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Ex estudiantes de la UVG presentarán denuncia contra ex decano

En marzo un grupo de mujeres profesionales egresadas de la Universidad del Valle denunció públicamente al ex decano de esa casa de estudios, Andrés Álvarez, por acoso y agresión sexual. Este es un recuento de su búsqueda de justicia y expectativas.

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Ilustración: Diego Orellana

El pasado 3 de junio, la Universidad del Valle de Guatemala (UVG) destituyó a Andrés Álvarez como decano de la Facultad de Ciencias Sociales. Esto ocurrió después que un grupo de ex estudiantes denunció públicamente y a lo interno de la casa de estudios, abuso sexual, violencia psicológica y una violación de parte del catedrático. Los hechos denunciados ocurrieron entre el año 2001 y 2007, cuando ellas eran estudiantes de antropología y Álvarez era su compañero y profesor auxiliar.

El relato escrito de lo que las exestudiantes vivieron llegó a la Universidad el pasado 29 de marzo de este 2020, cuando la doctora Ana Lorena Ruano, profesora Asociada del Centro de Salud Internacional de la Universidad de Bergen, Noruega, envió una carta de seis páginas donde cuenta el acoso sexual y violencia sexual que sufrió de parte de Ándres Álvarez. Allí también se relata una violación a una exestudiante de quien se resguarda la identidad.

Con la decisión de la UVG de destituir a Álvarez como decano, las víctimas lograron un primer objetivo en su búsqueda de justicia. Ahora se preparan para iniciar una batalla legal en los juzgados nacionales e instancias internacionales. Buscan justicia no solo por la violencia, los abusos y agresiones, sino por las implicaciones psicológicas y profesionales que tuvo en sus vidas.

Cuando la UVG recibió la denuncia de la Dra. Ruano, creó un comité de ética para investigar. Aunque la conclusión de ese comité fue sugerir que la institución terminara la relación laboral con Álvarez, no hubo un reconocimiento pleno de las agresiones sexuales que las víctimas describieron.

“No fue posible determinar la existencia de denuncias previas presentadas por la Dra. Ruano Salguero, ya que no se encontró en ningún archivo de la institución una denuncia previa sobre el caso y los entrevistados negaron recibirla”, concluyó el comité de la UVG.

Lorena Ruano aseguró que en tres ocasiones se quejó de agresiones de Andrés Álvarez con las entonces autoridades de la Facultad de Ciencias Sociales de la UVG. En julio de 2005 y noviembre de 2007. Al no tener respuesta, ese mismo noviembre de 2007 presentó una carta formal al Rector Roberto Moreno.

La UVG no reconoce haber recibido las quejas verbales ni escritas sobre una agresión sexual. Sin embargo, las mujeres se aferran a la veracidad de sus testimonios para presentar una denuncia penal.

“La respuesta de la UVG no fue suficiente”, dijo Lorena Ruano.

¿Qué hizo el ex decano Andrés Álvarez?

La doctora Ana Lorena Ruano fue la primera en poner luz sobre las acusaciones en contra de Andrés Álvarez. El pasado 8 de marzo al ver que en redes sociales la UVG celebraba el Día de la Mujer, publicó un tuit en el que lo señaló de manosear estudiantes. “El violador también es él”, escribió.

En entrevista con Nómada y Agencia Ocote, Ruano describió que en julio de 2005 viajó junto a Andrés Álvarez al departamento de Huehuetenango para realizar su trabajo de campo para la carrera de Sociología. Álvarez era su supervisor. Una noche, mientras discutían en una habitación la estrategia para trabajar en una comunidad, sucedió esto:

“Antes de que yo entendiera que pasaba, sentí su mano subiendo por mi entrepierna, dentro de mi pantalón. Aprovechó que mi pantalón estaba gastado, era su “easy access”. Él quería tocar mi vagina, quería meter la mano dentro de mi ropa interior y me di cuenta que buscaba penetrarme con uno de sus dedos. Estaba congelada, pero reaccioné y lo empujé, le pegué y salí corriendo”.

Ruano no fue la única que describió agresiones de Álvarez en viajes de campo. Sara es el nombre ficticio de la mujer que pidió anonimato para contar su historia. Ingresó a estudiar a la UVG en el año 2001. En el tercer año de la carrera, durante un semestre debía realizar trabajo de campo. Así llegó a Rabinal, Baja Verapaz, donde Andrés Álvarez y un estudiante más estaban trabajando. Álvarez era su supervisor. Ella relata:

“El día que llegué me dijeron que tenían que bautizarme. Yo era súper parrandera en ese tiempo, tenía muchísimos amigos y yo salía mucho. La verdad es que ese día me emborracharon, no fue a la fuerza, fue voluntario. Yo tomaba cerveza y ese día tomé licor blanco. Me puse muy mal. Vomité porque tomé demasiado. La última imagen que yo tengo de esa noche es que estaba en la banqueta vomitando a lo asqueroso y que me cargaron. Después me amarraron a la hamaca del lugar donde nos quedamos y yo amanecí tirada en el piso”.

Sara se despertó con resaca y se preparó porque debía viajar con ambos a Cobán para iniciar su trabajo de campo. Mientras iba en el vehículo se sentía apenada por lo que pasó la noche anterior. En el trayecto ambos le decían que cuando estaba borracha, ella se les había insinuado, lo que asegura que no es cierto porque nunca ha sido así.

“Recuerdo que esa mañana me lavé el pelo con un sobrecito de shampoo de los que venden en la tienda. Yo tenía el pelo largo en ese entonces y durante todo el camino, cuando yo me soltaba el pelo, Andrés decía: “ah, es que aquí huele a mujer”, “sentí, huele a mujer, qué rico”. Decían eso hasta el punto en que fue incómodo y les dije “bueno, cerotes, ¿que putas les pasa? Ya estuvo”, relata.

Al llegar al hotel los tres tuvieron que compartir una habitación. Sara recuerda que Andrés hizo comentarios sexuales. Ella se sintió insegura y se quedó a dormir afuera de la habitación. Al día siguiente, de madrugada, tomó un bus de regreso a la ciudad. Cuando regresó a la UVG habló con su director de departamento, se quejó de Álvarez y dijo que no quería continuar su trabajo de campo cerca de él.

“No me creyeron y me dijeron que tomara ese trabajo de campo o perdía el curso. Así que lo perdí y me retiré de la U por un tiempo”, comenta Sara. Años después regresó a la UVG pero no se graduó como licenciada ya que eso implicaba que su trabajo de tesis fuera supervisado por Álvarez.

“Varias de mis compañeras de la universidad se fueron por la misma razón. Yo no había dicho nada hasta que Lorena (Ruano) lo hizo público. Nunca pensé que éramos tantas y lo que queremos hacer es visibilizar esto”, dijo a Nómada.

 

Una violación y luchar para salir de la universidad

Un relato que Lorena Ruano describió en su carta ante el Comité de Ética de la UVG y que dos mujeres entrevistadas por Nómada coincidieron al describir, fue un incidente de violación.

Ana es el nombre ficticio de la protagonista. Habló con Nómada y pidió que se resguardara su identidad:

“Lo que me pasó fue en el 2001, hace 20 años. Fue bajo producto de alcohol y algo más porque fue como que le echaran algo más a los tragos. Sé que sucedió porque mi hermana vio el estado en el que llegué (a su residencia) y porque yo tengo flashazos de algo que estaba sucediendo y que yo sabía que no estaba bien. Yo entré a la casa y mi hermana me vio, fue impactante para ella verme así”.

Ana estaba sorprendida de lo que pasó esa noche y confrontó a Andrés Álvarez.:

“Yo le hablé y le pregunté que qué había pasado. Él dijo que yo había cantineado con él (coquetear) y que yo también lo quería. Así de sencillo y que no le alegara nada porque era mi culpa porque yo lo había incitado a hacer ese tipo de cosas. Yo no sé, yo lo pienso y no sé cómo sentirme. Sucedió y es como, jamás en la vida vuelvo a beber como bebí ese día, y encima de todo ni siquiera había bebido tanto. Uno tiene que tener tres, cuatro, seis ojos atrás viendo que una no vaya a dar la pauta a que alguien se tome ciertas libertades”.

Después de la agresión, vino el miedo de un embarazo o de haber sido contagiada de una enfermedad sexual:

“Yo traté de continuar, sobrevivir, de sacar la carrera, de conseguir los cursos e irme. Ese era mi principal objetivo”.

La agresión la afectó tanto que Ana tampoco se graduó de la UVG. Veinte años después decidió hablar para que otras mujeres que tuvieron algún tipo de encuentro con Álvarez también lo hagan.

“No seas tonta”

Andrés Álvarez no solo es señalado de agresiones y abusos sexuales. Las mujeres que decidieron contar su historia y denunciar públicamente y ante la universidad, también describen humillaciones sobre su intelecto y su apariencia.

Lorena Ruano denunció en la carta que Álvarez la llamaba a ella y a sus compañeras “psicotontas”, porque consideraba que por ser estudiantes de otras carreras que no fueran antropología, como él, no eran inteligentes.

Sandra es una de las entonces estudiantes que sufrió este tipo de violencia. Su nombre fue cambiado porque pidió anonimato. Cuando ella ingresó a la Facultad, Álvarez ya era un estudiante de la universidad.

“Recuerdo que cuando entramos empezaron los comentarios sexistas como “ya llegó la carne fresca” y organizaban fiestas donde había mucho alcohol. Yo soy gorda y yo sentí que había menos interés en mí que en las otras. Eso me colocó en un lugar donde ellos me veían como un amigo y no una amiga, como que yo no entraba en el mercado de la carne. Por eso se permitían hacer chistes y comentarios que no hacían con ellas”, contó a Nómada.

El relato de Sandra es una mirada desde “adentro” del mundo de Álvarez:

“Tuve acceso a muchos comentarios y supe cosas que pasaron con muchas estudiantes de antropología, psicología, incluso estudiantes que venían de intercambio. Andrés siempre decía “ah, me la cogí”, “ah, si vieras lo que le hice”. Decía cosas super vulgares de cuando se las estaba follando. Era muy desagradable pero él era el favorito de los profesores porque era un buen estudiante y era auxiliar de varias clases, tenía mucho poder”, relató.

Las mujeres que lo denuncian coinciden en que había una especie de manto protector para Álvarez de parte de los catedráticos y de las propias autoridades de la UVG. Eso provocaba que cuando estaba entre los y las estudiantes y dijera algo desagradable, todos se rieran de forma nerviosa o no se sintieran en confianza de confrontarlo.

“Era muy notoria la forma en la que alardeaba de haber estado con las estudiantes o de haber obtenido un favor sexual a cambio de recibir una tarea o subirle puntos”, agregó Sandra.

Veinte años después, la Universidad sí reconoció que las agresiones psicológicas ocurrieron. El informe del Comité de Ética de la UVG concluye que hay elementos para reconocer que aunque no “fuera una cultura de acoso” existieron conductas relacionadas de parte de los estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales. En ese entonces Álvarez era estudiante y auxiliar de clases.

“(...) existieron conductas aisladas que podrían considerarse como tal, por ejemplo, la utilización por parte de los estudiantes de estereotipos profesionales como mecanismo de burla en sus relaciones sociales en esa época, lo cual no responde a los valores y principios de la Universidad”, dijo el comité de ética de la UVG.

Durante meses Nómada buscó una entrevista con Andrés Álvarez. La respuesta llegó esta semana:

“Lo único que puedo afirmar es que en mi vida profesional me he conducido con valores éticos y morales, nunca habiendo sido sancionado en ninguna institución en la que he laborado. He revisado las afirmaciones que se han realizado sobre mi carácter, profesión y mi dignidad personal. En ese sentido, se han analizado cuidadosamente todos los hechos expuestos públicamente tanto por personas individuales como medios de comunicación, con el objeto que, si procede, se interpongan las acciones correspondientes a través del equipo legal que me ha asesorado”.

La experiencia detrás de la denuncia

Las mujeres que denuncian agresión y acoso sexual no solo reviven las experiencias traumáticas que sufrieron. Poner su rostro y voz ante el público tiene más consecuencias, entre ellas, convertirse en un refugio para más mujeres que han sido víctimas. Lorena Ruano habló con Nómada sobre eso.

¿Cómo fue este proceso, desde que escribió el primer tuit hasta que la UVG le respondió?

“Después de que se publicaron las notas de Ocote y todos empezaron a saber lo que ocurría, pasaron dos cosas: una fue que mujeres se me acercaron y me empezaron a contar cosas que escucharon de Andrés Álvarez. Mujeres que no conozco me empezaron a contar sus historias. Para mi lo duro no fue hablar de lo que me pasó, fue darme cuenta de que la razón por la que a uno le dicen “qué valiente eres” es porque uno se vuelve un imán para estas historias, que son tan comunes y no solo en Guatemala”.

¿Cómo eran esas conversaciones?

“El ciclo fue que mujeres se me acercaron para decirme cosas sobre Andrés Álvarez. Luego las mujeres me dijeron “yo lo escuché pero también me lo hizo a mi” y después una vuelta más, donde ellas me decían “me hizo esto pero fue más de lo que te dije”. Fue como que ellas estaban tratando de construir confianza. Lo último fue cuando hombres me empezaron a hablar, no solo para decirme valiente sino para hablar de que tenían miedo de si alguna vez fueron así de violentos y si usaron su poder para dominar de esa forma. Les preocupaba que eso les fuera pasar y que alguna vez les hicieran un me too”.

“Otra cosa es la cantidad de personas que se me acercaron a decirme cosas como tratando de ayudarme pero en el fondo me ponían muy mal. Alguien que no conozco me dijo que qué bueno que no estaba en Guatemala y que ojalá que mi familia estuviera protegida. No lo decían como amenazas, quizás pensaban que me estaban ayudando”.

¿Cómo fue la experiencia con la Universidad?

“Yo escribí mi historia y lo que me pasó y lo que Andrés trató de hacer cuando me tocó (...) yo estoy acostumbrada a hablar directamente, me voy al grano, no me gusta estar dando vueltas. Es así como yo me comunico, pero es duro hablarle así a las estructuras de poder, que no es que me estuvieran dominando sino que yo respeto. Yo quiero mucho a mi universidad y a las personas que conocía en el comité yo las respetaba mucho”.

“Con lo legal es duro porque la UVG no aceptó ni encontró ninguna de las evidencias que yo dije que deberían estar allí”.

Aunque la UVG asegura que no hay documentos de las denuncias que presentó, en esta segunda parte del caso legal ¿le apuesta a que el sistema de justicia confíe en su voz?

Lo que me dijo Esteban Celada (su abogado) y alguien de la Seprem (Secretaría Presidencial de la Mujer) es que nuestras experiencias son suficientes. Yo espero que el peritaje psicológico muestre que tanto mi compañera (quién denunció violación) como yo tenemos secuelas de todo esto.

¿Por qué es importante para ustedes que este caso que trascienda la denuncia pública a la penal?

Porque todos sabían que Andrés Álvarez manoseaba estudiantes, era un hombre que se nos tira encima, que nos pone borrachas y nos viola. Que sea haga público no es suficiente con un depredador como él. Necesitamos más. La Agrupación Alternativa de Estudiantes dijo “hemos escuchado siempre que ha pasado”.

(La agrupación publicó un comunicado donde aseguró que por años escucharon experiencias de ese tipo, compartidas entre secretismo y miedo).

¿Cómo ha sido su proceso de sanación?

Creo que el componente más importante y es la razón por la que realmente me atrevo a hablarlo es mi esposo. Magnus es más que mi pareja, en todo sentido él está allí porque me apoya. Ser amada y aceptada de esa forma te sana, te da valor para seguir. Fue una ocasión para acercarnos más, para abrirnos y sin ese apoyo, el núcleo más cerca que tengo en mi vida, no hubiera podido hacerlo. Magnus realmente merece que lo reconozca porque no es fácil, no importa de la cultura que uno venga, no es fácil escuchar que a la persona que uno ama la lastimaron.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Francisco Ramírez /

    17/07/2020 11:58 AM

    La UVG y sus parrandas académicas entre maestros auxiliares con alumnos, nos pone en alerta de como se han deteriorado los valores en nuestra sociedad Guatemalteca.
    La USAC por igual presenta los mismos síntomas con las cantinas y ventas de bebidas alcohólicas, ubicadas a pocos metros de su ingreso o egreso.
    El nivel académico público o privado en dichas universidades es similar, incluso la UVG por ser una universidad privada es la segunda más cara del país. En el peor de los casos aún podrían tener contratados a maestros y auxiliares, que que sigan con las mismas mañas y delitos relatados por Nómada.
    No importa, porque finalmente la UVG se lavó manos después de 20 años encubriendo al acosador y violador Andrés Álvarez; qué sin duda en su modus operandi utilizaba algún tipo de droga para mezclarla en algún tipo de bebidas para sus alumnas víctimas.
    La derrota de la impunidad debería ser sostenida con principios y moral desde la contratación de maestros y sus auxiliares, en cualquier universidad del país, privadas o pública.
    ¿Cuántas algunas o alumnos deberán salir con su moral manchada para obtener un título universitario?.
    Lo peor de todo éste engaño académico, es el alto desempleo de miles de profesionales que deben desempeñarse en otras áreas, porque no hay trabajo. El negocio académico, nos deja un mal sabor, porque muchos jóvenes se encuentran en peligro ante este tipo de enfermos sexuales y psicópatas, disfrazados de maestros.
    Esperemos que la UVG de la cara y se responsabilice económicamente por los daños físicos, psicológicos y sexuales, causados a las víctimas por él Psicópata Andrés Álvarez.

    ¡Ay no!

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    ¡Nítido!

    Nim Balam /

    17/07/2020 11:09 AM

    Uno de padre cree que sus hijas estarán muy seguras en un universidad privada y muy cara. Por otro lado, parece increíble, porque en las fotos del susudicho se ve como un gordito inútil y estoy seguro que con esa planta debe serlo. Pero para ser abusador de patojas no se necesita buen físico. Me pregunto: ¿Y los padre, hermanos, primos, novios, esposos de las patojas qué van a hacer?

    ¡Ay no!

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    ¡Nítido!



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