Pero nunca había entrado a su restaurante. La tienda está a la entrada del establecimiento, y desde el mostrador de los embutidos veía, al fondo, algunas mesas en el verdor de un patio que nunca tuve curiosidad por visitar. Asumía que la restauración era más de tipo cafetería –sandwiches hechos con sus magníficos productos o pasteles de su buenísima panadería- que restaurante, y como las visitas a La Antigua generalmente incluían ya a alguno de mis restaurantes favoritos (materia para otros blogs) nunca se dio la oportunidad.
Hasta que durante las fiestas de diciembre, un amigo de paso por Guatemala me citó allí para almorzar. Conociendo la calidad de sus productos en tienda, había ya asumido que la comida sería buena, pero no me esperaba un restaurante en plena forma.
Lo primero que me encantó fue el jardín: como tantas casonas de la ciudad colonial, el patio que sus murallas esconden es un pequeño vergel: plantas y flores de todo tipo rodeando un par de hermosas pilas coloniales. Una decoración de buen gusto: sencilla pero no descuidada. Muy bonito, en resumen, y ya con eso, razón suficiente para regresar.
Al pasar a ver la carta me entusiasmé: una oferta variada e imaginativa que incluye platos a base de pescado, pollo, res y cerdo, y opciones vegetarianas, en preparaciones que evidenciaban creatividad y originalidad. Por si dicha oferta no fuera suficiente, el mesero que nos atendió eficiente y discretamente nos ‘cantó’ los platos del día que no estaban en la carta: cinco o seis opciones adicionales, que se antojaban igualmente atractivas.
Yo me decidí por un plato de la carta: un cochinillo que estaba memorable. Perfectamente asado: crujiente por fuera, tierno y jugoso por dentro, que –digno del Mesón de Cándido en Segovia, capital del cochinillo- podría haber sido partido con un plato sin necesidad de cuchillo. Era una porción generosa que estaba acompañada por una salsa de miltomate delicada –no demasiado pungente- y de un puré de camote igualmente exquisito. No me hubiera imaginado que la combinación entre el camote dulce y el miltomate ácido funcionara tan bien, tal vez porque ambos balanceaban desde distintos ángulos el sabor salado del lardón del cochinillo, que inundaba el paladar.

Un plato de la carta: un cochinillo perfectamente asado: crujiente por fuera, tierno y jugoso por dentro.
Mi acompañante pidió un dorado con puerro confitado y papas horneadas que estaba perfectamente cocinado, como esos que mi colega Fresita la Hada ha tenido la suerte de encontrar pero que conmigo habían estado escurridizos. El confite de puerros estaba delicioso, condimentado delicadamente; las papas, perfectamente hechas. Nuestro anfitrión pidió un ragú de cordero que no me atreví a probar –la confianza no es tanta- pero que por sus palabras estaba de primera.
Los platos estaban tan bien servidos que a ninguno se le antojó un postre, a pesar de la fama de los pastelillos –sus encanelados son excepcionales- y sus helados, que entiendo son hechos por ellos mismos. Pero como cortesía de la casa, nos dieron con el café –un espresso perfectamente preparado- unas trufas de chocolate. No estoy seguro si fueron hechas en casa o compradas en alguna de las chocolaterías que han aparecido en La Antigua, pero estaban tan buenas que –sin exagerar- podrían haber sido compradas en alguna chocolatería de Ginebra.
Lamentablemente, no tomamos vino. Nuestro anfitrión era abstemio. Es una lástima porque la calidad de la comida merecía ser acompañada de un buen vino, y la bodega de la casa se veía buena.
Evidentemente, hay en los hornos buenos cocineros, pero alguien ha supervisado con muy buen sentido gastronómico la oferta del menú, la calidad de la comida y su presentación.
No vimos la factura porque estábamos invitados, pero los precios en la carta se nos antojaron razonables. Además, hay que señalar que como el menú incluye no sólo platos ‘formales’ sino también lo que los franceses llaman ‘restauración menor’ -sándwiches, pizzas, quiches y pastelillos- a precios más que razonables, uno puede disfrutar del ambiente acogedor del lugar en planes –y costos- distintos.
Muy bonito, muy bueno, a precios razonables y con un servicio impecable…..no se puede pedir mucho más. Si anda por La Antigua, no deje de visitarlo.
María /
Visité éste lugar en compañía de mi sobrina de 7 años y se le antojó la pasta del menú infantil, la expresión de mi sobrina al probarla fue "Esta insípida pero al menos el queso esta rico" eso sin tomar en cuenta que la porción era demasiado pequeña, si mal no recuerdo el precio fue de Q.65.00. Yo comí un sandwich que estaba delicioso y que obviamente compartí con mi sobrina para compensar la pasta.
Marco Gavio Apicio /
Gracias a Jorge, Diego y José por sus comentarios.
Jorge, los platos 'preparados' oscilan entre los 70 y los 110 quetzales, si mi memoria no me engaña. Los sandwiches, quiches y pizzas son bastante más baratos. No me fijé en el precio de los vinos, desafortunadamente.
Marco Gavio Apicio /
Gracias a Jorge, Diego y José por sus comentarios.
Jorge, los platos 'preparados' oscilan entre los 70 y los 110 quetzales, si mi memoria no me engaña. Los sandwiches, quiches y pizzas son bastante más baratos. No me fijé en el precio de los vinos, desafortunadamente.
jorge de leon /
Gracias Marco Gavio. Si algo me gusta de nomada es tu columna. De hecho busco nomada en primera intencion por tu recomendacion gastronomica. Pregunta. En qué rango dd precios estamos hablando en platos y vino
Diego Cárdenas. /
¡Excelsa redacción Marco Gavio!
Sin duda alguna es un lugar que he de visitar.
Saludos cordiales.
José Cal /
Reseña justa de un lugar estupendo, con buena cocina y precios razonables en Antigua Guatemala.