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El problema del reduccionismo en la ideología política

¿De qué hablamos cuando hablamos sobre ideología política? Lo más básico es pensar en las ideologías políticas como categorías que pueden clasificar acciones, opiniones, ideas, partidos políticos o cualquier actividad subjetiva relacionada a “la política”. A veces se habla sobre "ideología" como simples posturas y afinidades, esto es, si estamos de acuerdo o en desacuerdo con algo. Parece que consiste más en idealizar la realidad y no tanto en cambiarla.

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Esta es una opinión

Dos manifestaciones, una a favor y otra en contra de CICIG. Agosto 2017

Por otro lado, “la política” o “lo político” suele confundirse con una afinidad hacia algún partido político o hacia ciertos actores políticos. Esto, porque nuestra democracia representativa gira en torno a un proceso electoral que se repite cada 4 años y la burocracia estatal gira en torno a personas que concentran grandes cuotas de poder.

Lo vemos en la coyuntura acerca de las elecciones de Cortes, un evento muy importante en esa “política”. Usualmente es como un escenario que presenta dramas entre actores políticos que forcejean entre escándalos, inauguraciones de obras, discursos y otros montajes y al mismo tiempo administran las instituciones públicas a su antojo con capacidad de ejercer un gran poder sobre las vidas de la mayoría de personas.

Estos usos comunes de la “ideología política”, son reduccionistas y limitan tanto las narrativas sobre el poder como la participación en ese ámbito político.

Las dos categorías ideológicas más usadas son: izquierda y derecha. Esto es, socialismo y capitalismo, comunistas y libertarios, chairos y fachos. Para no tener un modelo tan reduccionista de la ideología también hablamos de distintos grados de extremismo o moderación, es decir que no hablamos sólo de dos categorías sino de dos direcciones opuestas con una variedad de posibles ideologías intermedias.

Para agregar una dimensión más el proyecto Por Quién Voto utilizó en 2015 y en 2019 el cuadro mostrado abajo. Este tiene cuatro ideologías distintas puestas sobre dos ejes perpendiculares: estatista vs liberal y conservador vs progresista. Esto produce un plano que les sirvió como un mapa sobre el cual se proyectaba la ideología de una persona usando sus respuestas a un cuestionario. Así, dos personas podían ser ubicadas en el mapa y su afinidad ideológica podía ser visualizada como la distancia entre esos puntos. Esta idea ha sido usada incluso para hacer memes y ha sido muy efectiva para visualizar nuestras diferencias y similitudes ideológicas.

“Pero, yo no tengo ideología política”

Hay muchas personas que dicen no tener una ideología política, que son apolíticos, que no son de derecha ni de izquierda. Traducir esto al mapa de arriba sería poner un punto en medio sin mostrar inclinación hacia algún extremo, es decir neutralidad, centrismo o moderación. Es otro punto en el mapa. No hay escape de la metafísica del plano cartesiano.

¿Mienten quienes dicen que no tienen ideología? Es probable, o aunque no sea mentira tampoco tiene por qué ser verdad. Pero si no mienten, como mínimo lo que tienen es una ideología que no llega a encajar con las categorías comunes de ideología política.

Esta indiferencia con las categorías ideológicas comunes no muestra tanto la ausencia de ideología sino el fracaso de esas categorías para describir las afinidades de una persona. También hay gente que no toma partido frente a los escándalos del teatro de la política y llama a eso ser apolítico o no tener ideología.

Fukuyama habló sobre un mundo post-ideológico, sin una historia narrada entre los dos polos ideológicos del comunismo y el capitalismo, desde que la URSS fracasó oficialmente en el 89. No estoy de acuerdo pero al menos predijo esta narrativa de indiferencia hacia la ideología. Si la narrativa comúnmente aceptada (la posverdad) dice que el comunismo ya fracasó y el capitalismo ganó, no tiene sentido tener una narrativa ideológica para promover o echar abajo otra ideología. Ya no pueden competir pues ya hay un ganador. Esto es un argumento típico de posturas anticomunistas: recordar que los regímenes comunistas fracasaron (si se ignora a China, Cuba y otros, claro).

Del mismo modo, la ideología se ha vuelto un descrédito. “Es ideológico”, dicen, cuando alguien hace algo que califican como sesgado. Lo vemos, por ejemplo, en el discurso conservador en contra de la “ideología de género” que asocian con las comunidades LGBTIQ+. Pero ese discurso conservador no menciona la ideología política del género practicada y hablada por ese mismo esquema conservador. Los ideológicos son los otros, los que están sesgados. Es decir que a veces la ideología tiene una mala reputación de sesgo y falsedad a pesar de ser algo ubicuo.

A pesar de esa mala reputación seguimos hablando sobre ideología en muchas maneras, sigue siendo parte de la propaganda, de los discursos políticos y decir que no se tiene ideología es una forma de hablar sobre ideología.

Algo interesante de la post-ideología es admitir la complejidad de nuestras afinidades políticas que no encajan en el reduccionismo del dualismo ideológico de socialismo y capitalismo. ¿Cómo podemos comprender y describir la ideología política sin recurrir a esas categorías binarias?

Nudismo político

Entre 2015 y 2016, Nómada hizo una encuesta en línea llamada Nudismo Político. Esa encuesta tuvo 20 preguntas, cada una con 2 a 4 respuestas alternativas acerca de posturas y opiniones en temas de coyuntura y otros. En total hubo 64 respuestas diferentes, lo cual da hasta 4,831 millones de combinaciones posibles de respuestas. En este enlace se puede ver la encuesta hecha en 2019, con preguntas similares a las de 2015.

Esta cantidad de posibilidades y de dimensiones parecen imposibles de comprender y visualizar pero se puede reducir a dos dimensiones (otro plano cartesiano), sin utilizar ejes binarios, utilizando un algoritmo estadístico para reducción de dimensionalidad llamado TSNE.

Este algoritmo puede organizar estos casos acercándolos si son similares y alejándolos si son diferentes (utilizando una medida de divergencia estadística). En la figura 1 se puede ver las 11,213 respuestas a la encuesta proyectadas en un plano. Cada punto en esta gráfica sería una persona que respondió la encuesta.

Al ser preguntas cotidianas, quienes dicen no tener ideología no tienen que elegir una categoría reduccionista que les produzca indiferencia sino simplemente dan una opinión. Claro que el tipo de personas que no andan opinando sobre todo, no podrían ser analizados con este método.

Lo primero que podemos observar es que la hipótesis de ideologías categóricas muy diferentes entre sí no se confirma. No hay grupos separados sino que tenemos una nube de puntos juntos. Claro que hay extremos, en los bordes de la figura pero no están aislados sino mediados por montones de puntos intermedios, es decir, ideologías intermedias. Hay regiones más densas y ligeramente separadas, pero este algoritmo es capaz de encontrar clusters y separarlos notablemente cuando los hay.

Estos puntos pueden ser coloreados de acuerdo a las respuestas a la encuesta. Al hacer esa distinción visual se pueden observar estructuras presentes en los datos que emergen por los patrones que hay en las respuestas a la encuesta. En estas gráficas resalto en azul las respuestas a favor.

Estas gráficas muestran distintas polarizaciones. Hay tendencias claras. Por ejemplo, que opiniones progresistas se hallan arriba a la izquierda. A pesar de esas tendencias la nube de puntos se mantiene unida por que no hay diferencias extremas entre los casos a gran escala. Hay suficientes intersecciones en las opiniones plasmadas en las respuestas como para mantener una continuidad. No hay una unificación de las opiniones en ciertas categorías lejanas sino que hay intersecciones.

Hay que mencionar que este análisis es limitado en especial por que la muestra de datos sólo es representativa de la comunidad lectora de Nómada con disposición para responder una encuesta. Por eso no se puede extrapolar el resultado más allá de estas 64 opiniones y más allá de esa muestra de personas.

Pasar la misma encuesta a otras personas sí podría generar divisiones claras entre las opiniones. Preguntar otras cosas también podría generar diferentes resultados. Aunque la encuesta sí incluyó las preguntas que suelen polarizar las redes sociales.

Del reduccionismo a la complejidad

El análisis de arriba no ha requerido de un esquema predeterminado de ideologías binarias sino que se ha basado en patrones de similitud y diferencia entre conjuntos de opiniones. Esas opiniones son binarias también pero al agregar varias de ellas sin reducirlas linealmente, se añade complejidad. Es un paso más lejos de el reduccionismo del discurso típico sobre ideología política.

Ir hacia la complejidad es complicado por que no hay una meta única y estable. Ir desde un modelo binario hacia una línea, hacia un plano, hacia un mapa auto-organizado estadísticamente no simplifica el problema sino que lo problematiza más. El modelo más complejo posible sería reproducir computacionalmente la realidad, como en la serie DEVS.

Usualmente tenemos afinidades que cambian, sostenemos narrativas y acciones contradictorias y dinámicas. En la realidad puede que un día amanezca anarco-comunista y ese mismo día me acueste marxista-leninista y al día siguiente tenga afinidad por el socialismo liberal pero luego voy y me meto al tráfico para ir a comer comida rápida y pongo en práctica el capitalismo. Y allí ya no puedo ser un puntito en un mapa. En lugar de ser puntos en un plano cartesiano somos más bien multiplicidades de líneas garabateadas. Un rizoma, como en Deleuze y Guattari; dinamismo y contradicción.

A pesar del caos y la complejidad hay estructuras y cierto orden perceptible, contornos y tendencias estables momentáneamente. Hay condicionamientos, está la realidad biológica, física, la territorialización social y económica ya establecida que precede cualquier aparente decisión individual.

En algún momento todos debemos hacer y decir algo y esas prácticas y esas narrativas las implementamos de forma sistemática, no al azar o de forma desconectada por que no somos esquizofrénicos (bueno, no todos) y tenemos estructuras internas y externas que nos condicionan y que condicionamos.

Cuando hacemos algo que influye en otras personas nos volvemos actores políticos y esa acción y su resultado llevan una tendencia que puede reducirse a una ideología política que intente describirnos. Lo mismo cuando decimos algo. Aunque sea un chiste, una mentira, alguna frase dicha mecánicamente, una opinión o una descripción de la realidad.

Al hablar también hacemos política y reforzamos alguna tendencia ideológica. Habrán algunas acciones y palabras menos influyentes y potencialmente políticas que otras. Justamente mantener una baja incidencia limitándose a unas cuantas alternativas predispuestas y a un lenguaje establecido, mantiene las cosas como están.

Hablar de forma reduccionista sobre ideología política puede dejar fuera la realidad, es decir que se vuelve potencialmente ficticia. Decirnos comunistas y no ser revolucionarios es sostener una ficción. Decir que se es capitalista pero exigir atención en el seguro social también es ficción. Dudo que no sepamos que este tema no es reduccionista pues estamos acostumbrados a nuestras contradicciones y cambios. A pesar de eso, si tendemos a evitar la complejidad. Las narrativas que he visto sobre este tema a gran escala en medios y redes sociales, en especial durante elecciones y durante escándalos de corrupción, son usualmente reduccionistas.

Por ejemplo, reducir el conflicto armado interno a una lucha ideológica entre comunismo y capitalismo deja fuera muchas cosas muy importantes y especiales acerca de Guatemala que no pueden reducirse a este dualismo. Lo más importante que queda fuera es las masacres de comunidades indígenas en un país con un carácter plurinacional. Ríos Montt admitió en una entrevista que en Guatemala cohabitan múltiples naciones. Sus estrategias de guerra fueron dirigidas a dañar esa plurinacionalidad pero en sus discursos, el enemigo era el comunismo. Se narraba a sí mismo como un anticomunista, no como un racista, y los fanáticos de Ríos Montt lo narran también como un héroe que nos libró del comunismo.

Esta narrativa dual comunismo-capitalismo niega gran parte de nuestra realidad, es decir que es en buena parte ficción. A veces un modelo reduccionista resulta ser útil para describir parte de la realidad. Como dijo el estadístico G. Box: “todos los modelos son erróneos, pero algunos son útiles”. Justamente el reduccionismo es instrumentalizado para sostener ciertas narrativas.

En conclusión

Pero, ¿qué propongo?, preguntará el típico comentador en redes sociales. Por que sí, estamos criticando todo, desmontando todo, pero al final, el modelo reduccionista de un texto exige que haya conclusiones y recomendaciones al final.

Recomiendo que la ideología política no sea una forma de opinar, narrar o idealizar la realidad social sino que sea una forma de cambiarla, que es lo que Marx dijo de la filosofía. Recomiendo que “la política” no sea un tema electoral ni de burocracia estatal. En lugar de eso, que “la política” la hablemos como toda interacción que afecta considerablemente a otras personas.

La economía, por ejemplo, suele dejarse al margen de la política pero el jefe en una empresa es un individuo político por que es alguien con una gran cuota de poder sobre vidas ajenas, y lo es aún más el dueño de una empresa.

El CACIF tiene poder sobre todo el país. Giammattei podrá recomendarnos no salir para evitar la propagación del coronavirus pero son esos dueños y gerentes quienes van a decidir quiénes tienen que salir a trabajar. Hay política en gran parte de nuestras interacciones sociales, especialmente en lo económico. Compramos cosas todos los días pero votamos cada 4 años. Pero, claro, una compra no se compara con el inmenso poder que tiene un diputado en su trabajo legislativo o el poder que tiene una transnacional al decidir en qué lugar deforestar para hacer un proyecto de minería.

No hay soluciones reduccionistas, más bien hay problemas complejos y para enfrentarlos necesitamos un pensamiento y un lenguaje que eviten el reduccionismo y que cuando no lo puedan evitar al menos se reconozca sus límites. Para enfrentar esos problemas complejos necesitamos procesos más complejos, como bien dijo el cibernetista Ashby en su ley de variedad requerida: sólo la variedad absorbe variedad.

Considero que los siguientes procesos introducen variedad en nuestro pensamiento, lenguaje y prácticas sociales. Podrán dar no una dirección hacia una meta sino multiplicidad de direcciones hacia distintas metas lejos de la crisis política en la que estamos estancados, :

1- Democracia directa - en oposición a la democracia representativa, la cual ha demostrado ser obsoleta por producir corrupción, ineficiencia y autoritarismo. También valdría la pena revisar la democracia deliberativa que describió Habermas.

2- Pluralismo - la única vía para salir del autoritarismo totalitario es admitir la pluralidad ideológica. Esto no significa negociar con racistas, misóginos o malthusianos, por poner tres ejemplos de posturas que no son respetables.

3- Interseccionalidad - al admitir la complejidad de lo político vemos que distintas condiciones de opresión se intersectan y en esos puntos en común podemos encontrar posibilidades para el cambio social.

4- Descentralización – en oposición a la centralización jerárquica; todas las anteriores son formas de descentralizar y es necesario seguir descentralizando otros aspectos de la sociedad y también del pensamiento y del lenguaje.

5- Organización comunitaria - esto es fundamental para la democracia directa y para la descentralización.

Esto no lo concluyo a partir un análisis estadístico, de una encuesta o de un teorema en cibernética. Esto lo vienen practicando y nos lo vienen diciendo los defensores de DDHH, los pueblos y las movilizaciones de comunidades oprimidas desde hace tiempo.

Guillermo Ambrosio
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