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La historia de mi padre, Pablo Escobar, “se repetirá” si no se despenalizan las drogas

La clave de la historia está en su nombre. Se llama Sebastián Marroquín desde que las autoridades colombianas decidieron que por su seguridad, era mejor que abandonara el de Juan Pablo Escobar. Como tantos otros, él también ha sabido rentabilizar el nombre de Pablo Escobar, su padre, pero por una vía que asegura, no es la más fácil. En vez de santificarlo, mantiene vivo el relato de su lado más cruel y despiadado para evitar que se repita.

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En 1981, cuando Pablo escobar era senador colombiano, visitó Washington y posó frente a la Casa Blanca con su hijo.

Foto: Juan Pablo Escobar

Sobre Pablo Escobar han escrito casi todo los que lo rodearon. Su hermano, su amante, sus compañeros, sus cazadores y por supuesto, su hijo Juan Pablo Escobar.

Estamparle a un producto el nombre del capo es ya una fórmula de éxito y prueba de ello es la serie de Netflix, “El Patrón del Mal”, cúspide del mercado de la narcocultura que sigue explotando su imagen de “Robin Hood” latinoamericano en figuras de acción, líneas de ropa y álbum de estampitas para niños.

Aquí es dónde la obra de Juan Pablo Escobar, compuesta hasta el momento por “Pablo Escobar, mi padre” (Planeta, 2014) y “Pablo Escobar, in fraganti” (Planeta, 2016), viene a cumplir un papel fundamental. Su misión es la de hacerle frente a los relatos que santifican las andanzas del narcotraficante, narrando cómo desde la intimidad de la familia se vivía el rastro de violencia y sangre con el que se construyó la fama y el poder del Cartel de Medellín.

Es el relato de alguien que creció entre matones y vivió del dinero del narcotráfico pero que pudiendo seguir esa senda, decidió dar un paso al lado. Es el relato del hijo de un líder sanguinario que sale a buscar y reconciliarse con las víctimas de su padre. Allí hay que buscar su valor y no en algún despliegue de habilidades literarias o periodísticas.

Pareciera difícil creer que estos libros pueden ser la obra de alguien como Juan Pablo Escobar, que tras la muerte de su padre juró: “Yo solo voy a matar a todos los hijos de puta”.

Juan Pablo Escobar estuvo de visita en Guatemala para presentar su nuevo texto en el marco de la Feria Internacional del Libro (#Filgua). Allí conversó brevemente con Nómada.

Aseguró que desistir de sus deseos de venganza sólo le tomó diez minutos:

– La decisión había que tomarla en su momento. Reflexioné sobre continuar con el legado de mi padre pero el futuro que vi para mí y para mi familia no era nada alentador. Mi reacción violenta se debía al amor que sentía, pero no al futuro que yo quería construir. Lo malo es que se me recuerda más por eso que por 22 años de buen comportamiento.

Y es que hay quienes no le creen su conversión. En 2009 decidió salir del anonimato, reconocer quien era su padre y pedirle perdón a las víctimas. La respuesta de uno de los pistoleros de Pablo Escobar fue acusar al hijo de haber estado presente en torturas y en el tumbe de dinero de otros carteles. Su postura le ha ganado enemistades, incluso con su propia familia. A su tío, Roberto, lo acusó de ser un “mercader de la muerte” cuando autorizó que la exhumación de los restos de su padre fuera televisada.

Tiene un problema con eso, con los shows, con la conversión de los narcotraficantes a íconos pop:

– Las series han tenido un poder tristemente enorme. Antes los jóvenes querían ser futbolistas, ahora quieren ser narcos. Es una fórmula de éxito glorificar al criminal y yo vendería el triple si mi libro se llamara “Viva Pablo Escobar”. Prefiero renunciar a ello porque mi compromiso es con el mensaje verdadero. Le agradezco a mi padre por mostrarnos el camino que no hay que recorrer.

Sólo a la serie de Netflix, Juan Pablo Escobar le señaló más de una veintena de errores que iban desde problemas cronológicos hasta acusarla de pintar como glamorosos tiempos que en verdad fueron duros, o recalcar que su padre era mucho más cruel de cómo se le pinta. No se puede charlar con él sobre su cambio sin dejar de lado que vivimos un país donde hay quienes creen que para el delincuente no puede haber otra oportunidad que no sea la muerte, sin embargo insiste:

– Yo estoy acá para recordar que todos tenemos derecho a equivocarnos y el derecho a una segunda oportunidad para enmendar o al menos pedir perdón. He visto en la cara de muchos sanguinarios de aquellas mafias deseosos de hacer la paz. Al final los más violentos, los más guerreros, los más cargados de odio, terminaron aceptando que no podíamos seguir así.

Aunque esa reconciliación entre víctimas y victimarios también podría ser una metáfora del proceso de paz que se vive en Colombia, Juan Pablo Escobar evita hablar sobre política. Sólo lo hace para hablar temas relacionados con las drogas. Por ejemplo, el proceso de legalización de la mariguana en Uruguay porque según él, “sin prohibición de las drogas la historia de mi padre no se podría repetir”.

Su posición es que las drogas son un problema de salud pública y que por lo tanto, el Estado debe hacerse cargo y tratar el problema como tal. Sintetiza todo en que prohibir es entregarle el mercado, el poder y las fortunas a los delincuentes y de ello responsabiliza en gran parte a las políticas impuestas por el gobierno de Estados Unidos:

– Ellos no nos han mentido. Por eso se llama Drug Enforcement Administration (DEA) porque efectivamente lo que hacen es controlar quien será el capo de turno. La idea que han fortalecido es que ser criminal sí paga y paga bien. Te hacen creer que estás enriqueciéndote, pero cuando te agarren esa fortuna pasará a ser de quienes en realidad manejan los hilos de la marioneta. Te ayudan a que crezcas y luego te matan como chancho (cerdo) en diciembre.

Juan Pablo Escobar sostiene que a su padre no lo mataron sino que se suicidó cumpliendo con la máxima de “preferimos una tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos”.

Nómada
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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Joe /

    28/07/2017 4:03 PM

    En Guatemala los únicos que han querido despenalizar las drogas fueron Otto Pérez Molina y Baldetti y después de todo en donde están!!!

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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