Ubicado dentro de Adra Hostal, en la 4 calle Oriente Norte 15 de La Antigua Guatemala, se encuentra La Estufa Roja. Se trata de un restaurante minimalista en su decoración, con pocas mesas y enfocado en la cocina abierta, que atiende de miércoles a sábado, de 12:00 a 22:00 horas.
El menú cambia cada mes acorde a las temporadas e ingredientes. Se puede escoger un plato y pagar el precio indicado en la carta, o seleccionar tres, cinco o nueve a un precio especial. (Q290, Q460 o Q750, respectivamente). Como todo pintaba bien, decidimos escoger y compartir.
Llegó la sopa de coliflor con parmesano y un toque de curry. La textura era genial y los sabores se complementaban de maravilla, un excelente inicio (Q50).
Pasamos a los espárragos cocidos al dente y servidos con un huevo escalfado que estuvo bien preparado con una emulsión de trufa y de buen sabor (Q75).
La remolacha es uno de mis ingredientes favoritos por su versatilidad y color tan brillante que me gusta pedirlo cuando la veo preparado de diferentes maneras. En este caso era con una vinagreta de vino tinto y queso azul acompañado de marañones y queso chévere frito. Las temperaturas se complementaban y la combinación de sabores era profunda y muy buena (Q75).
El foie gras es un plato difícil de preparar bien y fácil de arruinar. Por ser un ingrediente caro no es muy común encontrarlo, pero este menú tenía una versión en frío acompañada de papaya salteada y pan tostado que estuvo espectacular. La demi glaisé que la acompañaba era fabulosa (Q145).
De platos fuertes pedimos el dorado acompañado de papas “P. Bocuse”, una de esas preparaciones que no se ve seguido, pero es un gusto cuando se mira un platillo atractivo como rico, con una salsa de hongos ostra (Q185).
El pollo venía con una masa de olivos e infusión de trufa acompañada de gnocchi de papas, salvia y jus dijon. Es la primera vez que pruebo gnocchi preparados de esta manera. Fueron dorados y terminaron crujientes por fuera y suaves por dentro, muy buenos (Q165).
Llegamos al lomito y en este caso era acompañado de bruselas, tocino ahumado y camote gratinado. Otro maridaje agradable, aunque un plato difícil de terminar ya que resultó pesado (Q190).
Una de nosotras se aventuró al postre y quedamos todas agradecidas de no haberlo pedido. Da pena cuando todos los platillos previos estuvieron a tan alto nivel de preparación y sazón, y no se le pone esmero al postre. En este caso era una granita de fresa con plátanos horneados que se caracterizó por su falta de sabor.
El servicio fue agradable. Acompañamos todo con una copa de vino blanco que resultó ideal para la comida.
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