Espada del augurio:
Todos somos buenos

En ese camino, el colombiano José Alejandro González pasó por Guatemala. Chavo, veintimuchos, que bajaba del norte fotografiando personas/personajes bajo la tesis de que «todos somos buenos». Cuando me dijo el nombre del proyecto al que se dedicaba me corrió un escalofrío. Pero no, no tiene nada que ver con el candidato presidencial y antiguo jefe de presidios. Tiene que ver con el encuentro del humano, con ver más allá de lo evidente -como diría Leono de los Thundercats-, tiene que ver con el querer ver.

José Alejandro estudió dirección cinematográfica. Vivió diez años en Europa, trabajando a veces como mesero, otras en algo relativo a su oficio, le sirvieron de inspiración para crear theinsiderproject.org.José Alejandro retrata, construye, atrapa los sonidos y fluye con artistas, personas/personajes, políticos e incluso y de ser necesario hasta en la industria de la publicidad.

Todos somos buenos, la muestra que prepara luego de meses de recorrer Norte y Centroamérica, “es el resultado de una inmersión de seis meses en la ciudad de Nueva York observando a la gente, escuchando las voces de los inmigrantes y preguntándome por sus lugares de origen. Decidí bajar a Colombia por tierra recogiendo retratos y sonidos que me han ido dibujando una realidad completamente diferente a la que los medios de comunicación han ido vendiendo de Centroamérica”, me dice José Alejandro.

Esta serie de imágenes que construye el fotógrafo bajo la tesis de que todos somos buenos, ha sido construida gracias al carisma de quien está atrás del lente pero también en gran medida, me parece a mí, por esa imperiosa necesidad que tenemos los humanos de ser escuchados, atendidos, notados.

Flicker https://www.flickr.com/photos/100011302@N06/

Cada foto se constituye como un todo, un pequeño mundo que forma parte de ésta nuestra realidad agotada pero necia que se resiste a claudicar.

«En Los Ángeles me metí en un sector que se llama Skid Road en el que viven más de 15 mil habitantes de la calle y donde se respira un ambiente tenso, peligroso. Cuando me di cuenta estaba ya en el corazón de esta zona casi muerto del miedo, ese miedo, esa adrenalina que da la sobrevivencia, la convertí en trabajo y logre, después de mucho sudar, unas imágenes que me dejaron satisfecho. Tengo que anotar que ese día la jornada termino cuando salí corriendo de allí perseguido por un hombre gigante que me gritaba por todo el centro de los Ángeles: Stop there!!

Cuando creía haberlo perdido y me sentí a salvo, me senté a tomar margaritas en un bar mexicano con el corazón arrebatado. Fue bajando la tensión y subiendo el tequila y al terminar la  segunda copa noté que el hombre me esperaba fuera del bar. Decidí salir y hablar con él, expliqué el proyecto, charlamos un rato y se fue tranquilo convencido de que todos, él, yo, el resto también somos buenos».