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El miedo al vacío y cómo el arte nos lo quita

Hubo un momento en la historia en que el arte no podía dejar ni un centímetro cuadrado sin ocupación, como que la idea del espacio en blanco fuera a consumir al espectador y al artista, un abismo que se podía abrir de forma fatal. Literalmente, un miedo al vacío.

Cotidianidad Opinión P369
Esta es una opinión

"Antena con Puntos Rojos y Azules". Alexander Calder. 1953.

Si analizamos la historia del arte y el diseño, nos damos cuenta que la tendencia a rellenar cada rincón de un lienzo es común desde la antigüedad. Desde el arte vikingo hasta su total exacerbación en el barroco y el rococó francés. Podemos verlo también en ilustraciones y obras modernas y contemporáneas como las de M.C. Escher (1898-1972).

Esta saturación de los objetos y las obras puede demostrar un tremendo manejo de la composición y la forma, un despliegue de la capacidad del artista o, por lo contrario, una falta de control y banalización del concepto. Como diseñador que soy y crítico que trato ser, considero que es básico para comprender muchas obras que han dado paso a tendencias en la actualidad y en este caso me refiero al reconocimiento al artista y al momento en que pudo decir:

-Ya no más.

No siempre el espacio en blanco está desperdiciado. A veces es una forma de oxigenar la obra y exaltar el concepto. Uno de los primeros que se atrevió a experimentar con esto fue (¿quién más?) Diego de Velázquez en su obra “Pablo de Valladolid”. En este retrato sitúa al personaje en un espacio indefinido: veamos la ausencia de un piso y un horizonte, la falta de algún elemento que nos refiera a la perspectiva y el contraste total entre la ropa del personaje y el fondo.

Recordando el artículo anterior  y aventurando conjeturas, podemos ver que Goya, casi dos siglos después, obtiene inspiración en este tipo de cuadros para su obra más vanguardista: “Perro Semihundido” de 1823.

Veamos la amplitud de espacio, la carencia de elementos decorativos y, en este caso, la sensación de abandono y soledad. También veamos los contrastes marcados que enfatizan el tema de cada personaje y el manejo de color en ese espacio. Estas percepciones psicológicas permitieron al arte salirse de sus cánones e ingresar a la mente del artista para explorar el espacio infinito que representa un lienzo.

Dando un salto en el tiempo, volteemos ahora hacia Joan Miró (1893-1983), quien en sus composiciones logra crear sensaciones espaciales inexistentes pero simuladas a través de las relaciones invisibles entre sus volúmenes y colores utilizando el espacio libre entre cada elemento.

Las formas adquieren un carácter de satélites, moléculas y volúmenes libres. El espacio vacío se convierte en arte, pero no por si mismo sino por lo que construye. Podemos percibir que el artista descompone una idea y nos expone a su concepto formal básico. Aún podemos leer en esta abstracción el tema al que refiere el título. Esta lectura que nuestra mente realiza a partir de la figura y el fondo ingresa al campo de la psicología de la Gestalt,  teoría que enfatiza la capacidad que tenemos de construir a través de la percepción y la memoria para crear de forma imaginaria e instantánea relaciones espaciales.

Inspirado por esta nueva máxima, Alexander Calder (1898-1976) crea instalaciones móviles que aprovechan sus puntos de conexión para apropiarse del espacio en cuatro dimensiones. Es como ver música fuera del pentagrama donde cada volumen es una nota o un sonido y cada espacio un silencio. ¿Imaginan la música sin estas pausas? Imposible. Cuando el vacío nos inquiete, tomemos un largo respiro y busquemos si hay una melodía que podemos percibir.

Sobre esto queda únicamente volver a invitarles a mirar, dejar de temer al abismo y empezar a considerar el espacio para dejar que nuestra mente juegue libre en ese infinito. Luego del punto final de este párrafo, un largo silencio.

Juan Pablo Hernández
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Guatemala. 1986. Arquitecto por profesión, restaurador por vocación e interiorista de tiempo completo. Dicen que soy sensible como defecto.


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