos ni familiares en el lugar. No tenía opciones, pero la vecina –valiente también– la ayudó a llamar a la policía y denunciar al hombre. Así lograron que éste no se acercara a la casa, pero a ella se la llevaron al hospital porque estaba deshidratada desde su viaje por México.

Así dio un giro la vida de esta chica. Del hospital fue trasladada a un albergue temporal para menores migrantes, de ahí salió a la casa de una madre adoptiva en Filadelfia, mientras un juez decidía su futuro –por ser menor de edad y por tratarse de un caso de trata.

Las penas por las que ha pasado María le han servido para hacerla más fuerte y más determinante. Cathi Tillman, quien dirige la Organización La Puerta Abierta –un centro de atención integral para jóvenes migrantes en Filadelfia, a donde asiste María–, da testimonio de su personalidad: “Ella tiene un claro sentido de sus objetivos. Es sabia y cariñosa, y ha aprendido a sobrevivir y a prosperar, a pesar de los muchos obstáculos que ha enfrentado”, afirma esta mujer que ha conocido a muchos jóvenes centroamericanos, especialmente del Triángulo Norte.

María llegó hace dos años a La Puerta Abierta, un centro especializado que ayuda a jóvenes latinoamericanos para integrarlos a la escuela, al aprendizaje de Inglés y a la cultura de Estados Unidos. Ahora ella participa en las actividades de arte y también ayuda a otros jóvenes a integrarse a la sociedad, a que se relacionen con otras personas, a que tengan más amigos, a que reciban cariño, pues muchos de ellos, carecen de esto.

María ahora hace planes para rentar un apartamento con un amiga guatemalteca, y alterna sus estudios con su trabajo de mesera. María extraña su tierra, pero también se ha adaptado rápido. Aprendió el español y el inglés, pero no olvida su lengua materna. “Hablo con mi mamá y mis hermanos en Mam”, comenta.

María tuvo que pasar por un proceso legal que le permitiera quedarse a vivir en Estados Unidos. Ahora sueña en grande. Está contenta, aunque extraña a los suyos. “A veces necesito un abrazo y aquí (en La Puerta Abierta) me lo dan”, dice. Por eso ha decidido integrarse al grupo de voluntarios que trabajará con otros adolescentes.

“Somos bendecidos y orgullosos de tener a María entre los mentores en entrenamiento, representan el trabajo de la organización. Aprenden a ser un apoyo para otros jóvenes que han llegado a los EE.UU. con luchas e historias similares”, concluye Tillman. Muchos de esos que siguen llegando, son guatemaltecos también.

Conié Reynoso
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Periodista guatemalteca viviendo en Washington, D.C. Le encanta explorar el mundo a través de la gente, de la comida y de su cultura. Apasionada por la vida; curiosa por naturaleza y de profesión. De pequeña su abuelita le decía que “tenía batería”. Años después entendió por qué.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    alfonso villacorta /

    05/06/2016 9:18 AM

    creo que solo falta informar que casos como el descrito le dan derecho a una visa "U", puesto que fueron victimas de redes criminales con vistas a la esclavitud para el ejercicio de la prostitucion.
    muchas veces los secuestradores les amenazan con matar a sus familiares porque gracias al coyote saben todos los pormenores como direccion, cantidad de hermanos, padres y es muy creible que cumplan las amenazas, ademas que las drogan para que la adiccion sea una cadena invisible que no les permite escapar porque se perderian de las dosis que requieren.
    los secuestradores tambien saben que no conocen a nadie en el lugar, no tienen telefono para llamar a la policia, no se pueden quejar con nadie por el idioma y son golpeadas a manera de tortura para lavarles el cerebro y condicionarlas a mantener su secuestro.
    mexico tiene abundante bibliografia seria sobre este fenomeno que pasa inadvertido y por eso aqui en guate es que la gente sigue creyendo en coyotes que le llevan de la mano al sueño americano

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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