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El Cancún más gris recibió a la jet set diplomática

Durante tres días, los diplomáticos del continente se dieron cita en la exclusiva Cancún para hablar de los problemas (que quieren reconocer) de sus países, para jugar a la ‘papa caliente’ con Venezuela y para guardar las formas frente a las demandas sociales. Esta es la crónica de una jornada que terminó con la elección de nuevos miembros de la CIDH, el ente al que los ciudadanos confían sus últimas esperanzas cuando son víctimas de sus propios gobiernos.

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El secretario general Almagro da un obsequio al canciller anfitrión, Videgaray.

Foto: OEA

Cuando faltaba un mes para que se celebrara la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) el gobierno mexicano decidió cambiar la sede. La sacó de la inmensa urbe de la Ciudad de México a la joya caribeña de Cancún. En el discurso, el cambio fue para mejorar la logística.

Quizás no pudieron haber escogido un lugar más simbólico para albergar a la jet set diplomática. La zona hotelera de Cancún, con sus lujos, su glamour y sus arenas blancas está separada geográficamente del centro del municipio de Benito Juárez, donde viven los trabajadores y dónde 4 de cada 10 personas están en pobreza.

Cancún, tan latinoamericana. Es una de las fuentes que han convertido a su estado, Quintana Roo, en el que mayor crecimiento económico experimentó en el último trimestre de 2016. Ese mismo estado también ocupa el lugar 21 de 32 en los indicadores desarrollo social en México.

En medio de aquellas contradicciones, en el hotel Moon Palace se dieron cita los cancilleres del continente para discutir sobre democracia, crisis humanitarias y las violaciones a los Derechos Humanos de la población más vulnerable del continente. En el Moon Palace, una noche de hospedaje puede costar US$380, más o menos un mes de salario mínimo en Guatemala.

La paja en el ojo ajeno

En el mundo diplomático priman los modales y las buenas formas, a excepción de que las batallas estén perdidas y ya sólo se pueda quemar las naves, romper con todo. Por eso lo primero que hacían todos los cancilleres al tomar la palabra era agradecer la hospitalidad del polémico anfitrión.

Desde que México empezó a ser gobernado por el PAN en 2000 y dejó de liderar a América Latina; desde que bajó el precio del petróleo, murió Hugo Chávez y Venezuela dejó de ‘liderar a los países pobres’; y desde que salió Lula y el Partido de los Trabajadores del gobierno de Brasil, América Latina está huérfana de liderazgos continentales.

Al final de su gobierno, el presidente Enrique Peña Nieto y su canciller, Luis Videgaray, intentan que México recupere ese liderazgo. Por eso asumieron la tarea de cabildear para conseguir una dura lista de exigencias de la OEA en contra de Venezuela.

Fracasaron en su primer intento el día lunes y mantuvieron el cabildeo hasta las últimas horas del miércoles, con el apoyo de Estados Unidos –que ya no tiene la fuerza diplomática de la era Obama sino ahora tiene la diplomacia de tuits de Donald Trump–,sin resultado alguno. No se consiguió ni emitir un amplio pliego de demandas, ni insertar un párrafo en la resolución sobre el respeto a los Derechos Humanos. El párrafo en cuestión era promovido por la cancillería mexicana y había llamado la atención incluso de los países aliados, por la dureza de los reclamos.

Al final de cuentas, la misión diplomática de Venezuela consiguió su objetivo, aunque para eso fue necesario desenfundar todas las armas. A Perú lo llamó “perrito del imperio” y al canciller costarricense “analfabeto político”. Al menos dos veces abandonó las mesas anunciando su salida para no volver, pero la canciller Delcy Rodríguez igual volvía con cifras bajo el brazo para recriminarle a los países críticos sus problemas internos. La respuesta a Honduras, por ejemplo, fue que cómo criticaba la democracia ajena cuando en su país, Juan Orlando Hernández, busca un agujero legal para hacer viable su reelección. Al menos hicieron su tarea de contar las costillas ajenas.

Los problemas del México de Peña Nieto tampoco son para menos. Por eso Venezuela ingresó a última hora un pliego de diez temas para que la asamblea los abordara. Los abusos contra los migrantes centroamericanos, el muro de Donald Trump o la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa eran los temas que los cancilleres ni siquiera se tomaron el tiempo de entrar a votar. En la OEA la regla es que los puntos a discutir se presentan con meses de anticipación para que los gobiernos los examinen. Para la mayor parte de los cancilleres, las propuestas que llegaron de Caracas no eran más que una estrategia para entrampar la discusión.

Si esa era la estrategia, no sólo Venezuela le sacó provecho.

Con tres días de esfuerzos diplomáticos y de largos discursos sobre el gobierno de Nicolás Maduro, los problemas internos de otros países que merecían ser abordados quedaron de lado. Nada se habló de Nicaragua y de la forma en que Daniel Ortega y Rosario Murillo, su esposa, se han hecho con el poder de forma antidemocrática. Tampoco se habló de los problemas paraguayos, donde la sede del partido opositor fue allanada por la policía y un simpatizante murió. Tampoco los ataques contra activistas de derechos humanos y periodistas en Honduras, México, Guatemala o tantos países latinoamericanos.

En tres días de reuniones, la voz más callada, las intervenciones más tímidas, vinieron de la cancillería brasileña. que apenas si hizo uso de la palabra. Su objetivo era mantenerse al margen antes que alguien quisiera entrar a debatir sobre la ilegitimidad y la corrupción del gobierno de Temer. Su gobierno está tambaléandose por no provenir de las urnas y estar en medio de escándalos de corrupción.

Así la cosa diplomática dónde las negociaciones más importantes no se dan ni siquiera en las salas dispuestas para las reuniones bilaterales sino en las habitaciones de los embajadores. Al gobierno mexicano le tocó ser anfitrión, en los mismos días en que estalló el escándalo en el New York Times por el uso de un software para espiar a opositores y periodistas. El colmo del descaro fue que ese mismo gobierno el día martes organizó un evento sobre ciberseguridad.

El impulso regional de México, confirman al menos dos embajadores, también es producto de la necesidad del gobierno estadounidense por buscar un aliado latino. Haberle dado más protagonismo al vicecanciller estadounidense, John Sullivan, habría hecho más difíciles las negociaciones de lo que fueron con el canciller mexicano Luis Videgaray, aunque este igual sea amigo íntimo de Jared Kushner, el ‘primer yerno’ de Donald Trump.

¿A quién le importan las organizaciones sociales?

Nadie cree en los argumentos del gobierno mexicano de cambiar la sede de la asamblea de la Ciudad de México a Cancún por razones de logística. Sobre todo cuando en el lugar, el servicio de Uber es un desastre y las tarifas de los taxis son sumamente caras. Las acreditaciones se entregaron en un hotel que estaba a 8 kilómetros del evento y el transporte oficial gratuito salía de otro hotel ubicado a 18 kilómetros de distancia.

La lejanía y exclusividad de la zona redujo la cantidad de organizaciones sociales que podían costearse el viaje y sobre todo, la posibilidad de manifestaciones contra los gobiernos. Como el hotel Moon Palace está apartado de la carretera principal, las protestas por Ayotzinapa, por ejemplo, apenas si lograron ser percibidas por los diplomáticos desde las ventanas de sus vehículos.

Otra cosa que quedó en claro es que el espacio abierto al diálogo con la sociedad civil apenas fue para cuidar las formas. Menos de una hora tardó el secretario general Luis Almagro en retirarse y discretamente le fueron siguiendo los otros diplomáticos de peso. El resultado fue que las organizaciones sociales terminaron exponiendo sus problemas y preocupaciones ante sí mismas.

Eso sí, hubo esfuerzos más notorios por visibilizarse, sobre todo emprendidos por los grupos conservadores que llegaron acompañados de fetos de plástico y camisetas que anunciaban que la homosexualidad “se quita” mientras increpaban a los cancilleres para que no permitieran que en la resolución sobre Derechos Humanos se mencionara el respeto a la diversidad sexual, el derecho a la despenalización de las interrupciones de embarazos, la educación sexual integral o la educación contra el machismo.

El peor resultado de la falta de interés de la diplomacia por escuchar las demandas sociales, es que pocas tuvieron eco en las resoluciones finales. Ya lo había advertido el consultor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Daniel Vásquez, al asegurar que el principal problema de la OEA es que los Estados llegan a discutir sobre la percepción que tienen sobre sus propios problemas. Reconocen nada más lo que quieren reconocer.

En la resolución sobre seguridad multidimensional se expuso sobre los problemas que afectan al área, como la migración, el sicariato y el narcotráfico, pero faltó el reconocimiento de problemas críticos como el de la violencia contra la mujer.

Claro, no todo cae en saco roto. Las demandas de organizaciones sociales para lograr equidad de género en las diversas instancias se materializaron en que la tras la elección de nuevos miembros, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ahora está equilibrada. También, tras la exigencia de reforzar el financiamiento del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, se alcanzó el compromiso de duplicarlo.

Los pasillos de la realpolitik

La OEA, como ocurre con otras instancias internacionales, es una organización de los Estados, no de los ciudadanos. Y ganan los poderosos. En la elección más importante de la asamblea, la de los tres nuevos miembros de la CIDH, sólo presentaron candidaturas los Estados más fuertes.

Resultaron electas Antonia Urrejola de Chile, Flavia Piovesan de Brasil y Joel Hernández de México. ¿Sorprendió el resultado? Poco.

Primero porque la elección de ambos obligó a sus Estados a mostrar mayor compromiso con los Derechos Humanos, cabildeando para duplicar el presupuesto de las instancias. Segundo porque la diplomacia apuntaba a que no era correcto que el país anfitrión sufriera una derrota de ese tipo. Además, si bien la candidatura del mexicano Hernández fue cuestionada por tener una trayectoria diplomática que lo hacía muy dependiente de su Estado, la presencia en la nómina del argentino Horacio de Casas ayudó a presentarlo como “menos malo”.

El argentino De Casas, propuesto por el gobierno del conservador Macri, había defendido a un militar relacionado con desapariciones forzadas y también a la minera Goldcorp Montana Exploradora cuando un grupo de campesinos guatemaltecos la demandaron ante la misma CIDH por la contaminación que provocó la Mina Marlin.

La elección fue el culmen de un proceso poco transparente en que los Estados nominan candidatos sin un proceso abierto de selección. Dónde las negociaciones de votos nunca se hacen públicas y dónde ningún gobierno explica por quién votó para no meterse en problemas diplomáticos.

Así transcurrió la cita en un Cancún que se vistió de gris por una tormenta que duró lo mismo que la asamblea general de la OEA. Así, entre la exclusividad y las buenas formas, las cancillerías se dieron cita para hablar de su preocupación por las crisis humanitarias o el destino de sus poblaciones más vulnerables. Lujo, playa y declaraciones de justicia para los pobres.

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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Nicolás Panotto /

    23/06/2017 6:08 AM

    Excelente nota. Participé del dialogo civil en la asamblea, y fue así tal cual dices. Gracias por tu resumen crítico.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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