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Sola contra la frontera, la historia de esta migrante en México

En una bolsa de mano azul, Estefany Cerrato guardó tres pantalones, tres blusas y una chumpa. En una bolsa plástica metió un cepillo y pasta dental, un desodorante, un peine especial para pelo rizado y crema corporal. Ese fue su equipaje para migrar a Estados Unidos. Se subió a un autobús, se alejó de Tegucigalpa, y de sus tres hijos. El número de mujeres migrantes centroamericanas ha aumentado 40 por ciento en dos años y se estima que el 60 por ciento de ellas es violada en México.

Cotidianidad P147

Estefany Cerrato, hondureña, de 23 años, con tres hijos, está en México rumbo a Estados Unidos.

Fotos: Carlos Sebastián

Al fondo de una habitación fría, con paredes sin repellar y piso de cemento gris hay una cama. Desde hace seis noches, Estefany Cerrato, que cumple 23 años este sábado 10 de diciembre, duerme allí. El cuarto es parte la casa que la parroquia católica Santo Niño de Atocha utiliza para dar refugio temporal a los migrantes que pasan por Comalapa, municipio de Chiapas, México, a treinta minutos en carro de la frontera La Mesilla, Huehuetenango, a 811 kilómetros de El Progreso, Honduras, donde ella vivió hasta el jueves 17 de noviembre.

“Yo solita decidí venirme, no creí que fuera tan peligroso”, dice Estefany Cerrato mientras se sostiene de uno de los soportes de la litera donde está sentada. Es muy peligroso: el 60 por ciento de las mujeres migrantes centroamericanas son violadas en México, según un informe de Amnistía Internacional, aunque sacerdotes y directores de casas migrantes y refugios estiman que la cifra llega al 80 por ciento.

 

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Cuando habla, Estefany Cerrato rodea con sus dos manos uno de los tubos de la litera dónde está sentada. Lo abraza como si fuera lo único que tuviera y clava la mirada en el piso gris de la habitación. Dice que migrar es la única opción que le quedaba aunque esa decisión la haya alejado de sus hijos de  8, 7 y 3 años. Dice que tiene que evitar a toda cosa que la detenga la migra.

La oleada de niños migrantes de 2014 , que supuso un aumento de un 333% de menores migrantes para 2015, según Unicef, derivó en la conversión de Chiapas en la frontera sur de Estados Unidos. Desde entonces, las deportaciones de mujeres centroamericanas han ido en aumento: de 11,129 mujeres en 2013; a 18,637 en 2014 y solo entre enero y septiembre de 2015 20,085 mujeres regresaron a Guatemala, Honduras y El Salvador, según un informe de 2016 del Colegio de la Frontera Norte, una institución especializada en problemáticas sociales en frontera de México y Estados Unidos. Un aumento de un 41%.

Estefany se distrae tocándose el pelo. Toma su largo cabello rizado, lo pasa de un lado a otro de su espalda, lo revisa, lo huele y lo muerde mientras nos cuenta su desilusión de haberse graduado de perito en administración de empresas y aún así, no haber encontrado trabajo. Buscó puestos de secretaria, de cajera, de asistente. De algo, pero nada. Vendió enchiladas, tostadas, atoles y pasteles, pero el dinero no le alcanzaba para darle de comer a sus tres hijos y pagar por la educación de sus dos hijos mayores.

 

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Cuatro días antes de huir, Estefany Cerrato estaba en Tegucigalpa, Honduras, a punto de convertirse en una mujer migrante. Nunca contactó a un coyote ni conocía las rutas de migración. Sí tenía presente los consejos de dos de sus tías, que años anteriores hicieron exactamente lo mismo: subirse a un bus de Tegucigalpa a San Pedro Sula, en Honduras, luego otro de esa frontera a la Ciudad de Guatemala y uno más para Huehuetenango, hasta encontrar La Mesilla. Allí, buscar la manera de cruzar desapercibida la frontera para México y ya en ese país encontrar la ruta más segura para subir y bajar de autobuses que la lleven a la línea fronteriza con Estados Unidos. Para financiarse el viaje tiene que encontrar trabajos temporales.

En los últimos 15 años, el porcentaje de mujeres en los flujos migratorios ha ido en aumento. El Colegio de la Frontera Norte considera que la presencia de mujeres que viajan solas e a la frontera norte es algo de esperarse ya que la industria maquiladora en Estados Unidos contrata preferentemente mujeres.

Pero el mayor problema es ganarle a México, sortear los peligros de la violencia generalizada, el narcotráfico, la trata de personas para explotación sexual, los secuestros, las extorsiones y las redadas contra migrantes.

A partir de 2014, empezó a registrarse un aumento en las redadas de migrantes centroamericanos por parte de autoridades mexicanas. En tres años entre 2012 y 2014 se registraron de más de 152 mil deportaciones; pero en dos años en 2014 y los primeros nueve meses de 2015 aumentó a casi 190 mil, cita el reporte de Colegio de la Frontera Norte.

Pasar la frontera oficial sin ser vista

La Mesilla es un punto fronterizo fácil de cruzar por la poca seguridad en el lugar. El problema se complica en México, donde hay más presencia policial.

“En este punto fronterizo no se ve paso de gente que va para Estados Unidos. Lo único que vemos son casos de personas que van a trabajar a México y que tienen un permiso especial llamado Credencial de Visitante Regional”, explica con mucha pena, en la que dice ser su primera entrevista, Edwin Cáceres, subjefe de delegación de Migración en La Mesilla.

Estefany Cerrato, después de pagar boletos de autobús, taxis y comida se quedó con Q75 (US$10). No tenía más dinero cuando llegó a Guatemala; pero se lo entregó a la policía en el primero de cuatro retenes que detuvo el transporte donde viajaba:

– La gente dice que la policía no nos puede preguntar por el DPI, pero como yo estaba asustada y les di el dinero. Les dije: “es lo único que ando, no me regresen”.

Cuando al fin llegó a La Mesilla, un hombre que conducía un mototaxi se ofreció a ayudarle. La llevó a un comedor para que la dueña le diera trabajo por un día. No ganó nada de dinero, pero tras pasar horas limpiando mesas y lavando trastes, la dueña le dejó dormir en el suelo del local.

Con el teléfono del mototaxista que la ayudó, Estefany Cerrato se comunicó con una de sus tías para pedirle que le mandara dinero para continuar su viaje. Su familiar accedió pero al no tener documentos ni cómo comunicarse, confió en el hombre del mototaxi para que le enviaran la transferencia a su nombre, pero él, después de escuchar la conversación, cobró el dinero de la encomienda de Estefany y desapareció. Q300 que no tenía.

Al día siguiente dos personas que trabajaban en locales alrededor de la frontera le regalaron Q15 cada uno. Estefany los cambió por pesos y cruzó de Guatemala a México sin que alguna autoridad de migración de ambos países se percatara de su presencia.

Caminó cinco minutos y ya estaba allí, en México. No se habría dado cuenta si no hubiese sido porque cuando avanzaba vio banderas de color verde, blanco y rojo.

 

La parroquia Santo Niño de Atocha.

La parroquia Santo Niño de Atocha.

Entre octubre y noviembre de 2016, la delegación de migración en Chiapas regresó en autobús a 29 migrantes que como ella cruzaron La Mesilla sin que las autoridades de Guatemala lo notaran.

El cuestionable plan Frontera Sur

El Plan Frontera Sur ha degenerado en graves violaciones a los derechos humanos, según denuncian numerosas oenegés e instituciones. Si la idea de EEUU era evitar que se colapsara su frontera y que la gente se subiera a La Bestia, la realidad es que los coyotes ahora usan estrategias mucho más agresivas.

Cada vez que un migrante llega a la parroquia Santo Niño de Atocha, junto con la comida y el lugar para descansar durante tres días, también reciben recomendaciones para cruzar el territorio mexicano. Entre ellas mantenerse discretos para evitar a los “halcones” y “enganchadores”, personas que se hacen pasar por migrantes y que se dedican a sacar información para pasársela a los secuestradores y redes de trata de personas.

Las rutas están en constante cambio. En la frontera norte de México, hace cinco años los tres puntos principales de cruce indocumentado de migrantes eran el Sásabe (Sonora), Reynosa (Tamaulipas) y Mexicali, en el estado de Baja California. En los primeros meses del año 2015, los tres primeros puntos de cruce estaban localizados en tres diferentes estados: Tijuana (Baja California), Nuevo Laredo (Tamaulipas) y Nogales (Sonora), según el informe del Colegio de la Frontera Norte.

En México, las estructuras son más sanguinarias: si en el camino las personas no tienen dinero para viajar, las convierten en víctimas de trata de personas para explotación sexual, según Mynor Pinto, sub jefe de la Fiscalía contra la trata de personas en Guatemala.

En el 2014 el Ministerio Público inició con las investigaciones contra estructuras dedicadas al coyotaje; solo cuatro fiscales están asignados para atender este tipo de casos. Hasta el momento han desarticulado 8 redes, que según el fiscal, cada vez son más violentas con los migrantes, replicando los mismos métodos que hacen que México sea el país temido para los indocumentados. Para tener más efectividad, Guatemala coordina investigaciones con las fiscalías de Honduras y El Salvador.

Aunque hay cientos de testimonios de migrantes que han sido víctimas de algún delito, no hay denuncias contra esas prácticas. Los migrantes viajan predispuestos a sufrir cualquier violación con tal de seguir con vida y continuar su camino hacia Estados Unidos, dice Soleil Gómez, encargada de la atención psicosocial de los migrantes que llegan buscando refugio y comida a la parroquia Santo Niño de Atocha.

Cuando habla de los peligros en México, Cerrato se aferra más a la litera donde está sentada.

– Yo me quiero ir para Estados Unidos pero no sé, porque tanta cosas que dicen que pasan allá arriba, que los Zetas, los cárteles del narco y todo eso que lo agarran, que lo raptan, que lo secuestran y piden dinero, me pueden prostituir y cosas así.

 

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Aunque su motivación es encontrar un trabajo que le permita darle a sus hijos una mejor calidad de vida, sabe que tiene todo lo que necesita para convertirse en una víctima de ese país grande y rudo, como describe a México. Al momento de la entrevista no había decidido si continuaría el viaje y qué ruta sería la más segura para ella.

Mientras tanto, Estefany Cerrato trata de encontrar un trabajo temporal en Comalapa y analiza la posibilidad de solicitar refugio en México. Necesita hacer algo para distraer su mente. El martes 22 de noviembre, tres días después de haber llegado a Comalapa, estaba en el parque del municipio y vio a un grupo de niños jugar. La tristeza la invadió. Extraña a sus hijos, que se peleaban todas las noches cuando trataban de dormir a su lado. Todos utilizaban una misma cama. Cada día, a uno le tocaba quedarse a dormir a los pies de todos porque no había espacio: “Extraño cuando estábamos juntos, uno encima de otro”.

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