¿Cuántas muertes más por la conflictividad?

En mis años como fotógrafo había percibido la presencia de tanta agonía y de muertos, pero no tantos juntos ni este dolor en el ambiente, la impotencia de no poder involucrarse lo que uno quisiera. Ver y oler un aire tan violento, fuego e indiferencia. En ese momento se mezclan todos los sentimientos. La angustia, el miedo a la muerte, la tristeza. ¿Cómo puede un ser humano agredir uno al otro por un conflicto y porque unos quieran estar mejor que otros?

La masacre del fin de semana en San Juan Sacatepéquez, a 25 kilómetros de la Ciudad de Guatemala, es el último capítulo de tensiones en el complejísimo conflicto que no puede resumirse en una historia de buenos contra malos y que incluye grupos paralelos de seguridad; empresarios que reivindican un derecho a producir sobre sus propiedades; y campesinos y productores de flores que reivindican su oposición a la cementera que tomará cantidades industriales de agua que podrán amenazar su futuro. Y que tiene una característica inexcusable: la ausencia del Estado (y del gobierno actual) como mediador en el conflicto.

Seis personas fueron asesinadas el fin de semana pasado. Cuatro trabajaban para la empresa o arrendaban sus terrenos; dos eran de las comunidades que se oponen a la empresa. El Ministerio de Gobernación ha empezado a pedir capturas de líderes comunitarios. El Ministerio Público todavía tiene que investigar.