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Las tres mujeres salieron del infierno en Mixco, pero todavía no son libres

La vida de Laura, Sandy y Jenny cambió en diciembre del año pasado, cuando junto a sus siete hijos huyeron del infierno en el que vivían en una casa de Mixco, provocado por a Alexander Castillo Polanco. Pero todavía hay un largo camino por delante que deben permitir las autoridades del Ministerio Público y el sistema de justicia.

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En diciembre del año pasado huyeron para salvar sus vidas y le contaron su historia a la sociedad y al sistema de justicia. Denunciaron 7, 11 y 20 años de abusos al lado de Castillo Polanco. Lo hicieron con la esperanza de recuperar su libertad. En mayo lo publicamos desde Nómada. Casi un año después de haber escapado siguen sin poder caminar libres por la calle, porque si el agresor está prófugo, libre, y su vida, la de ellas, corre peligro. Cuando escaparon utilizaron una zanja para esconderse mientras encontraban ayuda. Hoy siguen escondidas junto a sus hijos. El Ministerio Púbico trabaja en el caso, pero a una velocidad escasísima.

Lea: El infierno de tres mujeres queda en Mixco

Su denuncia lleva casi un año en fase de investigación. Uno de los avances del caso es que Alexander Polanco tiene orden de captura por violencia contra la mujer en su forma psicológica, física y sexual. Ese delito tiene pena mínima de cárcel y Polanco podría esquivar la prisión si un juez le ordena arresto domiciliario. Sin embargo, tras escuchar la historia de las tres mujeres, el delito de violencia contra la mujer se queda corto, pues allí se excluye el entorno de violencia sistemática y esclavitud en el que vivió la familia.

En mayo, la fiscal general Thelma Aldana ya conocía el caso y le dijo a Nómada que tomaría cartas en el asunto. Dijo que la investigación buscaría probar que las tres mujeres fueron víctimas de no sólo de violencia en general sino de esclavitud sexual y tortura. Once meses después, el caso sigue tipificado como violencia contra la mujer y tanto las tres víctimas como sus abogadas de la organización Mujeres Transformando el Mundo, señalan que la Fiscalía ha sido muy lenta, poco proactiva para realizar investigaciones y que sin una pronta respuesta no podrán ser libres. Mayra Véliz, secretaria general del MP, dijo que no podía dar declaraciones porque el caso se encontraba todavía bajo investigación.

Pese a haber denunciado hace un año, hasta el pasado jueves 23 de noviembre fue posible que un juzgado de Femicidio las escuchara y tomara sus declaraciones como pruebas para el caso; con sus relatos se espera que el Ministerio Público tenga más elementos para reforzar la investigación y acusar a Polanco de esclavitud sexual.

 

Alexander Castillo Polanco, el prófugo.

Qué sí ha cambiado

Pese a los pocos avances en el sistema de justicia y la falta de respuesta de parte de las autoridades, las tres mujeres protagonistas de esta historia atravesaron un fuerte proceso psicológico para superar el ciclo de violencia en el que vivieron.

Cuando hablaron con este medio por primera vez, Laura, Jenny y Sandy acaban de huir. Mientras hablaban apretaban los cojines que tenían a la mano. Temblaban de miedo, tenían heridas abiertas y golpes frescos, las lágrimas caían de sus rostros hasta empapar sus manos y su ropa.

Esta vez, en sus palabras, en su voz y su semblante se vislumbra la esperanza y la fuerza que encontraron para soñar y luchar por recuperar su vida y construir junto a sus hijos un futuro donde estén libres de violencia y abusos.

Llorar el pasado y soñar el futuro

– Ha sido un año de mucha lucha, de transformación, de darnos cuenta que no fue culpa nuestra que todo esto nos pasara. Y también de paciencia, demasiada paciencia. Lastimosamente la justicia de Guatemala es muy lenta y siempre hay un ‘pero’. Por eso creo que muchas mujeres se desesperan.

Sandy tiene 29 años y cuando recuerda este último año de vida menciona muchas veces la palabra paciencia. Es que luchar por la justicia es cuestión de esperar, esperar afuera de un juzgado, esperar en las sillas del Ministerio Público, esperar una audiencia, una notificación, una captura, esperar que el mundo sea un lugar seguro para que pueda salir a caminar junto su hija.

– Da miedo, pero si no se lucha y no se defiende no va a pasar nada. Al principio fue muy duro porque extrañaba a la persona más importante para mí, que fue mi mamá, me hubiese gustado que estuviera conmigo. Quizás no hablar con ella pero saber que estaba allí. (Su madre fue asesinada.) Es muy difícil que ella no esté conmigo, pero están las personas que ella mandó y que hasta el día de hoy me han ayudado a crecer como persona, como mujer, a saber que puedo ser independiente y valerme por mí misma, a seguir luchando por mi libertad.

Cuando habla del pasado, de los 11 años de golpes, patadas, gritos violencia y abusos sexuales que vivió, llora. Cuando habla del futuro y sus posibilidades se ríe, dice que lo ve muy prometedor. Soñar, sentirse fuerte, tener metas, desear estudiar y salir adelante es toda una revolución en su interior, que crece cuando su hija le dice que está orgullosa de ella y su valentía. Las dos están encerradas y escondidas, pero con la esperanza de vivir libres.

De la depresión a la fuerza

Jenny tiene la misma edad que Sandy. Dice que, de las tres, quizás era la más temerosa. Cuenta que luego de escapar cayó en una profunda depresión, no se podía levantar de la cama, lloraba, no quería hacer nada. La fuerza vino de sus hijos y de las personas que la recibieron en un espacio secreto y seguro.

– Me decían que tenía que tener paciencia, y yo preguntaba cuánta. ¿Pero cuándo vamos a salir de aquí? La desesperación te invade y más cuando tus hijos te dicen mami, ¿cuándo vamos a salir a comer? ¿cuándo vamos a ir a las piscinas? ¿Cuándo vamos a conocer el mar? En esta etapa ha habido momentos muy frustrantes, pero puedo decir que con la ayuda de Dios y las personas hemos podido salir adelante.

Haber vivido 7 años de violencia, escuchando todos los días cómo su pareja le decía que no valía nada, que no era nadie, mientras la azotaba, le dejó una tristeza que no se va, que no se irá, dice Jenny, pero en este último año algo cambió en ella.

– Darme cuenta que soy capaz de muchas cosas para mí ha sido el mayor cambio y logro en mi vida. Y ver a mis hijos también, porque ellos repetían ese patrón de tenerle miedo a todo, pero ellos al ver mi cambio, vieron un cambio en su vida. Eso me alegra a mí, que ellos me dicen que tenga paciencia, que pronto vamos a salir de aquí, me enorgullece y me da ánimos para salir adelante.

Mis hijos, mi fuerza

Laura tiene 41 años es tímida y su voz es tenue. Enfatiza en algo: no haberse quedado callada cambió su vida y la de sus hijos. Su voz se quiebra cuando habla del lugar donde está encerrada, escondida, esperando que la justicia avance y le dé una respuesta para que ella y sus hijos tengan un futuro normal.

– Ya no aguanto estar encerrada. Nos tratan bien, pero hay momentos en que se desespera uno. Pienso en salir, en ser alguien normal, no tener miedo. Antes sentía miedo hasta para hablar y eso fue algo que él (Alexander Polanco) me metió, que yo no tenía que hablar y yo soy muy callada, todavía tengo eso, pero gracias a Dios se me ha ido quitando un poco.

Laura vivió 20 años de su vida con Polanco, el hombre que la paralizaba de miedo con una mirada o un gesto. Dice que no esperaba encontrar un sistema de justicia que les daba esperanza pero que sí les exige esperar, esperar y esperar por una respuesta.

– Hay momentos que le dicen a uno que sí, que sí va pasar algo, pero luego suspenden la audiencia. Yo a veces me pregunto qué va a pasar, qué va a pasar con nosotros, es frustrante. Pero no nos tenemos que quedar calladas, hay que hablar y no tener miedo, porque Dios está con uno.

A diferencia de las otras mujeres, uno de los hijos de Laura no está con ella. Desde que escaparon, la Procuraduría General de la Nación lo envió a un albergue. No lo ve regularmente. Pero sueña con salir, recuperarlo, buscar un trabajo y mantener a su familia.

Entre ellas se han apoyado en los momentos más oscuros de sus vidas y siguen juntas en este proceso de búsqueda de justicia y libertad. Sueñan con seguir sus caminos por separado, pero no será posible sin que Castillo Polanco sea capturado y procesado por los 20, 11 y 7 años de abusos, violencia psicológica y sexual, y esclavitud sexual a las que la sometió.

Todas quieren que sus hijos tengan una niñez tranquila y normal, que puedan jugar en la calle, estudiar, convertirse en profesionales y disfrutar su vida.

Romper el silencio fue la decisión que cambió sus vidas. En esta entrevista exhortan a otras mujeres a vencer el miedo y salir de la oscuridad de la violencia sexual y les envían un mensaje.

– No lloren. De ahora en adelante es mirar hacia adelante, habrá obstáculos y como la misma justicia, habrá lentitud. Pero sí se puede. El miedo nos encierra, pero hay personas y organizaciones que te pueden ayudar y sí se puede, sí se puede, se puede salir adelante.

Nómada
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En Nómada creemos en el futuro. Por eso hacemos periodismo de vanguardia. Buscamos la verdad. Con transparencia. Procurando la justicia.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Edward Estuardo Alfonso Torres /

    28/11/2017 4:58 PM

    Me acabo de dar cuenta que ALEX al revés es XELA.
    Coincidencia? No lo creo
    Destino? Tal vez
    Empanadas? 2 por favor.
    Hotel? Trivago

    ¡Ay no!

    4

    ¡Nítido!

    Ánonimo /

    28/11/2017 6:09 AM

    ¿Hay alguna forma de ayudarlas?

    ¡Ay no!

    1

    ¡Nítido!

      SN /

      29/11/2017 10:26 AM

      Compartiendo su historia, exigiéndole una respuesta a las autoridades.

      ¡Ay no!

      ¡Nítido!

    Anónimo /

    27/11/2017 2:37 PM

    Por fin le pusieron cara a ese depravado. Esta historia me rompió en mil pedazos como pudo haber un hombre capaz de dañar de tal forma a las mujeres. La justicia terrenal falla, pero la divina no, y de esa ese hombre no se va librar

    ¡Ay no!

    2

    ¡Nítido!



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