Pasé el fin de semana en la Antigua y, hablando con la mamá de una amiga que ha vivido en Las Huertas toda su vida, decidimos ir a El Viejo Café. Es su lugar favorito y yo todavía no puedo creer que aún no lo conociéramos.
Sus exactas palabras fueron: “¡Es comida como hacía mi nana en casa de mi abuelita!". El lugar no sólo cumpló con esta promesa, sino que cada ingrediente de nuestro desayuno nos fue enamorando poco a poco hasta que dejarnos completamente encantadas y con las ganas de volver la próxima semana.
Ubicado en la esquina de la 3 calle poniente y 6 avenida norte # 12, destaca desde una cuadra atrás por su llamativa pared roja. Más de cerca se ve un letrero que reza "El Viejo Café" y uno mas pequeño abajo de éste que dice "La Panería". Al entrar se puede notar el olor a café recién hecho y pan del día. La parte interior es muy acogedora y agradable, sin embargo nosotras escogimos sentarnos en el patio y aprovechar un poquito del sol que brillaba en ese momento.
El servicio fue muy eficiente y el menú se miraba genial, con opciones para cada gusto: croissants elaborados en casa, desayunos del buen comer y desayunos a lo light, todos a muy buenos precios.
Empezamos con un chocolate con leche (14) y, por supuesto, un café antigüeño (que estaba incluído con el desayuno). Nos costó escoger, pero cada una pidió el que más le llamaba la atención, con tal de probar por lo menos dos diferentes.
El Inglés (34): huevos estrellados perfectamente tiernos, servidos sobre una rodaja de pan de la casa tostado, con queso y unas rodajas de tomate. Además, tenía tocino por encima y fruta al lado. Desayuno simple, pero muy bueno, con un complemento ideal de sabores y texturas.
El Motuleño (49): debo admitirlo, éste fue el que me llamó la atención desde un principio. Personalmente, no siento que desayune sin comer frijoles. Es una de mis adicciones y los podría comer en todas las comidas. Este plato, también de huevos estrellados tiernos sobre una tortilla de maíz con queso. Siempre me sorprende bien cuando me pasan los huevos bien cocinados, en su punto exacto. Llevaba todos mis acompañamientos favoritos: chorizo, crema , queso, plátanos y, como ya mencionados, los frijoles. Al final del día, éstos eran la razón original por la que fuimos y lo que nos enamoró: frijoles de antaño con esa textura perfecta, espesos y con la cantidad ideal de ajo y cebolla. Cocinados literalmente como lo hacía mi abuelita. Me remontaron a mi infancia y los desayunos en familia de los domingos. Es más la próxima creo insistiré que mis hermanos me acompañen.
Nos fuimos con un par de encanelados y croissants de almendra que nos habían pedido en casa y una gran sonrisa. Les recomiendo que lo prueben y espero que les guste.
Julio Castillo /
¿No saben que tal son los almuerzos?
Rafael Cano /
Si los frijoles son como los de abuelita, deben llevar suficiente manteca de cerdo también, antes no estaba de moda la comida light ?