Estuvo un poco difícil escoger a dónde ir, pues este año había muy buenas opciones y menús. Sin embargo, escogí ir a tres lugares con menús relativamente similares para poderles contar mis experiencias. Me encantaría saber las suyas si visitaron algún otro restaurante dentro de la dinámica.
Empecé visitando Como Como. El menú de cena incluía croquetas caseras de queso o bisque de camarón como entrada, lomito de res con hongos, perejil y romero terminado con aceite de trufa o waterzooi de pescado a la belga con verduras como plato fuerte y apple strudel o crème brûlée como postre. El ambiente era muy agradable y muchas mesas estaban llenas, pero nos sentaron de un solo. Vimos detenidamente los menús antes de ordenar, y decidirnos nos tomó mucho tiempo. Sin embargo, muy rápidamente nos llevaron nuestras bebidas y disfrutamos de la música de fondo.
El servicio fue eficiente y pronto teníamos nuestras entradas en la mesa. Con mis amigos habíamos acordado pedir de todo un poco para poder probar las distintas opciones, y creo que fue la mejor idea, ya que varios terminamos quedándonos con el plato del otro. Yo había pedido las croquetas pero me gustó más la sopa. Ambas entradas eran de buen tamaño y la sazón estaba muy bien. Todo empezó de la mejor manera. Luego llegó el plato fuerte, y aunque sí estaba al término que lo había pedido, el plato no estaba muy bien. Es raro que esto suceda, pero la sazón estaba un poco suave y el aceite de trufa –que es de mis ingredientes favoritos en el mundo– no se sentía para nada.
Terminamos y llegamos al postre: una crème brûlée muy bien preparada, con una costra del espesor ideal, la textura necesaria y un sabor muy bueno. Dentro de todo, la experiencia estuvo bien y regresaré si se presenta la oportunidad. Pero, si tenemos que calificar entre los tres restaurantes que mencionaremos, éste quedaría en el tercer lugar.
En el segundo encontramos a Bistro Cinq, un favorito de siempre. Este lugar tiene uno de los mejores servicios en La Antigua. El menú, el ambiente y todos los detalles estuvieron de lo mejor. Sin embargo, el restaurante que se llevó el primer lugar les ganó por darme el mejor postre que me he comido en años –me atrevería a decir que es el mejor helado con ron que he probado jamás. Pero bueno, pronto llegaremos a eso. Las opciones de menú para la cena eran sopa de cebolla o escargot de entrada, lomito con salsa bernaise y papas o milanesa de lomo de cinta con arúgula, balsámico y salsa de alcaparra como plato fuerte, y una opción de bayas con crema batida o pie de limón como postre.
El escargot preparado a la bourguignon –en otras palabras: con ajo, mantequilla e hinojo– estaba espectacular, con cantidad perfecta de hinojo. Una excelente entrada para comenzar la velada. Luego llegó el lomito: en su punto –suave, jugoso– y acompañado de una cantidad de papas que era más que suficiente, con una salsa muy bien preparada que complementaba muy bien el plato. Llegamos al postre haciendo un esfuerzo por terminar, pero valió la pena: el pie estaba muy bien preparado, el grosor de la masa era parejo y justo para el relleno, el relleno con un color muy brillante (señal que fue terminado con mantequilla fría, técnica clásica francesa) y con crema por encima. Simplemente era el postre ideal para este menú. Una muy buen experiencia, como siempre que se visita este restaurante.
Para terminar llegamos a Welten, un restaurante muy romántico para la noche y espectacular para el día. Sentarse a un lado de la piscina nos traslada a una época diferente, un momento donde lo único que importa es disfrutar del sentimiento de tranquilidad que provoca estar ahí, la buena compañía y la excelente comida. Las opciones que teníamos eran champiñones al brandy o ensalada de tomate y mozarella de entrada; pollo en salsa de ciruelas, dorado en salsa de blue cheese y alcaparras o steak a la pimienta verde de plato fuerte, y una copa de helado de café con cardamomo y ron oscuro de postre.
Empezamos con los champiñones: muy bien hechos, tenían cebolla y tocino y poco nos faltó para lamer el plato, de lo genial que estaba la salsa. Llegamos al steak y quedamos anonadadas de lo espectacular que estaba la salsa: una textura suave y redonda con un lomito que se deshacía en la boca, casi era innecesario tener un cuchillo. Las papas que lo acompañaban y las cebollitas eran el complemento perfecto para un plato tan bien hecho. Como si todo lo anterior no hubiera sido suficiente, llegamos al postre. La presentación estaba divina: una cazuela negra que te destapaban en la mesa para llegar al helado terminado con una crema batida, ambos infusionados con una cantidad perfecta de ron. La textura del helado era muy buena y cremosa, el cardamomo un complemento fantástico para el café seleccionado y, en general, un plato que hubiéramos querido que nunca se acabara. Realmente perfecto.
juan carlos /
Un articulo muy pobre en cuanto a descripción gastronómica. Pareciera que lo escribió alguien de 10 años.
Marco Asturias /
Yo me conformo con las pupusas que venden en la Iglesia del Carmen y de postre un buen helado de paloma de esos que venden en las carretillas del parque central. Todo por la módica suma de 15 quetzales. Que tal
Alex /
O mejor una tostada y un vaso de atol por Q10
Silvia Andrade /
Literalmente salive leyendo este magnifico artículo. Me transportó a la Antigua y sus buenos restaurantes, gracias por las recomendaciones
Rodimiro Garcia /
Gracias por esta clase de artículos. Su redacción es bonita ya que me hizo sentir como si yo también estuviera probando esos platillos. Seguramente tendré en cuenta estos establecimientos cuando regrese a la Antigua.
Existen fotos de los platillos que probaron por casualidad?
Gracias