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Cómo es un día en el trabajo más peligroso del país

En los centros comerciales de la Ciudad de Guatemala ya aparecen los árboles adornados con bombas rojas y doradas que anuncian la llegada de la Navidad. Para muchos es un tiempo de alegría, de compartir entre familia y de cobrar el aguinaldo. Pero para los mil choferes y mil ayudantes de los buses públicos y sus familias, se acercan los peores meses del año. Los meses de más asesinatos de pilotos por las extorsiones de pandilleros. Ésta es la historia de uno de esos choferes que transporta todos los días a dos millones de capitalinos.

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La unidad, nítida, de Mateo y su ayudante.

Fotos: Carlos Sebastián

Cada día en el área metropolitana de Ciudad de Guatemala circulan un promedio de mil autobuses. Mil buses públicos que durante los últimos seis años han perdido a 481 de sus pilotos y 208 ayudantes –muchos menores de edad. 689 personas en 1,000 buses desde 2011. Asesinados mientras prestaban el servicio de llevar a los vecinos de sus casas a sus trabajos y viceversa. ¿Cómo es la vida de los que ocupan uno de los trabajos más peligrosos de Guatemala? Esta es la absurda cotidianidad de unos asesinatos anunciados.

En una zona del norte de la Ciudad, el piloto Mateo López somata la mano en la ventana polarizada del bus donde escribieron con marcador blanco el código que indica que ya pagó la extorsión de la semana.

– Esto es lo que nos manda a nosotros: El impuesto.

Mateo López tiene 34 años y se gana (arriesga) la vida manejando un bus en el área metropolitana. Cada semana tiene que ver cómo saca el dinero para pagar la extorsión. Es decir, pagar para que no lo maten.

Lo encontramos en un momento de descanso en la camioneta que maneja seis días a la semana. Unos espejitos, una bandera, un respaldo en su asiento y otros detalles hacen más familiar el espacio donde pasa la mayor parte de sus horas despiertas. Un espacio que Mateo mantiene impecable.

– Tratamos la manera de mantenerlo limpio y todos los cojines suavecitos. Esto al dueño le vale.

Mateo empezó a manejar a los 17 años después de un par de años como aprendiz.

Creció en otra zona del norte de la Ciudad Guatemala. Para los de su colonia los recursos eran tan escasos como las oportunidades. Algunos, los menos, optaron por la delincuencia, pero la mayoría de sus amigos de la infancia llegaron a trabajar como pilotos, en camiones, tráilers o el servicio urbano. Hoy muchos de ellos están muertos.

Dice Mateo que desde el principio lo que gustó del trabajo fue es la sensación de libertad que genera arrancar el motor en las mañanas.

– Una de las cosas buenas es que aquí no hay presión por parte del dueño. Lo que él quiere es su cuota, nada más.

Pero la independencia también puede traducirse como abandono a su suerte. Nadie hace nada por evitar que los maten. Ni los dueños de los buses ni la Municipalidad ni el Gobierno. Y todo el riesgo de las extorsiones cae sobre la última pieza de la cadena: los choferes.

 

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– La mera verdad es que esto es un trabajo muy difícil. Como que no vale nada nuestra vida. La gente no sabe como es. No se ponen en nuestros zapatos. Estar uno sentado en el asiento es diferente. Se miran las cosas de diferente forma. Estamos bajo presión.

Aunque es un servicio ‘público’ sigue siendo un trabajo ‘informal’.

– No tenemos un sueldo base. No tenemos un aguinaldo; lo tenemos que hacer nosotros. Aquí no tenemos nada. Ni ninguna prestación.

El impuesto no se paga al Estado. Se paga a las pandillas.

Ya ni lo llama extorsión. Habla del impuesto como cualquier otro de sus gastos fijos. La cuota de Q300 diarios que paga al dueño por el uso de la unidad. Q300 diarios en gasolina. Y los Q130 diarios (Q800 semanales) para el impuesto. El ingreso de él y su ayudante depende de lo que sobra cada día. Entre Q40 y Q100 para el ayudante y Q70 y Q200 para Mateo. Cada mes, si pudieran tener un promedio, son Q1,680 para el ayudante y Q3,200 para Mateo. Las pandillas, que sí tienen un promedio, se quedan con otros Q3,200 y el dueño del bus, con Q7,200.

De sus ingresos hay que restar los imprevistos. Materiales de limpieza o tornillos.

– Hay dueños mala onda, los que explotan demasiado y te dicen que si el bus tiene algo malo ‘andá a arreglarlo vos si querés salir a trabajar. Si no, allí déjalo’.

Esto explica por qué solo hay mil buses en las calles de Ciudad de Guatemala, cuando en la Superintendencia de Transporte Público (STP) están registrados 3,221.

¿Pagar la multa a la PMT o pagar la extorsión?

Otro gasto imprevisto son las multas, que equivalen al 15% de sus ingresos mensuales.

– El dueño nos obliga a pagar la multa, pero si la pagamos, no pagamos la extorsión.

Mateo dice que se cuida mucho de no meterse en problemas con EMETRA. Me enseña las últimas dos remisiones que recibió hace un mes.

“Por conducir la unidad de manera imprudente”, está apuntado a mano en una remisión de Q500 de la STP.

“Por faltarle el respeto al usuario”, dice otra de Q250. Mateo explica que esta última es por subir la tarifa a dos quetzales cinco minutos antes de las seis de la tarde.

Los agentes de EMETRA son una gran fuente de frustración para Mateo. Cree que ven a los buses como una forma fácil de cobrar multas porque son un grupo sin capacidad de defensa.

– Son abusivos, prepotentes, y abusan de su poder como policías. A nosotros no nos oyen. Entonces hacemos lo mismo de siempre, nos quedamos callados.

Cuando Mateo se ha quejado por el trato de los agentes, han amenazado con quitarle su licencia. A algunos de sus compañeros ya se la quitaron, aunque se supone que esto está fuera de su mandato.

– Nuestra licencia es como… la cámara de él (señala al fotógrafo de Nómada) Si a él le quitan su cámara no puede trabajar. Si a nosotros nos quitan nuestra licencia no podemos trabajar.

Las razones que aparecen en las multas de Mateo van acorde al imaginario colectivo. Es común quejarse de los buses, las camionetas rojas, en Ciudad de Guatemala. Por las colas que generan cuando se descomponen, por imprudentes cuando compiten por pasajes (que al final son los que dicen si un día es bueno o malo).

El transporte público en Guatemala es un caso ejemplar de esta conciencia selectiva. Se considera a los mil buses que mueven a más de 2 millones de vecinos como los responsables del caos vial en una ciudad con casi 1 millón de vehículos.

Entregar dinero al posible asesino

Así como los pilotos se reparten los turnos de la ruta, también circulan entre ellos los celulares de los pandilleros para compartir los turnos para pagar la extorsión de cada semana. Hace tres semanas le tocó a Mateo encargarse de juntar el dinero de sus compañeros y enfrentarse cara a cara con los extorsionistas. Sus victimarios.

– Se siente horrible. Es una presión horrible. Te apuran, te amenazan, y uno siente que no va a llegar a tiempo.

Lo esperaban seis hombres en tres motos.

– Son puros patojitos, de 18 o 20 años. Así como él.

Mateo señala hacía el ayudante que responde con una sonrisa incomoda mientras mira para otro lado. Los que son más pequeños los usan para disparar, incluso como prueba para entrar a la pandilla, explica Mateo.

– Matar a un chofer. Imaginate, lo matan a uno para que ellos estén bien adentro.

En ocasiones son mujeres que recogen el impuesto y Mateo se siente más tranquilo. Se comunican de una forma diferente y no amenazan.

A cambio a veces es ‘el mero mero’. Hombres con MS o 18 tatuado en la cara. Andan bien vestidos, con motos nuevas y armas nuevas. Mateo recuerda que incluso una vez uno apareció en un Mercedes para cobrar la extorsión.

– Esos son los que dan más miedo. Nunca me imaginé que en un carrón de esos iba a venir.

La logística del trabajo de cobrar el impuesto es extensa. El chofer al que le toca la responsabilidad arriesgada tiene que ponerse de acuerdo con el resto para que den su parte. Y el chofer le tiene que decir al extorsionador qué unidad ya pagó su parte. Entonces recibe un código que se escribe en la ventana del piloto del bus.

– Ellos están mejor organizados que la policía. Tienen una cabeza para eso que uno ni se imagina. Son bien pilas. Utilizan números, iniciales o figuras. Un sol, una carita alegre, un triángulo o letras con números. Cambian los códigos cada 8 días. Si el número del bus no coincide con el código y uno de ellos está vigilando, allí es donde nos matan.

 

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El dueño de los buses comparte el impuesto con los choferes, aunque Mateo considera que el dueño debería pagar todo. El sistema consiste en que el dueño les permite trabajar el bus un día sin cuota. Para hacerlo más fácil Mateo y sus compañeros se pusieron de acuerdo con cada grupo de pagar los sábados.

– Ese día nadie ganamos, ni el ayudante, ni el dueño, ni yo. Trabajamos sólo para pagar ‘el impuesto’.

Según varios choferes, fue a partir del año 2008 que la extorsión se apoderó del transporte público cuando se promovió que comerciantes denunciaran las extorsiones. Pero hasta la fecha no existe suficiente confianza en la autoridades para denunciar. La Procuraduría de los Derechos Humanos confirma que el protocolo de investigación de las denuncias de extorsión tiene errores que ponen en riesgo la vida del denunciante.

Ver y estar cerca de sus asesinos

Existe un supuesto beneficio que los dueños de buses pagan.

– Supuestamente el dueño paga un seguro por cada chofer –y Mateo suelta una carcajada–, pero solo le cubre si uno se muere (y su pareja tiene certificado de matrimonio, porque no se lo dan a los hijos).

Cuenta la historia de cómo mataron a un amigo de la escuela que trabajaba en la misma ruta por no pagar la extorsión. Mateo venía en el turno 10 minutos detrás de él cuando vio el bus parado y rodeado de gente.

– Me bajé y mi amigo estaba muerto allí. Esto fue bien duro para mí. Este día no salimos a trabajar por guardarle luto a él. Es una experiencia tan horrible.

Hace dos años Mateo estuvo cerca de sufrir el mismo destino. Le dispararon. Estira su antebrazo para demostrar la cicatriz, una línea blanca, torcida con puntitos blancos de cada lado, que se estira unos 15 centímetros sobre su piel. Agrega que todavía tiene una bala cerca de su riñón derecho.

Ese día a Mateo le tocó sacar el primer turno a las 4 de la mañana. No sabía que un colega había apagado el celular que pocos días antes recibió de uno de los grupos que los estaban extorsionando.

Muestra los balazos en el bus. Una mujer joven le había pedido que detuviera el bus para subirse. Cuando Mateo paró el bus salieron del monte dos hombres jóvenes.

– ¡Traen pistolas!, gritó el ayudante. Mateo arrancó el bus mientras se escuchaban las balas. Con tres balas en su cuerpo, el hueso de su antebrazo hecho pedazos y el bus lleno de pasajeros en pánico, Mateo manejó hasta el IGGS de accidentes en la zona 7. De los varios pasajeros heridos, dos murieron este día. Un señor y una viejita que estaba cerca de Mateo.

Después del ataque, Mateo pasó cinco meses sin trabajar en el bus. Cinco meses sin ingresos para él, su esposa y sus dos hijos. Por un tiempo Mateo vendía películas en la calle para dar de comer a su familia.

Ni la Municipalidad, a quien le corresponde el transporte público en el área metropolitana, ni los dueños de los buses que contratan a los choferes, les pagan IGSS. Pero para los choferes lo que pasó a Mateo es tan común que entre ellos mismos tienen un acuerdo de dar un apoyo económico de unos Q25 semanales por chofer a los compañeros que sufren algún ataque.

La esposa de Mateo le pide que deje de trabajar como piloto. Todos los días lo llama en la mañana para saber que está bien. Mateo tiene muy pocas oportunidades de compartir con sus hijos y su esposa. Se va a trabajar en la madrugada antes de que se despierten, y normalmente regresa hasta las 9.30 de la noche cuando ya están acostados. Cuando el movimiento de personas baja y Mateo se puede tomar la libertad de descansar, sus hijos están en la escuela. Por eso les dedica sus domingos.

– Vamos a algún centrito comercial, a comer algo, a estar juntos.

Cuando sus hijos están de vacaciones de la escuela, entonces algunos días aprovechan para almorzar juntos o ir con él en el bus durante las tardes, a pesar del riesgo que implica.

Mateo mira casi imposible encontrar un empleo con más seguridad por los requisitos que piden. Carta de recomendación, cartas laborales, antecedentes penales, buen estado de crédito.

La única opción que pinta más positivo para Mateo y su familia es ir para los Estados Unidos. La esposa tiene visa americana, pero a Mateo le tocará ir de mojado. Sabe de los riesgos porque lo hizo una vez hace casi diez años. Aunque cree que es más fácil conseguir trabajo allá, la vida en los Estados Unidos no le parece más fácil. Recuerda incluso que trabajaba más allá que lo que trabaja en Guatemala. Pero la seguridad que sentía y el alivio que esto generaba hace que los riesgos del viaje y de ser deportado valgan la pena.

– Me da más miedo estar aquí, por ejemplo pensar que el viernes coma algo que me enferme, y que no pueda trabajar el sábado y pagar el dinero. Eso implicaría que seguramente ni trabajaría toda la otra semana por miedo de que me vayan a hacer algo.

La solución es una

Para Mateo la solución es fácil: seguridad y un sistema de prepago.

– El mayor problema es que uno maneja mucho dinero en efectivo. Supuestamente nos dijeron que iban a cambiar los buses para que fueran con tarjeta como el Transurbano. Supuestamente nos iban a contratar a nosotros cuando se cambiaran los buses. Íbamos a recibir una capacitación, dice con una sonrisa.

Tendrá que esperar que la Municipalidad (después de 30 años) lo decida. Y estaría feliz de pagarle el 15% de impuestos al Estado y no a las pandillas.

Nómada
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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Flory Gaitán /

    13/11/2017 11:27 PM

    Es triste que una persona por necesidad arriesgue tanto su vida, sabiendo que las cosas nunca cambiarán. Para el Estado ellos no existen, les da lo mismo una o más muertes diarias de estos trabajadores.
    Y encima nosotros tachamos a los choferes de irresponsables y abusivos, cuando deben hacer milagros para cubrir todas las cuotas y aguantar a muchos usuarios que los maltratan.
    Triste que en nuestro país no se valore la vida.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    El_Julio_Soy /

    04/11/2016 3:37 PM

    Que porquería que "Tu Muni", no hace nada al respecto , solo le interesa que los transmetros pasen ,excelente reportaje

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Moises Avila /

    02/11/2016 3:48 PM

    Con un nudo en la garganta, me voy a dejar de quejar de todo lo que me pasa cotidianamente. Mis clavos, son de risa comparado con ese flagelo de las extorciones que nadie quiere romper.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Mónica Cifuentes /

    01/11/2016 11:01 AM

    Tremenda sensibilidad Pia ante un problema que a los que somos guatemaltecos nos parece tan cotidiano.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Trudy Mercadal /

    31/10/2016 5:15 PM

    Historias que duelen. No es posible que el estado se desentienda de esta manera de todo este sector que depende del servicio público. Hasta dónde y hasta cuándo?

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Pancho Rodríguez /

    31/10/2016 12:22 PM

    Ahora hagan un artículo sobre las experiencias del usuario.

    Creo que ambos somosvvíctimas.

    ¡Ay no!

    3

    ¡Nítido!

    Manolo /

    31/10/2016 11:33 AM

    Hay una diferencia muy grande entre "demostrar una herida" y "mostrar una herida", el contenido es muy bueno pero la redacción necesita un ajuste, en todo caso felicito a la autora por el artículo.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Carlos de la Torre /

    31/10/2016 10:27 AM

    Historia conmovedora. Este es un problema grave que debe ser tratado urgentemente. Me gusta la referencia que hacen al final del artículo sobre el prepago. Y es una de las razones que me entristece del caso del Transurbano. En la zona 18 lo implementaron y en la zona 6 no. ¿Adivinen en qué zona es donde más asesinan choferes? Realmente en este caso específico hay dos frentes. Uno, que se le dé el apoyo y mantenimiento al sistema de prepago. El deterioro de las unidades es palpable. Dos, la implementación del sistema en la totalidad de las rutas. Incluso sería conveniente que las rutas extraurbanas también lo tengan.
    Entiendo que existen investigaciones acerca de la adquisición de las unidades del Transurbano y es cierto que se debe de investigar y deducir responsabilidades, pero el proyecto debe ser protegido. Por la sencilla razón que existen vidas en riesgo. No solamente eso, sino que este sistema provee de recursos a la delincuencia organizada. Obviamente el sistema de prepago no solucionaría todos los problemas del transporte público y la delincuencia, pero sí sería una acción decisiva hacia la solución de algunos de los problemas que aquejan el país.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

      Manolo /

      31/10/2016 11:38 AM

      Luego (o antes) de que implementen un sistema universal de pre-pago para el transporte las autoridades deben pensar cual sería el siguiente paso que tomarían los delincuentes para hacerse de recursos, por lo que dice el artículo son cantidades muy grandes de dinero (Q 3,200,000.00 mensuales) que no van a querer perder tan fácilmente. Triste nuestra realidad.

      ¡Ay no!

      ¡Nítido!



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