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Códigos posmodernos y violencia premoderna (I)

Un reportaje investigativo reciente de la televisión francesa exploraba la sofisticación que la organización Estado Islámico ha tenido en utilizar las redes sociales de internet como medio de comunicación, indoctrinación y reclutamiento.

ISIS Opinión P369 pre-modernidad violencia
Esta es una opinión

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Cuentas de Twitter y de Facebook que narran las aventuras de los ‘jihadistas’ a la manera como adolescentes y jóvenes de todo el mundo comparten su cotidianeidad, haciéndose selfies en las que aparecen armados hasta los dientes y sonrientes, levantando el índice que simboliza la unicidad de dios como en otras latitudes se empuñan signos de pertenencia a pandillas o el ubicuo e inocuo ‘like’, relatando las vicisitudes de la lucha contra herejes –musulmanes que no piensan como ellos- e infieles –cristianos, judíos y cualquier otro individuo que se niegue a profesar la fe estipulada en el Corán- como otros relatan los detalles de la más reciente parranda.

Los documentales, noticias y series que producen en cantidad sorprendente y lanzan al espacio virtual son preparados con una calidad profesional y una sofisticación mediática de punta, con imágenes de combates reales, captadas incluso mediante cámaras ‘Go Pro’ montadas sobre los fusiles, de la misma manera como se filman las carreras de motos y los descensos de ski.

Se trata de un material propagandístico elaborado en distintos idiomas utilizando los códigos visuales más modernos –o mejor dicho, pos-modernos- que terminan por transmitir una imagen seductora e incongruente de la guerra santa como expresión de cosmopolitismo contemporáneo.

El documental deja claro que aunque anteriormente distintos grupos islámicos –Al Qaeda entre ellos- habían sabido utilizar los medios de comunicación masiva, incluyendo internet, ninguna lo había hecho con el profesionalismo y la efectividad de ISIS. Una efectividad que se mide en el número de jóvenes musulmanes, de países árabes pero también de Europa y de otras regiones de lo que llamamos ‘Occidente’, que han decidido enrolarse en la fundación del califato islámico que a sangre y fuego ISIS construye en el territorio de Siria e Iraq.

Jóvenes que dejan las comodidades de una sociedad burguesa para ir a morir a la Guerra Santa con la esperanza de encontrar un cielo plagado de huríes, o para ‘fundar familias’ que le den solaz e hijos a los guerreros, como las quinceañeras británicas que recientemente acapararon la atención de los medios.

Hay en este hecho una paradoja tenebrosa: la tecnología más moderna y las técnicas de comunicación de la posmodernidad son puestas al servicio de un proyecto político que propone el retorno a la pre-modernidad. En efecto, lo más notable de ISIS es la medida en que sus objetivos, explicitados en actos y declaraciones, rompen con normas de civilización que, a pesar de haberse originado en Occidente, se han asumido como patrimonio universal.

El Siglo de las Luces constituyó un parteaguas en la historia de la humanidad con el aparecimiento de la idea de que el destino del hombre estaba en sus propias manos y no inscrito en el designio de deidades más o menos inescrutables. Eso incluía la noción de que las guerras y la violencia eran producto de la acción humana y no del designio divino. El pensamiento político pasó a considerar cada vez más la violencia como un problema a eliminar en las relaciones sociales, y en las sociedades europeas tuvo lugar un proceso de ‘pacificación’ interna que a lo largo de un par de siglos, por ejemplo, las llevó de considerar la violencia mortal como entretenimiento público –ejecuciones realizadas por la autoridad política en la plaza pública- hasta la abolición de la pena de muerte.

No se trata de argumentar que la violencia había sido erradicada de la vida política y social pero si, como Steven Pinker nos recuerda, que los últimos tres siglos de historia humana han visto como esta se ha ido marginalizando, reduciendo, mitigando. El mundo se ha tornado menos violento de lo que era antes, aunque algunos de sus rincones –como el nuestro- todavía continúen padeciendo.

ISIS regresa las agujas del reloj para volver a presentarnos la violencia no como resabio de un pasado imperfecto, instrumento de uso excepcional del estado -ultima ratio- al que se acude cuando otros medios no han surtido efecto, y fenómeno a erradicar en el proceso de construcción de un mundo mejor. Con ISIS la violencia regresa como elemento organizador de la vida social: prima ratio potestatis. Una violencia que se ejerce en el campo de batalla, pero no únicamente: rehenes inocentes, ajenos al esfuerzo bélico conducido contra ISIS, son esclavizadas, violadas –las mujeres Yazidis- o degollados –periodistas y cooperantes occidentales- por el simple hecho de ser infieles y hollar con su presencia las tierras del pretendido califato.

La violencia no solo se convierte en moneda corriente de la acción política y social: es motivo de alarde. Las decapitaciones de periodistas o cooperantes, como las de los trabajadores migrantes coptos, son filmadas con cuidado artístico y difundidas a diestra y siniestra en internet. El piloto jordano no solo es condenado a morir quemado, sino que el proceso es ‘puesto en escena’ y transmitido en vivo y a todo color. No se trate de una violencia dedicada a eliminar al enemigo político o militar; es la violencia generalizada. Es el regreso a los usos pre-modernos de la violencia: ya no solo instrumentales –eliminar al enemigo- sino admonitorios –mira lo que te va a pasar si te pones en contra nuestra.

No se trata del primer caso de movimientos de índole religiosa que cuestionen los principios de racionalidad y antropocentrismo desarrollados a partir del Iluminismo: millones de seres humanos continúan viviendo en mundos ‘encantados’ en los que la realidad se ordena a partir de principios ‘mágicos’, y en Occidente mismo mucha gente intenta escapar a la ‘tiranía’ de la razón asumiendo nuevos y muy pos-modernos esoterismos.

Ni tampoco se trata de un problema exclusivo del Islam: tanto en el Judaísmo como en el Cristianismo existen corrientes que continúan afirmando realidades contrarias a lo que el conocimiento científico –el principio de la razón- ha logrado establecer como ‘cierto’: el creacionismo evangélico que niega la evolución es un ejemplo. Ni la modernidad es una categoría desprovista de problemas ni la razón ha podido darle respuesta a las preguntas existenciales de la vida.

Pero se trata de la primera vez en más de tres siglos que estas concepciones de mundo pre-modernas se convierten en el eje de un esfuerzo efectivo –el de Al Qaeda no lo había sido, por ejemplo- de organización política y de construcción estatal que por el mero hecho de su existencia cuestiona los principios racionales -y sus derivaciones doctrinarias- que sustentan el sistema internacional que se ha venido construyendo desde el siglo XVII.

 

Bernardo Arévalo
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Estudió sociología, y don Max marcó la forma como ve el mundo. Alguna vez fue diplomático, y le quedaron algunas mañas. Tal vez por eso sigue trabajando en temas que conjugan ambas perspectivas, como consolidación de la paz y transformación de conflictos. Algo nómada, ha vivido fuera del país por temporadas largas pero al final, siempre regresa. Secretario General Adjunto II de Movimiento Semilla, a partir de 2019.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Cari /

    16/11/2015 2:50 PM

    El comentario R/S / me parece extremadamente acertado y ciertamente algo de lo que no debemos dejar de comunicar en este tema.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    r/S /

    16/11/2015 11:49 AM

    Lo que no indica la interesante nota sobre ISIS, es sobre su origen y luego financiamiento, que les ha permitido tener recursos suficientes, no sólo para comprar armas, sino que para obtener, todo tipo de instrumentos de última tecnología, que les permita comunicar sus barbaridades. Con millones de dólares, provenientes de las donaciones de Arabia Saudita y con las ventas del petróleo iraquí y sirio a Turquía, es que han logrado financiarse. Y mientras que Siria, se sigue desangrando, y millones de sus ciudadanos huyen de la guerra, como refugiados, el problema es que, miles de tropas de ISIS, escondidos como ciudadanos sirios, esperan ordenes, para el siguiente acto terrorista.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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