La modalidad es la siguiente: cuando se escucha la campana seguida de el grito de la cocina (“¡calientitos!”) un mesero se acerca a tu mesa a ofrecerte diferentes pinchos, puedes seleccionar uno o todos –eso dependerá de tu gusto y hambre. Al seleccionarlos, el mismo mesero apuntara en una ficha cuantos tomaste y eso será lo que aparecerá en tu cuenta. De igual manera, puedes seleccionar diferentes tablas de pinchos mezclados o elegir un plato a la carta.
Nosotros nos fuimos por ambos: una selección de platos a la carta y los pinchos que nos fueron llamando la atención. Empezamos por las croquetas de pollo. La presentación muy bonita y la salsa exquisita. Sin embargo, las croquetas un poco secas y difíciles de terminar.
Pero la experiencia mejoró con la codorniz servida sobre gajos de papa. Este platillo ejemplifica por que me encanta la comida fusión. La unión de codorniz con salsa asiática resultó espectacular.
Luego llegaron los huevos rotos, un platillo muy común en la gastronomía canaria. El plato es tal a lo que suena que es: huevos estrellados servidos sobre papas fritas. Además, lo pedí con la opción de jamón serrano. Los huevos estaban cocinados a su perfección, la cantidad de papas era perfecta y el jamón de muy buena calidad. Un plato muy bien logrado que continuará siendo de mis favoritos.
Entre platicas, cañas (Q9) y copas de muy buen vino (Q45), disfrutábamos la sobremesa. Al escuchar la campana y el grito de la cocina consecuente, unas tapas de butifarra (Q17 c/u) muy buenas se aparecieron ante nosotros y terminaron siendo el final perfecto a una buena comida entre amigos.
En general estuvo muy bien. Las entradas empiezan en Q45 y si bien la codorniz es un poco más cara, a todos nos pareció que valió la pena el precio. También tienen paellas y un arroz en su tinta que se miraban muy bueno pero para ir con un poco más de hambre. Tendremos que regresar.
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