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La niña de Guatemala que sobrevivió en Boston

La última vez que Heidy Hernández vio a su hija de 16 años completa fue en una audiencia el martes 28 de febrero de 2017. Allí, un juez iba a resolver que María* regresara a vivir con su mamá porque su tío, sin su autorización, la había metido a una casa hogar. Ese último día de febrero, Heidy llevaba dos semanas de angustia sin su hija y cuando la volvió a ver, brincó de la silla plástica del juzgado. Corrió a abrazarla pero la trabajadora social que la llevaba de la Fundación Remar no le permitió acercarse. El juez que llevaba el caso de María no llegó; el que lo reemplazó, la mandó al Hogar Seguro Virgen de la Asunción y pospuso la audiencia de la resolución para el 15 de marzo. María no quería regresar al Hogar Seguro, pero eran solo dos semanas.

Somos todas Niñas del hogar seguro Nos duelen 56 P147

Heidy, en el hospital de Boston cuando fue a visitar a María.

Fotos: Pía Flores

(Esta historia se divide en 8 capítulos para facilitar su lectura o que pueda ser leída por partes.)

Capítulo 1. Uñas rojas. Una mano. Un pie.

– ¿Usted viene por las niñas del Hogar?

A lo lejos Heidy oía la voz de la persona que estaba a la par suya. Siguió caminando hacia las camillas en un pasillo del Hospital San Juan de Dios.

– Le aviso –dijo la misma persona, más lejos todavía– que ahora no las va a reconocer. Es imposible.

Heidy no le hizo caso. Seguía acercándose a las camillas. Un sacerdote estaba echando agua bendita a los cuerpos acostados mientras rezaba. Debajo de una sábana salía una mano pequeña con las uñas pintadas de rojo y tatuajes en los dedos. María tenía tatuajes en los dedos.

Fue demasiado. Heidy cayó al piso. Desmayada. A pocos segundos, cuando abrió los ojos, se recordó que a María no le gusta el color rojo. La mano con tatuajes en los dedos y uñas rojas pertenecía a otra niña. Keila. Tenía 17 años y era una de las 41 niñas que murieron en el incendio.

El miércoles 8 de marzo de 2017, 56 niñas y adolescentes llevaban 8 horas encerradas en un aula en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción. Para salir, una de ellas incendió una colchoneta, pero la policía, que resguardaba la habitación por orden del presidente Jimmy Morales, no les permitió salir durante 9 minutos. 41 murieron. 15 sobrevivieron. Una de las que sobrevivió fue María.

El colectivo Proyecto 44 hizo una intervención el 8 de marzo frente a la Casa Presidencial. Foto: Carlos Sebastián

Una periodista de Nómada siguió su historia y la de su mamá durante meses. En Guatemala y en Boston. En su casa, en los hospitales, en las reuniones con funcionarios públicos sin revelar que era periodista.

Por su estado emocional, intentaron sacar a Heidy del San Juan de Dios, pero ella insistía. Necesitaba saber si en una de las camillas estaba su hija. Necesitaba saber si estaba con vida o si tendría que ir a buscar en la morgue. O si podía regresar a su casa a esperar una llamada por si se hubiera logrado escapar o si estaba todavía en el Hogar. Fue allí que vio un pie destapado. Un pie sin características particulares. Los doctores no le creían. No entendían que solo con ver un pie podía reconocer a su hija. “Ella es mi hija”, dijo Heidy sin dudar. Sólo una mamá podría reconocer a su hija con solo verle el pie. Los dedos. La planta del pie. Era ella. El pequeño tatuaje en su tobillo lo confirmó.

– Me puse mal. Muy mal. No creía encontrar mi hija allí. Y si la encontraba, no pensaba que estuviera tan grave. No pensaba que todo esto fuera a pasar.

La condición de María era crítica. Los doctores no tenían mucha esperanza y advirtieron a su mamá que se quedara cerca. Durante la noche Heidy volvía a entrar cada vez que los doctores la dejaban. Aunque fueran solo unos minutos cada vez.

– Empezaban a morir las niñas. Una por una. Pensé que María también se iba a morir. Habían muchos doctores, como unos 20 tal vez, y me dijeron que tenía que estar pendiente por cualquier cosa.

Durante los próximos dos días Heidy no abandonó el hospital. Pasaba las noches de vigilia temblando mientras los doctores operaban a María. Viendo cómo cada hora otras mamás se fueron, una por una, para la morgue.

– Su hija ha sido seleccionada como candidata para irse a los Estados Unidos. Puede salvar su vida.

Heidy había pasado toda la noche rezando. Pidiendo que la próxima en escuchar esas palabras fuera ella. Fue el sábado a las 10 la mañana cuando por fin recibió la llamada en su celular. María estaba inconsciente pero estable cuando ella y otras dos niñas fueron trasladas a Shriners Hospitals for Children en Boston, Massachusetts, el domingo 12 de marzo. Gracias a la intervención de ciudadanos guatemaltecos y la embajada estadounidense, las niñas pudieron hacer el viaje.

Capítulo 2. “Prefiero mejor reirme”

– Al principio no me acordaba de nada. La mente la tenía en blanco. Es como si hubiera estado en otro mundo, como si andara en el cielo. No sentía nada. Ni alegría, ni felicidad, nada, dice Maria en el hospital de Boston.

María había pasado tres meses y medio en coma. Cuando despertó, no sabía su nombre, qué había pasado, ni mucho menos que ya no estaba en Guatemala. No sabía que fue la voz de su mamá, en grabaciones enviadas por teléfono, la que la sacó del coma. Las llamas también borraron de su memoria muchas de las caras y los nombres de las otras niñas que fueron encerradas con ella.

Sola, en un cuerpo que ya no reconocía y en un lugar desconocido, se tardó casi dos meses en orientarse.

Cuando vienen los recuerdos que le duelen, que la enojan, prefiere no pensar. Cuando alguien se acerca demasiado con preguntas, su mecanismo para manejarlas es reírse. No recordar. No dejar que le afecte.

 

El techo de la habitación de María en Boston. Pidió que no se fotografiara ninguna parte de su cuerpo.

En esas ocasiones, lejos de su familia, el equipo del hospital fue quien la acompañó desde ese 12 de marzo hasta el 5 de diciembre, 9 meses. Fueron ellos, los doctores, psicólogos y enfermeros, quienes oyeron a la adolescente preguntar por su mamá, llorando, mientras se recuperaba del coma. Estaban allí cuando se vio en un espejo por primera vez y cuando recibió la peluca para sustituir su pelo. Le consolaban con cariño y medicinas el ardor de su piel. Le agarraban la mano cuando despertaba después de cada trasplante de piel, después de cada amputación. La apoyaban cuando las circunstancias, el trauma físico y emocional la llevaron a una depresión profunda. Fueron ellos, el equipo experto en quemaduras, que desde junio y julio entregaban informes con recomendaciones que fueron ignoradas por el consulado de Guatemala y la Procuraduría General de la Nación (PGN).

María se sentía deprimida, aislada y añoraba su mamá. Para facilitar su recuperación el equipo del hospital en Boston recomendó con insistencia que tuviera comunicación diaria con su mamá y que su mamá llegara al hospital en Boston a acompañar a su hija lo más pronto posible. La PGN, dirigida por Anabella Morfín, se tardó meses en llevarla.

 

Anabella Morfín, PGN, en la conferencia de prensa del 8 de marzo de 2017, se negó a dar declaraciones para este reportaje.

Además de proveer la información médica, el equipo de Shriners en Boston enfatizó que Heidy empezara a ver fotos para conocer y acostumbrarse gradualmente al aspecto físico alterado de su hija María. Cualquier reacción que tuviera al verla en persona podría ser contraproducente para María, que en varias ocasiones había expresado que se sentía fea, como un monstruo.

Capítulo 3. Tres llamadas vigiladas

Es viernes 13 de octubre. Son las 2.30 de la tarde. Heidy va subiendo la 12 calle de la zona 1 de la Ciudad de Guatemala con su pelo negro amarrado en un chongo por el calor asfixiante del concreto. La mujer de 33 años, bajita, lleva de la mano a uno de sus hijos, de 7 años, y tiene una sonrisa modesta en su cara. De esas que una luce más por apariencia que por felicidad. Es la única sonrisa que tiene.

Acaba de escuchar la voz de María al otro lado de un celular. Siempre la deja con cierta tranquilidad saber que su hija está viva, aunque muchas veces expresa su desesperación por las nuevas circunstancias. Para Heidy es un alivio agridulce que también le recuerda del dolor, la distancia, la impotencia, su debilidad ante la PGN, la oficina del Estado responsable del cuidado de menores de edad que no pueden ser cuidados por sus familiares.

Es la institución que el 8 de marzo no impidió el incendio y que ese día, después del incendio, por orden presidencial también, dejó salir a cuanto adolescente fuera reclamado para ‘reencontrarse con su familia’, sin verificar nada. Es la que tiene la potestad sobre su hija María; es la dueña del espacio y la relación entre mamá e hija.

La PGN, la misma que era responsable de la menor cuando más de 80% de la piel de su cuerpo se derritió, decide cuándo, dónde y cómo puede hablar con su mamá, la primera persona por la que María gritó cuando salió del coma 3 meses y medio después del incendio.

El celular en el que Heidy habla con María no le pertenece. Tampoco el tiempo, ni el horario, ni la privacidad de una conversación íntima. Pertenecen a la oficina Alba Keneth de la PGN, que desde el 26 de junio les concede a Heidy y María tres llamadas semanales, cada lunes, miércoles y viernes a la 1 de la tarde. Menos los días de feriado porque estos días no trabajan las empleadas que vigilan las llamadas. Sí, empleadas del consulado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala, de la PGN y la PDH vigilaron cada segundo que María habló con su mamá desde Boston a Guatemala.

En la oficina en zona 1, Mádelin Monzón, de la PGN, y Verónica Calderón, de la PDH, ambas psicólogas están a la par de Heidy cuando aparece la llamada en la pantalla del celular. Pero no le pasan el celular a Heidy. Monzón contesta y después pone la llamada en altavoz. Al otro lado de la línea se escucha la voz clara de María. Una adolescente con voz de niña decaída.

– Hay algo que quisiera contarte, mamá. Pero mejor cuando nos miremos porque aquí hay gente escuchando.

La persona que escucha la conversación de María en su habitación del hospital en Boston es Susana Esquivel, secretaria del consulado de Guatemala en Providence, Rhode Island, a 82 kilómetros de Boston.

Ni la PGN, a cargo de Anabella Morfín, ni el Consulado, a cargo de Jorge Figueroa, han respondido decenas de solicitudes de Nómada para explicar por qué no se siguieron las recomendaciones de los doctores del hospital en Boston de facilitar la comunicación diaria entre María y su mamá.

Tampoco por qué no siguieron las recomendaciones de los doctores y psicólogos.

Tampoco por qué Susana Esquivel y el personal de la PGN y la PDH tienen que estar presentes escuchando cada palabra de las tres llamadas semanales.

– Pienso que quieren saber qué es lo que me dice, por lo que pasó. Por las cosas que después decían que pasaba en el Hogar, dice Heidy.

Mádelin Monzón, la psicóloga de la PGN, repite a Heidy que mejor no hable con su hija sobre lo que pasó. Pero es lo que Heidy más añora saber de la boca de su hija: ¿qué pasó?

A María también le hubiera gustado hablar más con su mamá. Y solas. Nunca se lo pidió a Susana Esquivel del consulado. Estaba segura que no la hubiera dejado. Desconfía de ella y prefiere guardar sus cosas. En eso se parece a su mamá. Es una mujer de pocas palabras que confía en poca gente.

Una sola vez la frustración superó a la timidez de Heidy, que ya no aguantaba que la PGN no le informara cuándo tendría la próxima llamada con su hija.

– Llamé y pregunté si iba tener llamada con María. Me dijo la que atendió el teléfono que tenía que llamar a la licenciada. Como si ellos no supieran. Me cae mal. ¿Para qué quiere que la llame si ella sabe su responsabilidad? ¿Por qué no me llama ella? Entonces dije: siempre es la misma babosada. La señorita pasó el reporte de que yo había contestado mal y me hicieron firmar un acta.

Un reclamo de una madre después de siete meses de desesperación requería un acto de poder, una llamada de atención y de disciplina en papel. Hasta la fecha no ha recibido una copia del documento que le hicieron firmar.

El ejercicio de poder funcionó. Por miedo, Heidy ya no volvió a reclamar a la PGN del trato cruel en cada interacción. Esta periodista acompañó a Heidy, sin revelar su identidad, a varias reuniones con la PGN en estos meses.

Capítulo 4. Las amputaciones

Durante marzo, abril y mayo, todas las mamás de las 9 niñas que fueron trasladas a hospitales en los Estados Unidos, llegaban a la oficina de Alba Keneth de la PGN a recibir la información más reciente sobre el estado de salud de sus hijas. Iba a ser cada dos días, pero pasaban más. A veces una semana. El encargado de comunicarles la información era el doctor Edwin Bravo, jefe de traumatología del Hospital San Juan de Dios.

Una por una las otras niñas sobrevivientes empezaron a regresar a Guatemala y las sesiones con el doctor Bravo se hicieron menos frecuentes hasta ya no repetirse. Llegaron a pasar varias semanas en las que Heidy asegura no haber recibido ninguna información sobre el estado de su hija.

Cuando Heidy preguntó por el expediente de su hija, la PGN respondió que no tenían un expediente médico. En otra ocasión, respondió que esa información estaba bajo reserva. Nunca tuvo acceso al expediente de María y no vio las fotos que los doctores enviaron de Boston.

Durante 8 tortuosos meses, después de ver a su hija vendada e hinchada, quemada, en el Hospital San Juan de Dios, Heidy fue abandonada a la merced de su imaginación.

Y la imaginación puede ser muy cruel.

– Pensé que mi mamá tal vez no quería hablar de las fotos, dice María.

María está en un proceso de recuperación física y reconfiguración de su autoimagen. La entristece recordar la sensación rara que sentía porque su mamá nunca le comentaba o reaccionaba a las fotos que le habían sacado en el hospital para su familia. Las fotos que Heidy nunca vio.

El delirio no se acabó cuando la PGN decidió compartirle información a Heidy. No fue cierto que a María le hubieran amputado una mano y los dedos de su otra mano. Tampoco que le hubieran quitado el pie y después la pierna entera para salvarle la vida. Fue un calvario. Cada noticia era un golpe doloroso para Heidy, su esposo y sus cinco hijos pequeños. Todo para que al final resultara siendo información falsa. Heidy, por miedo, no se quejó. Pensaba en las llamadas. En volver a ver a su hija. En recuperarla algún día en una audiencia. Todo dependía de la PGN.

– No les quiero decir nada a los de la PGN, porque si no ellos ya no van a querer que yo reciba llamadas de María y van a poner en su informe lo uno y lo otro. Y no sé cómo nos afectará cuando María regrese. Entonces, me trago mis palabras. Es lo único que puedo hacer.

Fue hasta finales de octubre cuando la PGN decidió acabar el silencio. Siete meses después.

Capítulo 5. La terapia de shock

Es viernes 27 de octubre. En la calle afuera de emergencias del Hospital San Juan de Dios Heidy está temblando. El lugar le trae recuerdos horribles. Una noche antes, una representante de la PGN la llamó para pedir que se presentara en el hospital a las 8 am para una reunión con información “sobre el viaje”.

En septiembre, la PGN le dio la noticia a Heidy que se iba a facilitar que viajara a Boston para estar con María. Habían pasado casi tres meses desde que los doctores en el hospital en Boston lo pidieron. La PGN no informó a Heidy cuándo, bajo qué condiciones y por cuánto tiempo se iba a ir.

Shriners, la organización que recibió en sus hospitales a las nueve sobrevivientes que fueron enviadas a los Estados Unidos, ofreció cubrir los gastos del pasaje de ida a Boston y la estadía de Heidy. La PGN pagó su pasaporte y con una donación anónima se pagó su visa.

Aunque en septiembre el portal RelatoGT se inventó que Heidy ya se había ido en un “misterioso viaje” para los Estados Unidos, supuestamente confirmado por una fuente anónima y por el hecho de que Heidy ya no contestaba su celular, fue hasta la primera semana de octubre que Heidy tuvo en sus manos su primer pasaporte y la visa para visitar a su hija. Lo único que hacía falta era la fecha.

Heidy mira a su alrededor para ubicar a alguien conocido. Está nerviosa. La convocatoria a la reunión en el hospital San Juan de Dios la llenó de expectativa y de miedo. Espera al fin tener claridad sobre cuándo podrá ver a su hija, cuándo podrá enfrentarse al resultado del incendio. Solo pensarlo le quita el aire, le hace mal y no quiere entrar a la reunión sola, pero su esposo no la pudo acompañar por su trabajo. La familia de cinco hijos y dos adultos depende completamente del ingreso diario de su esposo. Heidy pidió que la acompañaran dos voluntarias del Colectivo 8 Tijax que la han estado apoyando en cada momento desde que se encontró afuera del hospital San Juan de Dios el 8 de marzo. Y pidió que la acompañara esta periodista que escribe.

Aparecen las funcionarias de la PGN y la PDH para la reunión. Heidy, con sus tres acompañantes. Pero no permiten que nadie acompañe a Heidy. “Solo familia sanguínea”, dicen. Las siete mujeres comienzan a discutir. En el centro está Heidy, rodeada. Con lágrimas en los ojos insiste que dejen que una de las voluntarias la acompañe. Verónica Calderón, de la PDH, se aleja del grupo y le saca una foto con su celular. Esto solo aumenta la frustración de Heidy.

Ella reconoce la sensación inmensa de impotencia que invade su cuerpo. Es la misma que sentía el día que su hermano entregó a su hija al Estado sin consultarla. O cuando el juez no llegó a la audiencia el 28 de febrero y otro juez la pasó de Remar al Hogar Seguro. O en los días después del incendio, y en cada visita a la oficina Alba Keneth de la PGN para recibir llamadas.

Esa impotencia empeora cuando le toca hablar con la abogada Heidy González Méndez, de la PGN. La mujer de tez blanca, saco rojo y tacones puntiagudos habla con tono firme y condescendiente.

– A ver doña Heidy, ¿qué es lo que usted quiere? Porque con mucho gusto podemos reprogramar la reunión para otro día cuando algún miembro de su familia la pueda acompañar. Pero que sepa que por cada vez que se pospone es otro día que usted no mira a su hija.

Fue un golpe bajo de esta funcionaria pública de la PGN después de que la ciudadana Heidy Hernández llevara 7 meses de no ver a su hija, quemada en un hogar estatal en un 80 por ciento de su piel. Heidy ya no le contesta. Impaciente, cortante, la abogada Heidy González Méndez sigue:

– Nosotros habíamos programado tres sesiones para prepararla para ir a ver a su hija. Hoy y dos la otra semana. Al terminar usted básicamente se podría ir al día siguiente. O sea, ya en una semana tal vez. Si se pospone, habría que ver hasta cuándo el doctor la podría atender. Es muy ocupado, viaja mucho a Colombia.

Toda esa información es nueva para Heidy. No sabía nada de las tres sesiones, ni de la preparación. Tampoco sabe cómo arreglar con tan poca anticipación para que alguien le cuide a sus otros hijos mientras ella está en Boston. Pero cede. No le queda otra opción.

Con una botella de agua entre sus manos, aguantando las lágrimas y sola, el saco rojo y los tres chalecos se la llevan.

La llamada “preparación” es terapia de shock. Tres sesiones de una hora, durante una semana, para equilibrar ocho meses de desinformación y dolor, de tortura psicológica.

En la primera sesión, el viernes 27 de octubre, el doctor Bravo le explica a Heidy que según el expediente de María, le han amputado su mano izquierda y los dedos de la mano derecha. El doctor reclama a las psicólogas de la PGN porque nunca le mostraron las fotos de María. Ellas se justifican diciendo que la institución nunca recibió fotos del hospital. Mienten. El consulado las recibió y se las envió.

En la segunda sesión, martes 31 de octubre, le enseñan a Heidy una serie de fotos del hospital en Boston. Dicen que el hospital las acaba de enviar a petición de la PGN. Se nota que algunas de las fotos no son recientes. En algunas fotos María está parada a la par de una cama de hospital, con una prótesis en su pie. Pero en otras está acostada, todavía conectada al tubo que le ayudaba a respirar hasta agosto. Son fotos viejas.

En vez de un proceso protegido y controlado, donde la mamá es presentada gradualmente al cambio físico de su hija, como lo ha recomendado el psicólogo privado que ha apoyado a Heidy, las psicólogas y el doctor Bravo le enseñan todas las fotos de un romplón.

Ella no reconoce a la persona en las fotos. Sabe que es su hija, pero no la reconoce. Nunca se imaginó que iba a ver a María así. Se descompone.

– ¿Ya vio por qué no le queríamos enseñar las fotos sólo así antes?, le dice la psicóloga Mádelin Monzón cuando observa la reacción de Heidy.

Heidy se repite a sí misma: Tengo que tragarme todo, es por María.

La tercera y última sesión se realiza el jueves 2 de noviembre. Le facilitan una llamada con un doctor del equipo en el hospital en Boston, quien le aclara que a María no le amputaron la mano. Fueron los dedos de su mano derecha y su pie izquierdo. La sesión termina con unas palabras de aviso de la psicóloga de la PGN, Mádelin Monzón:

– Cuando usted vaya allá, no va a estar para decidir nada. Si le necesitan quitar un dedo o volver a operar a María, a usted no le van a consultar.

Por si el mensaje no fuera suficientemente claro, la psicóloga Mádelin Monzón siente la necesidad de redundar.

– Es que usted no puede decidir nada sobre María. Sólo va a acompañarla y a aprender cómo cuidarla.

Se despiden el 2 de noviembre con la constatación que Heidy ya está lista para irse a Boston. Lo estuvo desde el 12 de marzo. La supuesta preparación no incluye una fecha de viaje, ni la consideración de preguntar a Heidy cuánto tiempo necesita para arreglar las cosas prácticas antes de irse. No tiene maleta, tampoco tiene ropa para los 1-2 grados del invierno en Massachusetts. Ni sabe que lo necesita porque nadie se lo cuenta. La preparación tampoco incluye información sobre cuánto tiempo se tiene previsto que Heidy esté allá, ni opciones para el cuidado de los cuatro hermanos pequeños de María, de 3 a 12 años, mientras la mamá esté en Boston.

Con menos de dos días de anticipación le informan a Heidy que viajará a Boston el lunes 6 de noviembre.

El sábado antes del viaje se celebraron los 15 años de otra de las niñas sobrevivientes, que regresó de Estados Unidos en mayo. Heidy acepta asistir. No era que no quisiera, de hecho la mamá de la cumpleañera es una de las pocas amistades que tiene. Pero es una montaña rusa de emociones.

Entra la quinceañera. Orgullosa y tímida sobreviviente. Los invitados aplauden. Muchos lloran entre las sonrisas. Algunas, hasta atrás, también lloran pero de tristeza. Son las mamás de las adolescentes que no volverán a cumplir años. Heidy esconde su cara. Nunca luce sus lágrimas en público.

– Estoy feliz y a la vez triste. Me afectó ver sus cicatrices [de la cumpleañera]. Pero está viva. Mirá donde estaba, y mirá donde está hoy.

 

La fiesta de cumpleaños de otra de las sobrevivientes.

Entre discursos, baile y pastel, la cara de Heidy de repente cambia en un segundo. Después de 8 meses de inactividad en el perfil de María en Facebook, Heidy recibió un mensaje de ella. Desconfía. Tal vez alguien está tratando de engañarla. Heidy le pide un dato que sólo su hija sabría. Pasan cuatro largos minutos hasta que María le responde. Sí es ella. Heidy ya no controla su llanto.

– Soy yo, mami. Soy yo.

Capítulo 6. Boston

Heidy y María están en el lobby de Shriners Hospital for Children en Boston. A más de 5.500 kilómetros de Guatemala. La noche ya no deja que los ventanales que dan hacia la calle iluminen el primer piso. Les gusta venir a platicar aquí. Es el único espacio donde los trabajadores del hospital las dejan estar solas. Por orden del consulado no pueden salir del hospital.

– La señora del consulado me dijo que no podíamos salir con María. Ni siquiera yo. Como si estuviera presa.

Pero ni eso le quita la sonrisa a Heidy. Es como ver a otra persona. Como si le hubieran quitado un peso de encima, la señora, de pocas palabras, sonríe y bromea. Sus ojos brillan. María está en una silla de ruedas con una frazada que tapa sus piernas y una playera de manga corta. Abajo tiene el traje de presión color bésh que le ayuda a la recuperación de la piel. Heidy está a su lado, en el sillón de cuero negro, con un abrigo caliente. Típica mamá, a cada rato le corrige la frazada para asegurarse que María esté bien cubierta del frío. El control desespera a María. Se ríen.

En el hospital, María ahora prefiere el frío. No soporta el calor y mantiene el aire acondicionado en su habitación a full. Incluso en las noches. Heidy duerme en la misma habitación. El hospital tenía preparada una habitación aparte para Heidy. Pero ninguna de las dos quiere volver a separarse.

Ése es un punto delicado.

Al llegar a Boston los doctores le explicaron a Heidy que el plan era darle de alta a María el 5 de diciembre y que regresen juntas a Guatemala. Pero Susana Esquivel, la secretaria del consulado, le informó que no sería a la misma casa.

– [Susana Esquivel] Empezó a decir que si María regresa, puede que vaya directo a otro hogar. Yo no quiero eso. ¿Cómo va a ser que nos vuelvan a separar?

María baja la mirada. Quiere irse a su casa. Estar con sus hermanos. Cambia de tema. Prefiere reírse.

– Aquí soy la consentida de las enfermeras. A una casi que pido que me adopte. De hecho me dicen que sería mejor que nos fuéramos a un apartamento, para que el golpe no sea tan duro cuando me vaya a Guatemala.

María ya no necesita estar en el hospital. El equipo de doctores y enfermeros dice que es de las sobrevivientes más fuertes que han visto. Por eso propusieron, a través del consulado dirigido por Jorge Figueroa, que Heidy y María se trasladan a una de las residencias que tiene el hospital. Iba a ser el próximo paso de su recuperación: independizarse. Pero el consulado ni siquiera respondió.

Las enfermeras se alegraron el día que una persona llegó al hospital a visitar a Heidy. Pero el hospital está obligado a pedir autorización para todo con el consulado. Todo. El cónsul, Jorge Figueroa, dejó claro que ni María, ni Heidy, tenían permiso para recibir visitas.

Heidy, la mamá, es mayor de edad. No es reclusa y no se encuentra bajo ninguna reserva. María es una adolescente en proceso de recuperación después de un incendio que la cambió. La rehabilitación no es sólo física. Es también emocional y social. Salir es enfrentarse al mundo que ahora la mirará con ojos diferentes. Pero el consulado no la deja.

– ¿Por qué diablos me tienen encerrada aquí? ¡No entiendo! ¿Por qué me quieren esconder?, dice María con rabia cuando le prohiben hasta bajar al lobby con su mamá. Está a punto de llorar, pero no llora. Como su mamá, sólo llora cuando no la están viendo.

Heidy intuye por qué. La PGN no quiere que salga a luz pública el resultado de su negligencia.

La mejilla izquierda de Heidy está cambiando de un color casi negro, a morado. Dos días antes de viajar a Boston, llegando a su casa en Villa Nueva, Heidy y la tía de María fueron asaltadas afuera del Centro de Mayoreo al final de la Calzada Aguilar Batres, donde se bajan de la camioneta. Heidy se opuso cuando el hombre le quiso quitar su cartera. Él le respondió con un golpe en la cara y así logró llevarse los Q20 que traía, un suéter que acababa de comprar para María y su celular. Lo cuenta como si fuera normal. Para ella y sus vecinos, es normal. Vive en la periferia de la Ciudad de Guatemala.

Más que su mejilla, le duele haber perdido el regalo para María y la herramienta para comunicarse con su esposo y sus hijos desde Boston. Un contacto del Colectivo 8 Tijax, que vive en Boston, consiguió fondos para apoyar a Heidy durante su estadía en Estados Unidos y pidió permiso a la secretaria del consulado, Susana Esquivel, para llegar con unas cosas para Heidy. Como un abrigo y ropa caliente, que viajaba en playera con suéter y una licra de algodón. También le consiguió un celular con saldo para hacer llamadas a Guatemala.

Al llegar al hospital, mientras Heidy se reunía con María por primera vez en ocho meses, la secretaria Susana Esquivel revisó las pertenencias de Heidy y quitó el celular.

Heidy casi explota de la rabia. Después de meses de callarse, tragarse el maltrato de la PGN, decidió confrontar a la secretaria Esquivel. Le cuestionó sobre el aislamiento y la incomunicación. La respuesta es genérica. “Son órdenes de las autoridades en Guatemala”.

Jorge Figueroa, el cónsul que debería velar por ciudadanos guatemaltecos en territorio estadounidense, se negó a responder a Nómada por el trato hacía Heidy Hernández. Dice que es responsabilidad de la PGN y la Cancillería.

Anabella Morfín, Procuradora General de la Nación, se negó también a hablar sobre las violaciones a los derechos de Heidy Hernández.

La Procuraduría de Derechos Humanos recibió una orden de juez que les impide pronunciarse sobre este caso.

Capítulo 7. La incertidumbre del regreso

Boston. María le pidió a su mamá que la llevara a un jardín meditativo en el techo de un ala de Massachusett General Hospital, que queda a la par del hospital de Shriners. Los dos hospitales se conectan a través de un túnel subterráneo. El jardín es el lugar favorito de María. Dice que va cuando necesita limpiar su mente. Es el único espacio donde le permiten estar afuera. Siempre va acompañada de las enfermeras. Ese día Heidy la llevó.

En la noche, Heidy y María salían de la habitación para irse al lobby, como solían hacer. Pero una enfermera les dijo que ya no podían estar en el lobby después de “la escapadita” que hicieron al jardín. María se enfureció. Su selección de palabras después de 9 meses de encierro es demasiado.

El martes 28 de noviembre, el cónsul Jorge Figueroa y la secretaria Susana Esquivel aparecieron en la habitación de María y le autorizaron moverse. Ir a donde quisiera. También le informaron que todo seguía en pie para que María regresara a Guatemala el 5 de diciembre.

Heidy estaba afuera, en la cafetería del hospital, cuando llegaron los dos funcionarios a hablar con María.

Después de la noticia, María no se quiere levantar. “Prefiero dormir”, dice. Después del aislamiento de 8 meses, la libertad de repente intimida. En la tarde, Heidy la logra convencer de salir a la calle por primera vez y conocer la cuadra donde ha estado más de ocho meses.

– La pasamos tan alegre. Sacamos fotos, caminamos. Ella se sacaba fotos. Me dieron ganas de llorar, dice Heidy.

Con la noche aumentan los miedos de cualquiera. María confiesa a su mamá toda la incertidumbre que tiene respecto a su regreso a Guatemala.

– Tengo miedo de que mis hermanos ya no me vayan a querer. Ya perdí la esperanza de todo. Dicen que en el futuro me van a operar, que tal cosa y tal otra, pero ya no sé. Cuando esté allá no sé si quiero salir a la calle a que la gente me vea.

Quiere llorar, pero no llora. Su mamá trata de ser fuerte y le repite la importancia de usar las prótesis que le han dado en el hospital. Una para su pie, sus orejas y su nariz. A María no muy le gusta la nariz. Su nariz no era así, dice. Pero le encanta usar la prótesis del pie. Orgullosa explica cómo puede subir gradas y bailar, así como bailaba antes.

Cuando María por fin se duerme, Heidy suelta sus propios miedos. Sale de la habitación para que su llanto no despierte a su hija.

– Tengo más miedo ahora que nunca. No sé cómo voy a reaccionar cuando nos separen en el aeropuerto allá en Guatemala. No sé qué hará ella si la PGN la quiere meter otra vez en un hogar. El consulado no me ha dado nada de información sobre qué va a pasar cuando lleguemos a Guatemala.

Capítulo 8. Un carro con vidrios polarizados

Aeropuerto Internacional La Aurora. Ciudad de Guatemala. Afuera del portón negro del área de protocolos hay un grupo de personas que lleva casi una hora aguantando el viento frío de diciembre. Es el esposo de Heidy, los tíos y las tías de María y una amiga de Heidy. Los acompañan las del Colectivo 8 Tijax y un abogado del Bufete de Derechos Humanos. Según el pasaje de Heidy y María , el vuelo llegaría a las 7.56 de la noche desde Texas, pero son las 8.15 y no llega.

Al lado del portón negro está una señora de la PGN que no se identifica. Admite que no conoce bien el caso de María, y no alcanzó recibir el expediente antes de irse para el aeropuerto. Ella sólo está de turno. No puede compartir información, únicamente que no va a llegar un juez al aeropuerto a resolver el caso de María, como se hizo en otros dos casos de niñas sobrevivientes repatriadas, porque ya está programado la audiencia para María el 27 de diciembre. Tres semanas más. Como las semanas que porque un juez que no llegó no pudo regresar a su casa y fue trasladada al Hogar Seguro Virgen de la Asunción.

Por lo menos, la funcionaria de la PGN comparte que se ha decidido que Heidy puede quedarse con su hija hasta la fecha de la audiencia. No puede informar a su familia a dónde las van a llevar.

– ¿Entonces otra vez nos quedamos sin nada?, pregunta uno de los tíos de María.

En la pantalla de llegadas en el aeropuerto aparece que entra un vuelo de Texas a las 9.30. El grupo se mueve a la cafetería del aeropuerto para esperar. No pueden esconder su desilusión porque no podrán llevársela a su casa. Más que todo el esposo de Heidy.

– Es que María tiene que ver a los chiquitos. Los tiene que ver, repite el señor con tristeza.

El avión llegó a las 9:15. En vez de su familia, Heidy y María fueron recibidas por una mujer con la que no tenían ninguna relación, Patricia Marroquín de Morales, la esposa del presidente Jimmy Morales. Las recibió con un “qué bueno que están bien”.

Después del saludo, ellas dos fueron subidas a un carro de la PGN con vidrios polarizados que salió por el portón negro sin frenar para saludar a los familiares y desapareció rápidamente en la noche. Desde adentro Heidy vio a una de las voluntarias del Colectivo 8 Tijax. Se había quedado cerca del portón por cualquier cosa. Heidy la quiso saludar, dejarle saber que estaban bien. Pero no pudo.

– ¡Suba los vidrios! –gritó la señora de la PGN al chofer del carro–. ¡Y si nos persiguen, tenemos que pedir refuerzos!

 

Familiares y amigos esperaron en el Aeropuerto, sin poder ver a María ni a Heidy.

Heidy estaba nerviosa, pero trataba de calmar a María. Ninguna de las dos sabe a dónde las llevaba el carro ni puede entrar en contacto con esta periodista.

La PGN, la institución dirigida por Anabella Morfín que no veló por las niñas del Hogar Seguro el 7 y 8 de marzo, que mintió sobre lo sucedido ese día al asegurar que se siguieron todos los protocolos, que no opuso resistencia a la orden presidencial de entregar a los menores bajo su custodia sin verificar si eran familiares, que mantiene a Harold Flores a cargo de la Procuraduría de la Niñez, ahora amenaza con demandas a quienes pregunten por María.

María, ya en franca recuperación, y Heidy, ya con su hija, tendrán que esperar dos semanas más hasta la audiencia del 27 de diciembre para saber si esta vez sí pueden regresar a su casa.

 

Nómada pudo hacer esta investigación gracias al apoyo financiero de Planned Parenthood Global, que no intervino en la línea editorial.

* María es un nombre ficticio para proteger la identidad de la protagonista de esta historia. 

Nómada
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En Nómada creemos en el futuro. Por eso hacemos periodismo de vanguardia. Buscamos la verdad. Con transparencia. Procurando la justicia.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    GERRY /

    15/03/2018 4:09 PM

    que basura de gente verda de veras que esa señora se va podrir en EL INIERNO ESE ES SU PROXIMO HOGAR QUE HAGA TODO LO QUE SE LE DE LA GANA CON SU ABUSO DE PODER Y AUTORIDAD PERO SABE MUY BIEN DENTRO DE ELLA QUE ESTA OBRANDO MAL TAPANDO TANTA CORRUPCION Y MENTIRA.
    QUE DIOS TE BENDIGA PROCURADORA NO QUISIERA ESTAR EN TUS ZAPATILLAS FINAS CARISIMAS EN LAS CUALES TUS PROPIOS PASOS ESTAN CABANDO TU CRUEL DESTINO.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    GERRY /

    15/03/2018 3:21 PM

    yo te voy a contestar porque esa gente basura no quiso hacer caso a algo tan imortante, como el hecho de dejar morir a esa niñas ahi y que la basura de gobernador que tenemos no hiciera nada y que la PGN Pura Gente Negligente jejeje como siempre nohaga nada si no hay de por medio dinero.
    Ahora bien amigo sabes que la justicia de la tierra nunca va ser aplicada como es, pero si te puedo decir que de la justicia del cielo NADIE SE VA A SALVAR Y AHI ES DONDE TODA ESTA GENTE MONITORES PROCURADORES PRESIDENTE PNC MP TODOS AQUELLOS QUE HICIERON DAÑO A ESAS NIÑAS VIOLANDOLAS Y AGREDIENDOLAS EN SU INTEGRIDAD VAN A PAGAR MUY CARO EN UN LUGAR QUE AHI SI VAN ESTAR SUFRINEDO EL RESTO DE SU VIDA.

    NO TE PREOCUPES ESTO TARDE O TEMPRANO VA ALLEGAR Y NO SE PUEDEN ESCAPAR DE ELLA.

    SALUDOS

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Noe Estrada /

    27/01/2018 1:09 PM

    Hola Pia, fue un gusto conocerte en el viaje a Atlanta GA.
    Espero tu viaje sea exitoso y plasentero.
    Te deseo exito en tu trabajo.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Eduardo Davila /

    20/12/2017 10:38 AM

    Este artículo vulnera la privacidad de La Niña... no me gustó!
    Por otra parte, no menciona porque los padres habían abandonado a la menor y culpa sólo al Estado, cuando es una responsabilidad de los padres cuidar a sus hijos. Le falta objetividad!!!

    ¡Ay no!

    7

    ¡Nítido!

      GERRY /

      15/03/2018 3:37 PM

      me imagino que sos de la misma basura que esta hecho la pdh y pgn jejejejejj basura

      ¡Ay no!

      ¡Nítido!

      Pablo Contreras Meza /

      31/12/2017 11:32 AM

      Creo que todo se hizo con el consentimiento de la madre, al final es un trabajo periodístico, no un artículo comprado al gusto del cliente, como los que salen en los noticieros de la televisión nacional. Pero si lees el fondo, la historia es desgarradora y no te queda otra que odiar a todos los malnacidos que han hecho sufrir a la niña y a su madre. Si bien es cierto que la mamá tuvo gran parte de culpa por lo que le pasó a la chica, en donde queda la gran irresponsabilidad del Estado en todo, desde el hijuecienmil p... del payaso hasta los burócratas malditos que han participado en toda esta odisea y que viven felices, tranquilos y relajados en sus casitas, ganando su pistío que salió de tu bolsa, de la mía y de la de miles de chapines honrados. Terrible no?

      ¡Ay no!

      1

      ¡Nítido!

      Mariela /

      29/12/2017 7:01 AM

      Eudardo,

      Si puede ser que vulnera la privacidad de la niña, pero tambien demuestra los abusos de nuestro gobierno ante ella.
      segundo, le recomiendo un curso de lectura comprehensiva ya que el articulo si menciona que fue el tio quien la dio al Estado.

      saludos.

      ¡Ay no!

      2

      ¡Nítido!

    Fernanda /

    16/12/2017 8:14 PM

    Nomada deberia de hacer una investigacion completa de el porque la adolescente termino en varios hogares y las irresponsabilidades de la mamá. El tiempo ya no se puede regresar lamento demasiado lo sucedido.

    ¡Ay no!

    7

    ¡Nítido!

      GERRY /

      15/03/2018 3:38 PM

      mejor callate pendeja aqui lo que esta publicando es algo que sucede en nuestro pais y que gente como vos colaboran a que pace la corrupcion basura de veras

      ¡Ay no!

      ¡Nítido!

      PAPAZOPAPAZ /

      18/12/2017 3:14 PM

      buena propuesta, sin embargo la agenda acá es unicamente decir #FueElEstado.

      ¡Ay no!

      7

      ¡Nítido!

        Pablo Contreras Meza /

        31/12/2017 11:25 AM

        Y si la agenda es únicamente decir #FueElEstado, que haces leyendo Nómada? No me cabe duda que este es otro comentario de "netcenters" que trabajan para lavar la imagen del presidentucho "bondadoso y honrado" que tenemos. Leer este reportaje y constatar los abusos de poder de todos los burócratas malditos que han participado en la tragedia de esta niña, da rabia, cólera y ganas de meter a todos estos malditos en el mismo cuarto del Hogar Seguro, prenderles fuego y ver como se van al infierno.

        ¡Ay no!

        ¡Nítido!

    V Manuel Leiva /

    16/12/2017 7:42 AM

    Gracias por este excelente reportaje hay un grado de frustración y a la vez impotencia de porque el estado y sus instituciones han sido tan crueles con el dolor y la tragedia de esta familia.

    ¡Ay no!

    1

    ¡Nítido!

    Bren /

    14/12/2017 3:20 PM

    Gracias por el reportaje, ojala muchas personas puedan leerlo, para que se den cuenta que en este país, tristemente sufren en todos los aspectos las personas de escasos recursos por temor a que puedan tomar represalias contra ellos. Espero y pido a Dios que muy pronto puedan estar reunidas ellas con su familia y sobre todo que se hagan justicia

    ¡Ay no!

    1

    ¡Nítido!

    Susel Mz /

    14/12/2017 1:52 PM

    Inconcebible. Parece ser que lo único que interesa al Estado, pero principalmente al desgobierno del mediocre comediante, es cubrir la cadena de negligencias y errores garrafales en los que han incurrido desde este fatídico hecho. Pareciera que estamos bajo un régimen dictatorial, sádico y que encima de todo sin estrategia, obrando con notoria estupidez ante cada acontecimiento que pasa en nuestra querida Guatemala. Pido por estas dos víctimas, que en medio de toda esta oscuridad tengan paz y que Dios las dirija en lo que aún falta. Felicidades Nómada, aunque me sienta impotente al leer este reportaje admiro y como ciudadana valoró mucho el esfuerzo por llevar periodismo de verdad.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Ericka Sandoval /

    14/12/2017 10:47 AM

    Gracias por el reportaje, no cabe duda que en Guatemala estamos acabados con las autoridades propotentes, arrogantes, con falta de escrúpulos ética y sentimiento, cuando lei no puede evitar sentir rabia e impotencia de saber como se tratan a dos victimas del sistema como si fueran delicuentes que no merecen respeto, ya ni los mayores criminales de este pais los tienen tan recluidos como a esta madre e hija, ojala despues de el 27 de diciembre puedan estar juntas con su demas familia y empiecen una accion legal contra cada una de las instituciones que violaron sus derechos.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Vivi /

    14/12/2017 10:41 AM

    La historia es surreal, se asemeja a las del régimen Stalinista. De dónde sacan a estos funcionarios sin el más mínimo ápice de humanidad. Tendrían que hacerla viral para que todos aquellos que defienden el status quou abran los ojos y por fin acepten la lacra de gobierno que tenemos.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Mario /

    14/12/2017 10:17 AM

    Que desgracia de instituciones.
    Diría que se demande al estado pero seguramente que eso no llegaría a ningún lado tampoco porque nada funciona bien en Guate. Se puede hacer algo?

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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