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¿Por qué nos incomoda la palabra "lesbiana"?

Entiendo la palabra "lesbiana" como categoría política. Reclama, confronta. En ese sentido, la uso como si estuviera tirando cócteles Molotov, con furia y enojo. Pero cuando el contexto es cualquier otro, la palabra lesbiana me resulta incómoda y violenta. ¿Qué ondas ahí?

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Esta soy yo en la Marcha de la Diversidad en San José, Costa Rica, en 2017. Una es marica internacional.

Quizá no haya mejor oportunidad que el presente para confesar mi síndrome de impostora de la mariconería. Llevo seis años yendo a la Marcha del Orgullo. En mi casa hay plumas y lentejuelas; soy orgullosa dueña de la camisa que ven arriba, y llevo años escribiendo sobre derechos LGBTI, pero la palabra lesbiana no me gusta. Me pone bastante incómoda. Uso para referirme a mí las palabras marica y cuir, pero rara vez uso lesbiana. La siento ajena. Me da, descubro, miedo.

La entiendo como categoría política. Reclama, confronta. En ese sentido, la uso como si estuviera tirando cócteles Molotov, con furia y enojo. Pero cuando el contexto es cualquier otro, la palabra lesbiana me resulta incómoda y violenta. ¿Qué ondas ahí? Cucharear bichas no me da problema, tampoco el que otras bichas se cuchareyen entre ellas. El problema no está en el acto, pues, sino en la representación ¿Soy nominalmente lesbófoba? ¿A qué exactamente es que le tengo miedo? ¿Por qué me violenta tanto? ¿Qué diría Schopenhauer? Ojalá ni mierda. El pobre tipo tenía cara de heterosexual estreñimiento.

(El anterior fue un triste chiste de filosofía. Es lo único que nos mantiene cuerdxs cuando nos toca trabajar en las parrillas del Burger King. Ahí pasen a dispensar.)

Pero bueno, les decía: la palabra lesbiana me violenta muchísimo cuando la uso para hablar de mí y no entiendo por qué. Si cierro los ojos y la pienso, lo primero que se me viene a la mente son las rubias flaquitas de xVideos, esas que hacen porno lésbico porque seguro paga más, pero que lamen cuca como si se estuvieran comiéndose un yogur vencido. Lo segundo que se me viene a la mente son las butch del trópico.

Digo butch del trópico y no butch a secas quizá no sea el término adecuado para lo que quiero decir porque lo leo y pienso de inmediato en la gringa con media sien rapada, las camisas de cuadros y las botas negras. No es de ella quien hablo ahora, pero no hay una palabra designada para esta persona que en nuestras sociedades camina una delgada línea entre lo butch y lo trans, mujeres* (*socialmente, al menos) que adoptan las ropas, la agresividad y los comportamientos de los hombres no porque estén jugando con el performance de género, sino porque en sus entornos hay que ser hombre para poder tener una relación con una mujer. Ella, en mi cabeza, es una butch del trópico. Y me dan miedo. Más bien, me da miedo que eso sea lo que se necesita socialmente para ser validada como lesbiana.

Por supuesto, sé que esa noción es una pendejada. Sé de las muchachas maricas con vestidos vaporosos como sé de mi incomodidad adolescente, aquella que no mermaba hasta que me ponía las camisas a cuadros de mi tata. Lo sé con la certeza de que yo nunca podría ser butch porque me gustan las faldas y los tonos pastel, porque tengo voz de señorita victoriana y porque muy al fondo sé que mi incomodidad no está en todas las maneras en que no entro en el estereotipo, sino en el mismísimo estereotipo de la palabra lesbiana.

Es más fácil para mí decir gay. Cuir, incluso. De hecho, cuir me gusta más porque fluye, porque esa palabra se refiere a algo que no es estático, al mismo movimiento perpetuo de la naturaleza humana; no me compromete ni me vulnera ni me expone tanto como sí lo hace la palabra lesbiana. No la lesbiandad per se, sino el acto político de autodenominarse lesbiana, y eso sí tengo clarísimo por qué es.

La primera vez que leí la palabra lesbiana fue en una carta que me envió una amiga a inicios de siglo.

Eso sonó tan histriónico que me siento victoriana. Ojalá mi editora no quite esa línea. Tiene punch, cierto aire de historicismo y lo más importante en un texto sobre homosexualidad. DRAMA.

Pero bueno, es cierto, era inicios de 2000 y X, la única amiga cercana que había hecho en mi precaria pubertad estaba ahora lejos, a inabarcable kilómetro y medio, en otro colegio. En 2000, en El Salvador, eso significaba no internet. En mi casa, con mi timidez, también implicaba no hablar por teléfono, así que mi amiga y yo teníamos una relación netamente epistolar.

Dentro de un preciosista doblez de corazón se escondía una profecía: a su hermana la habían echado de casa por lesbiana. Eso significaba que tenía novia. La letra de X se escurría sobre los detalles: ropa volando por la ventana, llanto, gritos, rosarios. Una hermana que vive ahora de posada con la familia de la novia, gente un tanto más humana. Ni los 21 años de J ni nuestros tiernos y desconsolados 12 supieron muy bien qué hacer con tanto dolor. J estaba lejos y era una paria, algo tan repugnante que había que echarla de casa sin más. Mi amiga estaba destrozada. Yo, estupefacta. Ser lesbiana era una cosa tan terrible que implicaba perderlo todo de golpe y yo, que nunca tuve mucho, no tenía valor de imaginarme desterrada de mi mundo minúsculo.

Esto, por supuesto, eventualmente sí ocurrió.

Las lesbianas son feas, putas, incogibles, cerdas, malcogidas y resentidas, eso dice la gente y crecí, crecimos todxs oyéndolo, así que J también debía serlo. Si lo sos, avientan tu ropa desde la ventana, no podés despedirte ni de tu perro, desaparecés sin rastro tan pronto se sabe lo tuyo. Eso supe a los 12 años y hasta los 23 fue la única idea que tuve al respecto.

Pero a los 23, cuando supe, la vida quiso que mi bienvenida al mundo de la mariconada fuera un grupo de mujeres trans, esas que veían con cierto recelo y dolor cómo los grupos de lesbianas radicales gritaban y aún gritan consignas que equiparan feminidad con vulva y masculinidad con penes. Una muchacha trans, de esas que funge como refugio de tantísima gente como yo, me preguntaba si todas las lesbianas éramos así. «Yo también soy feminista y entiendo lo que dicen, pero es bien feo cómo lo dicen no hay nada que yo quiera más que tener mi vulva», me dijo bajo el sol, en una marcha suya, mía, de ellas, antes de suspirar y seguir caminando bajo el arcoíris que nos cubre a todxs.

Y pues no, yo no soy lesbiana d’esas así y quizá de ahí viene mi incomodidad. ¿Todas son así? ¿Tenía yo que ser así? Pues las respuestas son nel y nel, pero es fácil creer lo contrario cuando una intenta entenderse en el mundo después del choque epistémico de ver que no habitás el mundo del mismo modo que la mayoría.

Por dicha, ahora en los treinta, el ocaso de mi vida, tengo la entereza suficiente de aceptar que no hay una sola forma de ser nada, ni de habitar una categoría política. La uso, la digo para mí cuando me siento valiente, que suele ser cuando estoy frente a grupos de gente. Salgo del clóset una y otra y otra vez no por mí, a estas alturas hasta los sacerdotes de mi infancia saben que bateo torcido, sino porque viene más gente detrás, quizá un tanto menos incómoda con lo que le tocó ser en este mundo, pero con la misma enormísima cara de marimacha desde siempre.

Yo en 1991. Amiga, date cuenta.

Me cuesta todavía, no voy a mentir. Me da nervios. Tartamudeo, me pongo helada, pero lo digo, Me hace sentir vulnerable y expuesta, pero lo digo. Me da miedo más de lo que me permito aceptar, pero lo digo.

Hoy es 26 de abril, Día de la Visibilidad Lésbica y me llamo Virginia. A veces escribo cosas. Soy muy buena haciendo postres. Soy lesbiana. Holi.

Virginia Lemus
/

Virginia escribe desde y sobre lo que acontece en Centroamérica porque se hartó de que la gente que no vosea se hiciese cargo de ello. Estudia filosofía porque ahí va a parar la gente que no sabe qué hacer con su vida, excepto que ahora sí sabe que lo suyo son la Italian Theory y quisiera dedicarse a hornear pasteles pero la vida no la deja.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Marlon Suarez /

    18/05/2018 6:56 AM

    Si naciste con vulva y vagina eres mujer, y si te gustan las mujeres eres lesbiana, así de fácil y sencillo, si no te parece, sorry. Creo que la que anda más perdida que la hija de la llorana eres tú!

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Laura /

    02/05/2018 4:50 PM

    Holiii! Gracias por tu ensayo es hermoso.
    Besis! Más gente cómo vos por favor ?

    ¡Ay no!

    1

    ¡Nítido!

    Miranda H. /

    29/04/2018 7:27 AM

    ¡¡Adoro tus artículos!! Están tan cargados de genialidad, creatividad, sarcasmo y cosas de la vida diaria, que no puedo dejar de sentirme identificada. Por favor, no dejes de escribir cosas tan llenas de humor y verdad. Eres lo mejor ?

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Andrea /

    26/04/2018 2:22 PM

    Ok, pero no respondes la pregunta de tu título.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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