Muy poco se conoce sobre las niñas menores de 14 años que se vieron forzadas a abandonar las aulas de sus colegios para asistir a consultas prenatales y cambiar sus juguetes por pañales para los hijos que tuvieron producto de la violencia sexual.
En Perú esta es una realidad que ha afectado a 5 mil 260 niñas durante los últimos cuatro años. Según el Sistema de Registro del Certificado de Nacido Vivo del Ministerio de Salud (Minsa), entre 2015 y lo que va del 2019, se han inscrito a más de 5 mil recién nacidos cuyas madres tenían menos de 14 años, incluyendo niñas menores de 10 años.
Sin embargo, estas cifras no reflejan la situación completa. El presidente de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza (MCLCP), Federico Arnillas, alertó que “se presenta una brecha entre las cifras de los embarazos, los partos y nacimientos ocurridos en los establecimientos de salud, públicos y privados del país”.
Este amplio subregistro de casos aumentaría considerablemente las cifras oficiales.
La MCLCP informó que en los reportes anuales del Seguro Integral de Salud (SIS), al menos 5 niñas de 14 años o menos dan a luz a un hijo/a cada día producto de la violencia sexual.
Al comparar la información, se aprecia una diferencia de 2 mil 40 casos de niñas que tuvieron hijos y que no estarían contempladas en los registros.
Más allá de los números, las historias de estas niñas demuestran que no son situaciones aisladas, sino que forman parte de un contexto en donde crecer sin ser víctima de violencia y sin llevar un embarazo a temprana edad es la excepción.
“Existen barreras culturales y sociales que inciden en la alta prevalencia del embarazo en adolescentes y niñas. El estigma, la falta de prevención de la violencia sexual y el limitado acceso a la educación son factores que ponen a las niñas en una situación de mayor vulnerabilidad frente al embarazo”, enfatizó Arnillas.
Embarazo infantil forzado
Las políticas de prevención de embarazo adolescente suelen estar dirigidas a mayores de 15 años, obviando que existen niñas cuyas infancias han sido abruptamente interrumpidas por la maternidad. Según los informes de la campaña regional ‘Niñas, No Madres’, América Latina es la única región del mundo en la que los embarazos de niñas entre 10 y 14 años va en aumento.
El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) estima que el 2% de las mujeres latinoamericanas tuvieron su primer parto antes de los 15 años. Durante el 2016, 60 mil 690 niñas menores de 14 se convirtieron en madres, en América Latina.
En Perú, las niñas configuran el 76% de las víctimas de violación, según los reportes del Ministerio de la Mujer. Los Centros de Emergencia Mujer (CEM), en el 2017, atendieron 2 mil 78 casos de violencia sexual contra niñas de 6 a 11 años.
Ellas son expuestas a más violencia cuando se les niega, dificulta, demora u obstaculiza la interrupción del embarazo.
La psicóloga especialista en atención de casos de violencia de género, Mariel Távara Arizmendi, afirma que forzar a las niñas a ser madres es una forma de tortura, tal como lo considera el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (Cladem).
“Obligar a las niñas a llevar una maternidad que no desearon es torturarlas a recordar la violencia que vivieron. Se está forzando un embarazo no deseado que genera un trauma en ellas y que afecta seriamente su desarrollo”, comentó la especialista.
En marzo de este año, Perú fue testigo de la historia de N, una niña de 13 años que sufrió reiteradas violaciones por parte de su vecino y a quien los doctores del hospital Edgardo Rebagliati nunca le informaron sobre su derecho a acceder al aborto terapéutico para salvarla del embarazo que ponía en peligro su vida.
Negarles la interrupción del embarazo no solo expone a las niñas a perder la vida –tienen 4 veces más probabilidades de morir durante la gestación-, también genera en ellas graves secuelas psicológicas y emocionales al ser forzadas a llevar una maternidad que nunca desearon ni buscaron.
Maternidad que mata
El embarazo temprano pone en permanente riesgo la salud física, mental y emocional de las niñas. Según los informes de la campaña ‘Niñas, No Madres’, el 60% de las menores de 15 años tuvo complicaciones durante el embarazo.Sus cuerpos aún se encuentran en las primeras etapas de desarrollo y, por lo tanto, no están aptos para llevar una gestación.
“En esta etapa la niña aún no ha terminado de desarrollarse físicamente. Su normal crecimiento se interrumpe por un embarazo que su cuerpo no está en la capacidad de llevar. Los embarazos en toda mujer presentan un riesgo, pero en las niñas mucho más”, detalla el médico ginecólogo-obstetra, Miguel Gutiérrez, director de la Cooperación Técnica en Salud Pathfinder International.
Conforme la gestación avanza, es más probable que ocurra una rotura del piso pélvico generando una hemorragia interna y la posterior muerte de la niña. Además, tienen más riesgo de presentar hipertensión crónica (preeclampsia), infecciones del tracto urinario, anemia y parto prematuro.
Las secuelas emocionales y psicológicas también van de la mano. Los diagnósticos asociados a las niñas embarazadas son depresión, ansiedad y trastorno de estrés post traumático.
La Organización Mundial de la Salud ha reportado que el suicidio en adolescentes y niñas embarazadas es desproporcionadamente alto. El riesgo de que las niñas decidan suicidarse aumenta cuando viven en contextos que presentan una alta estigmatización hacia este tipo de embarazos y donde no hay acceso a métodos anticonceptivos ni servicios legales de aborto. Ante esto, ven como única solución el quitarse la vida.
“El trauma generado por la violación sexual y el rechazo que siente hacia el embarazo, genera en las niñas una desconfianza que las lleva a aislarse de su entorno. Todos estos factores aumentan el riesgo de suicidio y la situación se agrava cuando el agresor es un familiar”, alertó la psiquiatra Marta Rondón, consultora del Instituto Nacional Materno Perinatal de Lima y expresidenta de la Asociación Internacional de Salud Mental para las Mujeres (IAWMH).
Perú ya ha vivido esta situación. En 2007, una niña de 13 años intentó suicidarse saltando del techo de su casa cuando se enteró que estaba embarazada del vecino que la violaba desde que ella tenía 11 años. La operación que pudo salvarla de quedar cuadripléjica de por vida le fue negada porque los doctores priorizaron el embarazo que llevaba.
Este fue el caso de L.C. Su historia representa uno de los casos emblemáticos de embarazo infantil forzado por el que en 2011, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (Comité CEDAW) condenó al Estado Peruano por vulnerar los derechos de L.C., al no garantizarle el acceso a servicios de salud debido a su embarazo y por negarle el acceso al aborto terapéutico y la operación de columna que requería. La sentencia fue considerada un fallo histórico a favor de los derechos de las mujeres. No obstante, desde esa fecha, poco o nada ha cambiado la realidad para las niñas obligadas a ser madres. Continúa existiendo un serio problema de violencia sexual contra niñas y adolescentes que marca el inicio de una trayectoria hacia nuevos episodios de violencia.
El embarazo y la posterior maternidad interfieren con sus metas académicas, les genera sentimientos de minusvalía y falta de autoeficacia, dificulta su autonomía y disminuye o dificulta el acceso a servicios educativos, de salud, empleo y otros. En otras palabras, la maternidad infantil condena a las niñas a vivir en un círculo de violencia que trunca sus proyectos de vida y su libre y sano desarrollo.
¿Seguirán siendo las niñas obligadas a ser madres, invisibles para los Estados?
Publicación original en: Wayka.pe
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