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Dispuestas a vivir: porqué los feminismos indígenas son urgentes

Me acerqué al feminismo, porque provengo del pueblo K’iche, un pueblo guerrero, organizado, valiente, pero muy machista. Desde niña viví la contradicción de ser una indígena inmersa dentro de esta sociedad capitalista y globalizada. Aprendí a hablar inglés antes que k’iche consecuencia del racismo que vivieron mis abuelas y mi madre, pero siempre participé de las dinámicas comunitarias y siendo joven llegue a ocupar un puesto importante dentro del sistema de autoridades indígenas de mi comunidad.

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Esta es una opinión

Foto: Andrea Ixchíu

Mujeres maya K'iche en una protesta.

La lucha por la protección de lo que nos queda del planeta y la justicia social son estandartes para que muchas personas en el mundo estén dispuestas a todo para cambiar al sistema actual. Sin embargo somos las mujeres, a pesar de ser la población con mayor índice de pobreza, desempleo, analfabetismo y contra quienes se ejercen tan distintos tipos y niveles de violencia, racismo y discriminación en el ámbito público y privado, quienes ponemos los cuerpos, abrimos espacios, insistimos en transformar el mundo desde la propia comunidad.

Las mujeres indígenas, quienes desde hace más de 500 años hemos sido explotadas en función de la acumulación de los mercados capitalistas y no para las necesidades de la vida nos hemos organizado de diversas formas y en alianza con las negras y las mestizas. Juntas defendemos nuestros cuerpos como portadores de derechos, defendemos los territorios como espacios de vida material, cultural, histórica y simbólica, porque el patriarcado le hace a nuestros cuerpos lo que las economías extractivistas y capitalistas le hacen a nuestros territorios, los destruyen.

 

Foto: Andrea Ixchíu

La historia de las mujeres ha sido omitida de los grandes relatos sobre la humanidad y los de las mujeres indígenas aún más. Porque, como bien señala Silvia Federicci en su libro “El calibán y la bruja”, los cambios que el capitalismo introdujo en el proceso de reproducción social y de reproducción de la fuerza de trabajo omitieron el profundo valor de las actividades de las mujeres para controlarlas, para que ese poder reproductor de la vida no invirtiera el orden impuesto, donde los machos dominan el mundo.

Desde el trabajo doméstico hasta la protección del territorio, los trabajos de las mujeres fueron reducidos a meras “obligaciones naturales” por ser mujeres y nunca han sido valorados. Las mujeres hemos aparecido como acompañantes, espectadoras en los heroicos relatos históricos.

Por eso me acerqué al feminismo, porque provengo del pueblo K’iche, un pueblo guerrero, organizado, valiente, pero muy machista. Desde niña viví la contradicción de ser una indígena inmersa dentro de esta sociedad capitalista y globalizada. Aprendí a hablar inglés antes que k’iche consecuencia del racismo que vivieron mis abuelas y mi madre, pero siempre participé de las dinámicas comunitarias y siendo joven llegue a ocupar un puesto importante dentro del sistema de autoridades indígenas de mi comunidad.

Ahí, siendo mujer y autoridad indígena pude experimentar los actos machistas más difíciles de mi juventud y que me llevaron a comprender la profundidad de la lucha feminista.

Si bien, a todas las mujeres se nos imponen los mismos roles de género, hay diferencias raciales sustanciales, por ejemplo, a principios de 1900 mientras las sufragistas exigían derecho al voto, las mujer indígenas y negras aún vivián esclavitud.

Eso me hizo comprender que quizá el feminismo que conocí en mi adolescencia y que fue estimulado por la escena punk de las riot grrls no era suficiente, sino que necesitaba otras interpelaciones. Así entre a conocer el feminismo decolonial, negro, comunitario. Ese que interpela los proyectos extractivistas pero también cuestiona nuestras formas de organización comunitaria y no duda en revelar sus contradicciones y falencias.

De la mano de Ángela Davis, Yuderkys Espinoza y Lorena Cabnal comprendí lo profundamente imbricadas que están las lógicas esclavistas, racistas patriarcales, clasistas y extractivistas.

Este feminismo me ayudó a comprender mejor el porqué y cómo se multiplican como plagas estos males y entender cómo junto a empresas transnacionales, nacionales y gobiernos de todas las tinturas ideológicas es que se consolida el modelo neo-desarrollista con base extractivista. Uno que no solo extrae y exporta materias primas a gran escala, sino que asienta sus bases en la desposesión acelerada de todos los territorio y de los derechos de las poblaciones afectadas, que son sobre todo indígenas y que son sobre todo mujeres.

Por eso hoy más que nunca y muy a pesar del patriarcado y la violencia, veo como se ha engendrado en nuestros vientres una potencial esperanza de cambio, que crece y que estoy segura cuando sea dada a luz inundará todo el planeta. Porque las mujeres indígenas después de siglos de miedo y oscuridad, estamos viendo la aurora, pensando por nosotras mismas, representándonos en los medios, alzamos la voz en la comunidad y estamos dispuestas a vivir y defender lo que amamos. Teniendo la claridad de que no somos defensoras de la naturaleza, somos la naturaleza defendiéndose a sí misma de la depredación.

 

Foto: Andrea Ixchíu

Andrea Ixchíu
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Me llamo Andrea Ixchíu Hernández. Nací en Totonicapán en septiembre de 1987, en un día Jun K’iej. Por eso soy un ser de bosque y aprendiz de cronopio. Mi mayor defecto es creer que otro mundo es posible.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    alfonso villacorta /

    20/11/2017 10:34 AM

    muy bueno que sienta motivación por luchar por derechos, aunque no se debe inscribir dentro del feminismo que el machismo solo es una de las múltiples aristas y el problema es que mucha gente se encadena a la suya, como el ambiente, niñez, recursos, mujer, lgbt y la de nunca terminar
    tampoco es buena la lucha sobre bases sintéticas, porque el grupo quiché fue tan guerrero e invasor como lo puede ser cualquier pueblo conquistador
    hay que recordar que el territorio hoy guatemalteco tuvo áreas en litigio que se guerreaban al momento de la conquista, que tampoco fue tan española como se ha instalado en el imaginario sino que fue mas tlaxcalteca y azteca porque la mayoría de tropa de la conquista alvaradiana no era nutridamente española y la política instaurada por hernán fue la de reclutar hombres y mujeres para ir invadiendo en una modalidad de pirámide poblacional
    lo que llama feminismo indígena está propenso a convertirse en otra división dicotómica mas, que podría ser en feminismo indígena con alguna discapacidad de elección sexual diferente por el derecho al agua contra el abuso infantil el tráfico humano y la libre expresión, al estilo de ong patrocinada por agencia europea que se quedan mas en retórica que en acción

    ¡Ay no!

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    ¡Nítido!

    Jean Carlo /

    18/11/2017 12:47 PM

    Hola. Primero lo primero: me alegra que su feminismo se ubique dentro del pensamiento indígena latinoamericano. Considero que si no se identificara como tal sería análogo a hablar del Humanismo o el Libre Mercado... Es decir, ¿de quién y para quién son? No soy experto en el tema del feminismo, pero sé que si no existieran estas categorías se obviaría mucho de la identidad que se ha suprimido de los pueblos indígenas en América Latina.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Lucía /

    16/11/2017 10:01 AM

    Hola! Hace unos días leí un artículo sobre una discurso, que dio Michelle Obama, en la que dice que las mismas madres y mujeres debemos dejar de criar a los hijos hombres como diferentes, si a las hijas mujeres le estamos enseñando todas sus responsabilidades desde niñas. Me pareció muy interesante, porque es cierto y porque nosotras mismas nos dimos cuenta que no era justo que los hombres veían tele y nosotras lavávamos trastes cuando éramos niñas. Ya una vez que una crece y entiende el feminismo se da cuenta que no existe una razón para que esto sea así, queremos cambiarlo, pero cuesta tanto cambiar a los hombres que ya crecieron así. Si no se empieza desde niños, no se puede. Incluso los hombres que se consideran feministas, no traen el chip que nos plantaron a nosotras de todas las cosas que hay que hacer, por ejemplo, no es solo ayudar a cocinar y lavar los platos, hay que ordenar la cocina, lavar la pila, limpiar el mueble...
    Entonces creo, que este cambio del que habla el artículo, esta manera de defendernos la podemos iniciar nosotras, ya estamos infiltradas, ahora plantemos el mismo chip en los niños y las niñas. Tenemos que compartir la ideología feminista con las otras mujeres, aunque sean señoras mayores. Hay que decirles que ya ese pensamiento pasó, que lo nuevo es que se nos dé a las mujeres la misma importancia que se le ha dado a los hombres en la historia. ¡Ya no somos espectadoras!
    Muchas gracias por su artículo :)

    ¡Ay no!

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    ¡Nítido!



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