Diego Renato Azurdia
Nací al menos dos generaciones muy tarde. Confío más en los animales y en los humanos muertos que en los vivos. Soy agresivamente ateo, pero mi ateísmo, como el de James Joyce, tiene acento Jesuita. Mantengo un pequeño Maximón en mi apartamento de Brooklyn para colaborar desesperadamente con el inútil esfuerzo secular por re encantar el mundo. Tengo una hermosa Pitbull llamada Lola. Soy muy hijo de mi madre.
Encarcelación masiva en la Tierra de la Libertad
Diego Renato Azurdia / 26 agosto, 2017
Estados Unidos se promulgó como la tierra de los libres y el hogar de los valientes.
Murió mi perra y con ella mi esperanza
Diego Renato Azurdia / 16 mayo, 2017
Desde hace mucho que he estado poseído. El mío es un demonio con varios nombres, aunque nunca llega a ser legión. Un demonio con diferentes caras que gesticulan rangos de crueldad y perfiles variados de oscuridad. Son demonios que me utilizan, que toman este pequeño cuerpo, como superficie para masticar o desparramarse como lava sobre animales moribundos o como aceite hirviendo sobre el cuerpo cabelludo de un recién nacido. El demonio es plural, pero es uno en su pluralidad. Y en esa pluralidad esta historia termina con la más cruel de sus caras, el más doloroso de sus nombres.
Bajo el signo materno: Jazz, guerrilleras y las "Pussy Hats"
Diego Renato Azurdia / 4 abril, 2017
Uno de mis primeros recuerdos es la imagen de una mujer embarazada, cargando un rifle, marchando con un grupo de guerrilleros en San Andrés Itzapa Chimaltenango, el pueblo de mis papás. Probablemente he reconstruido el recuerdo alrededor de esa imagen pero se me viene a la mente correr hacia lo que pensé sería un espectáculo, como quien corre a ver una procesión de Semana Santa que avanza anormalmente apresurada por ser de los turnos con cargadores más bajos y menos fuertes.
Guatemalteco, hasta en Nueva York
Diego Renato Azurdia / 15 marzo, 2017
No; no es posible tenderse en una banca de un parque en Nueva York, admirar las primeras estrellas y no sentir envidia por los árboles, las montañas y las rocas que optaron definitivamente por no decir una palabra (…) tranquilos orgullos hacia la más perfecta arquitectura del silencio. Luis Cardoza y Aragón